Por: Álvaro J. Álvarez
Una de las calles que solamente el caminarla era un verdadero disfrute porque sus originales aceras y vistosas vidrieras estaban entre las más hermosas de toda Cuba.
Se extiende desde Monserrate hasta la calle Ronda, muy cerca de la Universidad de La Habana y en su recorrido se relaciona con 27 calles: Monserrate, Prado, Consulado, Industria, Amistad, Águila, Galiano, Rayo, San Nicolás, Manrique, Campanario, Lealtad, Escobar, Gervasio, Belascoaín, Lucena, Marques González, Oquendo, Soledad, Aramburo, Hospital, Espada, San Francisco, Infanta, Basarrate, Mazón y Ronda.
Su comienzo es entre dos importantes edificios, La Manzana de Gómez y el Centro Asturiano, luego el Parque Central la interrumpe, para continuar de nuevo en Prado (Paseo de Martí) y allí de nuevo entre dos grandes edificios, el Hotel Inglaterra y el Centro Gallego.
Desde allí hasta Galiano estaban sus cinco maravillosas cuadras, en esas cuadras se concentró toda su riqueza y belleza, además de su bien ganada fama de calle elegante, más aún después de contar con aceras de granito blanco con dos sinuosas franjas en granito verde, que la hacían original y única.
Entre los negocios en la calle San Rafael estaban: Radio George Moore #1, Sastrería El Dandy #2, Fotografía Caribbean #3, Peletería La Exposición en el #12, Sastrería Mieres #54, Barbería Moderna #56, Perfumes El Patio #58 (dueño Isaac Habit) Peletería Inglaterra # 62, Barbería Salón Inglaterra #64, Bar Uncle Sam #66 (esquina Consulado), El Cinecito #68, Peletería London #102, Joyería Gastón Bared #102, Electricidad Mongomery Ward #103, Tropical Gas #103, Joyería La Esmeralda #105-107, Sastrería Brummel #106, Fotografía Grafos #108, J Vallés #110, Radio Philco #111, Peletería Uncle Sam #113, Sastrería London City #154, Casa Giralt #155, Sedería Valencia #156, Joyería Barquet #157 (su dueño José B. Barquet), Peletería La Granada #158, Cine Duplex y Rex #161, Joyería Francesa #162, Joyería El Gallo esquina a Industria, La Casa Rotary, esquina a Consulado, Peletería Ingelmo esquina a Consulado, Fin de Siglo esquina de Águila, IndoChina esquina a Águila, Hotel Bristol esquina Amistad, Café El Nacional esquina Prado, Joyería La Corona #207, Sánchez Mola #208, Perfumería El Asia #209, Óptica El Telescopio #210, Sastrería Oscar #213, Oasis #214, Joyería Cuervo y Sobrinos #215, Peletería OK Florit #254, Peletería Bazar Frances #255, Joyería Chantilly #257, Ellas Modas #257, Modas Lynx #258, Joyería La Moda #261, Joyería Vanity #263, Modas Cadavid #311, Bar D’Gala #316, Cuba Electric #316, Óptica Futura #357, en la esquina de Galiano El Encanto, Peletería La Moda, Flogar y el TenCents o Woolworth, Publicitaria Miramar esquina a Rayo, Electric Interamericana #472, Equipajes La Imparcial #585, Café Gran Antilla #801, Café La Gran Vía #901, entre Aramburo y Hospital está el Parque Trillo con su estatua de Quintín Banderas en el barrio de Cayo Hueso.
Antes de 1936 la calle San Rafael se llamó De Los Amigos, del Monserrate, del Presidio y General Carrillo.
El abogado, senador, ministro, escritor, periodista y filósofo Jorge Mañach se refirió a San Rafael como encantadora, pero sobre su esquina con Galiano la calificó de: “lujosa, perfumada y trémula, Vía crucis de los instintos por donde, a la hora del cierre, en que la villa se esponja empapada de crepúsculo, discurre quebradamente el mujerío inefable de La Habana”.
