Rafael Soto Paz (1952)
En las luchas cubanas por la libertad, fueron muchos los clérigos que se unieron al movimiento emancipador. El pionero de todos, no hay que decirle, es el Padre Félix Varela, aquel varón de altísimos prestigios. Después de él debe mencionarse al P. Domingo Hernández, párroco de Guamutas, complicado en la conspiración de los Rayos y Soles de Bolívar, y también al párroco de Cabezas, P. Alejo Rosales, que se ligó a la conspiración de don Ramón Pintó. En la gesta de 1868 el P. Diego Batista, actuó con los conspiradores bayameses y bendijo la bandera de Céspedes. Con él se fueron a la manigua los padres Izaguirre y Soleilae. El santiaguero P. Braulio Odio figuró junto a Calixto García y los párrocos Alberre y Ricardo Arteaga, fueron a purgar a las cárceles su anhelo de liberar a Cuba.
Igualmente, el P. don Pedro Nolasco, que a pesar de sus ochenta años fue conducido a La Cabaña, en unión de seis curas más. En 1876 fueron desterrados cuatro sacerdotes cubanos, entre ellos los padres Emilio de los Santos Fuentes y Manuel Domingo. En este mismo año se lanzó a defender la causa mambisa un cura español, el presbítero Pedro Soler, que oficiaba en San Agustín de Aguarás. Mención también merecen los Padres Julio Villasana y Tomás Demetrio Serrano, el primero capellán de la iglesia de Santa Lucía en Santiago de Cuba, y el segundo, teniente de cura en la iglesia del Santo Cristo, según afirma Francisco González del Valle.
Viene la guerra de 1895 y el porcentaje es mayor, destacándose entre otros Monseñor Guillermo González Arocha, nacido en Regla, quien llegó a Capitán del Ejército Libertador, el P. Muntadas que prestó grandes servicios a la causa; el P. Miret, que se unió a Maceo en San Juan y Martínez, en unión del P. Ramón Ventín, gallego de 82 años, el que murió en la manigua rebelde, el P. Luis M. Mustelier, exiliado en México, ayudó a los patriotas cubanos y como corolario –aunque no están todos–, vaya el padre Manuel de Jesús Dobal, representación, la más alta, del clero amante de la independencia, y el que tiene una estatua en La Habana.
En esta edición como tributo fervoroso a los nobles religiosos, que nos ayudaron en nuestros anhelos de libertad, va el retrato del P. Pedro Soler y de los párrocos Rafael Toymil Zapela, nativo de la Villa de Regla y Francisco Esquembre Guzmán, mártir de la Revolución cubana, fusilado en Cienfuegos el treinta de abril de 1870. Era párroco de la iglesia de Yaguaramas y se le acusó de bendecir una bandera cubana. Según información del investigador Víctor M. Heres Hevia, Esquembre nació en Holguín el año 1839. El tercer grabado corresponde al P. Jerónimo Emiliano Izaguirre, el bayamés que marchó a los campos de Cuba Libre el año 1868. Sobrevivió a la Revolución y fue a morir en América Central.
Para todos ellos, y para los que haya faltado mencionar, va con estas líneas el homenaje sincero de un pueblo agradecido. Con este tributo desecharemos la malévola acusación de que la iglesia católica fue enemiga de la causa Cuba.
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