Curiosidades cubanas. EL CINE RADIOCENTRO, EL MEJOR DE CUBA

Written by Alvaro J. Alvarez

16 de julio de 2024

Por: Álvaro J. Álvarez

El edifico Radiocentro se comenzó a construir el 3 de marzo de 1946, en la calle 23 entre L y M en el Vedado. Fue concebido como un complejo de cine, radio y televisión, con una galería de tiendas y un teatro, al estilo del Radio City de Nueva York.

El 16 de diciembre de 1947, en La Habana, Herbert Copeland y Pietro Collins de los Estudios Warner y los máximos ejecutivos de Publicidad Mestre, firmaron un contrato que estableció entre otras cláusulas, la denominación de Teatro Warner por seis años.

El acaudalado magnate cubano de los medios de comunicación Goar Mestre fue el artífice de su creación, apoyado por varias firmas norteamericanas como RCA-Víctor y Warner Brothers, dotando al edificio con los más modernos y costosos equipos de grabación.

Fue inaugurado el 12 de marzo de 1948 como sede del Circuito CMQ S.A. y fue bendecido por el arzobispo Cardenal de La Habana, Manuel Arteaga.

Fue el primer edificio cubano que tuvo aire acondicionado centralizado.

Para la construcción de este edificio se le otorgó un permiso en 1947 atendiendo a las funciones que desempeñaría, debido a las ordenanzas que había en El Vedado, ya que en 1931 se dictó un acuerdo que prohibía la construcción de edificios de más de 3 plantas, pero este acuerdo fue modificado seis años más tarde para ampliar la construcción de hasta 4 plantas, debido a que muchos proyectistas y propietarios reclamaron la necesidad de que les autorizaran a construir edificios más altos. 

El edificio estaba retranqueado de la alineación 5 metros, añadiendo luego 4 metros de soportal, que permitía distanciarlo de la calzada, a la vez que se ajustaba a la fuerte pendiente de la calle 23, de esta manera el soportal se convertía en una amplia galería, que dividía el basamento del cuerpo de oficinas.

Esta galería se convertía en el vestíbulo cubierto del cine situado en el # 363 de la calle L, el cual tenía un cuerpo expresionista de cubierta curva de gran escala. Esta misma escala era adoptada en el restaurante que estaba situado en la esquina opuesta en la calle M. La amplia galería da acceso al vestíbulo del edificio de oficinas. El tercer edificio lo configura una pieza prismática en la calle M, retranqueado también para enfatizar las dos esquinas.

El edificio tuvo una gran repercusión, ya que se publicó en la Revista L’Architecture d’Aujourd’hui (The Architecture of Today, es una revista francesa de arquitectura asociada al movimiento modernista).

Su afortunada apuesta funcionalista tuvo reflejos en muchos de los edificios que se construyeron en los años siguientes, como por ejemplo el Hotel Habana Hilton de Welton Becket y Asociados, junto con los cubanos Arroyo y Menéndez. Además, con esta obra, Martín Domínguez entraría en contacto con Ernesto Gómez-Sampera, con el que participaría más adelante en el proyecto del edificio FOCSA.

Walter Gropius, durante la visita que realizó en 1949 a La Habana, se refirió a este edificio para defender la necesidad del trabajo en equipo, de la cual el arquitecto era el coordinador: “En el Edificio Radiocentro (el arquitecto) es imposible que pueda conocer ampliamente todos los aparatos y técnica de instalación de estos, entonces es necesario la cooperación de especialistas en la materia”. 

El cine, con una capacidad para 1,700 espectadores, superaban las existentes en cualquier instalación similar de Hispanoamérica, tenía un escenario en el que se podía ofrecer espectáculos de corta duración, para así entretener a los asistentes en los intermedios de las películas. 

Para la inauguración se diseñó una detallada estrategia de comunicación y mercadotecnia que aplicaron CMQ y los Estudios Cinematográficos Warner Brothers.

El cine-teatro Warner abrió sus puertas el 23 de diciembre de 1947, con una premier donde estuvieron el presidente Ramón Grau San Martín y la flor y nata de la sociedad habanera.

El arribo de las personalidades fue filmado por noticieros para proyectarlos después en los cines cubanos y foráneos mientras que CMQ Radio, en transmisión por control remoto, identificaba sus nombres y cargos.

Según Carteles de esa semana, el presidente Grau, sentado en una de las lunetas pudo ver el programa inaugural desde las 9 p.m., que comenzó con unas palabras de Luis Augusto Mestre.

Ese día no se vendió ninguna entrada en la taquilla, porque la CMQ y la Warner Bros. habían cedido todas las disponibles a instituciones filantrópicas habaneras para que las vendieran previamente con fines benéficos.

Tras el discurso inaugural, en el salón principal se entregó la recaudación al Patronato Pro Hospital Infantil, Colegio-Asilo San Vicente de Paul y Asilo-Creche Habana Nueva, de El Vedado.

El evento fue amplio y diverso: Al apagarse las luces, primero se proyectaron tres materiales: 

• El noticiero cinematográfico Warner Pathé, el Noticiero Nacional de Manuel Alonso.

• El dibujo animado en colores “El Conejo es Música”.