Se dice que por el número elevado de mujeres que concurrían a la zona para hacer sus compras y ver las vidrieras, grupo que se reforzaba con la entrada y salida de las empleadas de las tiendas, es que ese sitio recibió el nombre de “Esquina del Pecado”. Convirtiéndose en el punto comercial por excelencia de la capital.
Enclavada en esa famosa esquina estaba El Encanto, pero “El Nuevo” Encanto arrancó en 1949, cuando se amplió por Galiano hasta San Miguel y por San Rafael hasta Águila, casi una manzana completa. Esta reedificación comenzó en 1948 y se realizó sin cerrar el edificio.
Todos los mostradores instalados eran nuevos, los enormes escaparates interiores de cristal les permitían a sus clientes, seleccionar fácilmente los productos de su gusto.
Se instalaron las escaleras eléctricas y un aire acondicionado central que se perfumaba.
Se estrenaron las famosas vidrieras que hicieron más famosa a la tienda y fue entonces que se creó la tradición entre los habaneros de “ir a pasear” tan sólo para ver lo nuevo en vidrieras, por cierto, se cambiaban todos los viernes.
La tienda tenía 65 departamentos en sus 5 plantas comerciales, de los 7 pisos del edificio.
Su departamento para caballeros, con los famosos y exclusivos trajes Century confeccionados con el clásico Drill 100, de puro lino blanco, muy apreciado entre los cubanos. La ropa era hecha en sus propios talleres, pero también tenía un Atelier en Ayestarán.
En 1952 se logró un acuerdo con el famoso modisto francés, Christian Dior para vender sus diseños y entonces El Encanto se convirtió, junto a París y Nueva York, en los únicos lugares donde podían adquirirse esas prendas exclusivas, aunque hubo artículos que solamente los había en El Encanto y no en Nueva York.
Desde EE.UU. volaban a Cuba a visitar y comprar en El Encanto, “una tienda ladrona de los clientes de los orgullosos grandes almacenes norteamericanos”.
Las prendas de Christian Dior que se vendían llevaban un sello distintivo: “Christian Dior exclusivo en Cuba, El Encanto, La Habana”.
El éxito fue tal que el modista francés decidió en 1956, a pesar de su fobia a montar en aviones, volar a La Habana para visitar la famosa tienda y comprobar cómo se exhibían sus exclusivos modelos. Creó el Salón Francés, decorado como el Palacio de Versailles.
Además de las prendas de ropa, El Encanto también comercializaba perfumes, colonias y aguas de tocador de Christian Dior.
Entre las personalidades que iban a Cuba para comprar sus diseños estuvieron: Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor, Rita Hayworth. Ava Gardner, María Félix y Lana Turner.
Era tal el éxito con los clientes estadounidenses, que se impartían clases de inglés para todos los empleados de forma gratuita.
Cada vez que vendían una prenda, el empleado cortaba la mitad de la etiqueta, se la daba a otro empleado y en menos de 30 minutos esa prenda tenía que estar en el mostrador de cara al cliente.
En los años 40 los clientes ya tenían tarjetas de crédito para comprar en EL Encanto y también cheques regalo. También implantaron medidas inéditas en la época en las ventas minoristas de esa zona. Confeccionaban la ropa en sus propios talleres y tenían un servicio de entrega a domicilio que garantizaba entregas en apenas una hora en cualquier rincón de La Habana, después de recibir el encargo.
En los salones de los pisos altos se celebraban exposiciones de artistas, se daban conferencias y se organizaban reuniones. El vestuario de las vendedoras en invierno era negro y blanco durante todo el verano. La Cafetería de El Encanto era muy apreciada no sólo por su belleza, sino por su menú.
Todo gracias al sistema capitalista, porque había estímulos para crear negocios donde se beneficiaba el dueño, los empleados y el pueblo en general.
Un robo y después quemada puso fin a una leyenda mundial, en la esquina del pecado.
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