Por María C. Rodríguez
Holodomor fue el nombre que dieron los Ucranianos a la feroz hambruna desencadenada por Stalin. Entre 1928 y 1932, Stalin inició su ambicioso plan quinquenal, que pretendía convertir la Unión Soviética en una potencia industrial de primer orden.
Este plan de cinco años preveía la colectivización agrícola y la agrupación de campesinos en granjas colectivas, de modo que el trabajo agrícola estuviese industrializado y el Estado pudiese controlar la producción de excedentes agrícolas.
Esta medida era necesaria para importar grano al extranjero y obtener divisas con las que poder adquirir maquinaria y así llevar a cabo la industrialización del país. Por supuesto, esta dura medida supuso por un lado una brusca reducción de la agricultura soviética y por otro la fuerte oposición de la mayoría campesina de la URSS, que tuvo que ser reprimida con gran violencia.
En 2006, el Parlamento de Ucrania reconoció como “genocidio” la muerte de millones de campesinos ucranianos durante la colectivización forzosa en los años treinta del siglo XX. Algunos países también lo han reconocido, como EE.UU. (en el Senado), Canadá, Polonia, Estonia, Letonia y Lituania. Otros estados aplican el término de “acto de exterminación”, como es el caso de España, Italia y Argentina.
El Holodomor es un hecho que ha suscitado controversias, investigado y recordado a través de los supervivientes, monumentos e instituciones dedicadas a la memoria de las víctimas.
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