• Le siguió la fantasía musical en cinco cuadros titulada “Sueño de Navidad”. Una gran caja de regalo en el escenario surgió una bailarina, una gran sorpresa, una idea mágica: Leonela, una muñeca articulada, en efecto, se trataba de Leonela González (1930-2022), aquella bellísima bailarina que en 1956 le sirvió de modelo al escultor Tony López para su famosa escultura de la bailarina de Tropicana.

• Luego la cinta musical en Technicolor “Día y Noche” (1946), en la que Cary Grant encarnaba al compositor Cole Porter. Sobre este programa de proyecciones, Bohemia rememoraba en su día: “Al montar un espectáculo navideño y adoptar el doble programa, el Warner respetaba el Decreto 2100 del gobierno de Grau San Martín (1944-1948) que obligaba a ofrecer variedades en los cines de estreno”.

Las características de este edificio no tenían precedentes: El diseño interior de la sala, tipo estadio, sin balcones, facilitaba el acceso a las localidades altas, con el lunetario en ascenso progresivo, y permitía la visibilidad total del conjunto desde cualquier ángulo de la sala. A la comodidad de circulación y asiento se añadía la perfecta visibilidad y audición que proporcionaban los proyectores y equipos de sonido, así como la climatización ajustable a la temperatura ambiente y número de personas.

Radiocentro siempre estuvo en la vanguardia de la tecnología para cine. De inicio, se le dotó de aislamiento acústico interior, y sus proyectores tenían lámparas de gran intensidad y brillantez que no incomodaban la visión.

Sus 1,7000 lunetas superaban las existentes en cualquier instalación similar de América Latina.

Se instaló una tecnología novedosa en el sistema acústico, equipos de proyección, aire acondicionado e iluminación. A ello sumaba vistosas decoraciones, un estilo moderno, lujoso y funcional. Su costo total fue de $200,000.

Fue diseñado por Arquitectos Junco y Gastón Domínguez. Además, en este edificio se unió la maestría de Martín Domínguez Esteban al entusiasmo y buen hacer de Miguel Gastón y Emilio del Junco, miembros todos ellos de la ATEC (Agrupación Técnica de Estudios Contemporáneos).

De tal forma, se integró nominalmente al resto de un edificio, con el que se comunicaba internamente por el foso, debajo del escenario, y externamente, por la galería techada lateral conectada al portal por toda la calle 23.

Guillermo Cabrera Infante como crítico de cine de la revista Carteles, usaba el seudónimo de  G. Caín (una combinación de su nombre y apellidos) con su típica picardía y acordándose de los cines de barrio con sus llamados gallineros (el segundo piso y de costo más barato) se inspiró en estos versos: 

“Si tú me la movietoones,

y a mí se me paramount,

yo te metro el goldwyn meyer 

por la columbia cartoons”.

Al concluir en enero de 1953 el contrato con la firma norteamericana, la empresa Radiocentro lo asumió dándole su propio nombre. 

En junio de 1953 se inauguró la tecnología norteamericana 3D (Tercera Dimensión) con el filme Casa de Cera, que los espectadores tuvieron que ver a través de espejuelos de cartón con papeles de celofán rojo y verde. 

Luego hubo que reconstruirlo, al costo de $250,000 para poder instalar el sistema Cinerama, de Stanley Warner Cinerama Corp. Y eso implicó reducir a 1,632 sus lunetas e instalar tres cabinas de proyección cuyas imágenes simultáneas y fragmentadas convergían en una, en la pantalla. 

El 24 de febrero de 1958 fue reinaugurado y bendecido por el Cardenal Manuel Arteaga y el locutor y animador, Germán Pinelli Vázquez realizó las entrevistas.

Pero hubo que esperar hasta el estreno el 25 de agosto de 1958, con Esto es Cinerama. (Cuba fue el tercer país de América Latina). 

Hasta noviembre de 1960, solo se presentaron películas con esta tecnología. Estos tres fueron los que se lograron proyectar: Holiday, Las Siete Maravillas del Mundo y Aventuras en los Mares del Sur.

El Sr. Alfredo Nuiry Beltrán era el administrador del cine Radiocentro.

Resaltaban la belleza de sus dos grandes murales en hierro forjado del artista plástico cubano Luís Martínez Pedro, que decoraban originalmente la sala de proyección y de los que hoy casi nadie se acuerda, o ni siquiera se sabe que existieron.

Ambos flanqueaban el proscenio, y se integraban al concierto de color y textura de mármoles, bronces, vidrios, maderas, alfombras y tapices que decoraban la sala. 

Las estilizadas composiciones muralistas de Martínez Pedro, eran alegorías: La emplazada en el lado izquierdo de la sala representaba a La Comedia y su contraparte derecha a La Tragedia.

Luis Martínez Pedro logró en esos murales, justamente libres de acento naturalista alguno, la agilidad de la línea, la íntima armonía de la composición, la riqueza y originalidad de fantasía que caracterizan su pintura, extrañamente hija de nuestro tiempo.

Los murales de Martínez Pedro, además de su valor plástico innegable, concentraban la atención del público hacia el escenario, en vez de localizarla sobre ellos mismos. Además, unidos al palio en el techo, formaban el marco del escenario, y esa combinación creaba una bocina acústica que proyectaba el sonido desde el escenario hacia la sala.

Pronto las parejas habaneras hallaron sitio en el nuevo cine, para sus encuentros íntimos. Lo evocó también Guillermo Cabrera Infante en su novela de proyección autobiográfica La Habana para un infante difunto.

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