Por María C. Rodríguez
En la zona que hoy conocemos como la ciudad de Matanzas, vivió un joven cacique que se encontraba celebrando con todos los de su tribu, el nacimiento de su primera hija, a la cual la llamaron Coalina.Todos en el lugar venían a rendirle homenaje y a traerle numerosos regalos a la pequeña que recién acababa de nacer, hasta que llegó ante el cacique- un anciano behíque- que le dijo: -Cuida a tu hija, y por favor, no dejes que se enamore jamás.
El tiempo fue pasando y Coalina fue creciendo y poniéndose cada vez más hermosa, tanto que ya estaba llamando la atención de los jóvenes indios del caserío. Mas su padre, recordando la profecía dicha por el viejo behique, se la llevó a una cueva situada en una de las montañas que rodean el valle del Yumurí.
La fama de la belleza de la muchacha creció tanto que llegó hasta donde hoy conocemos como la provincia de Camagüey, donde por aquel entonces, vivía un joven llamado Nerey, el cual al saber de la belleza de la joven que habían tenido que llevar a la cueva de las montañas, se enamoró tanto de ella que no comía ni dormía, y sólo pensaba en ir a verla.
Un día, el joven Nerey no aguantó más y decidió partir, dejó su gente para ir en busca de su amada. Él viajó enfrentándose a todo obstáculo que se le ponía en el camino, hasta que luego de su largo viaje, llegó a las cercanías de la tribu de Coalina, una vez alli, se informó del paradero de la muchacha, y cuando estuvo al entrar a la cueva, la tierra tembló, pero eso no fue impedimento para él. Cuando ambos se vieron ya era de noche, y ella, al verlo, comenzó a sentir los primeros síntomas del amor, y cuando él se le acercó, ella miró hacia una montaña cercana, donde vió al anciano behíque de blancos cabellos que le sonreía.
Coalina y Nerey se abrazaron y en ese momento la tierra tembló nuevamente abriendo la montaña en dos, y un enorme hueco que llegaba hasta el centro de la tierra que arrastró hacia sus adentros a Nerey que llevaba a Coalina en sus brazos.
A este lugar lo conocemos hoy día como el Abra del Yumurí, y dicen que en las noches de Luna Llena, cuando el viento sopla cerca del abra, va murmurando «Coalina…. Nerey….. Coalina…. Nerey…..»
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