Cuba y Yucatán: lazos históricos

Written by Libre Online

30 de diciembre de 2024

Por Yurina Fernández Noa

Unos 200 kilómetros separan a la costa norte de la Península de Yucatán del extremo occidental de Cuba. Esa es la distancia aproximada entre los cabos Catoche y San Antonio separados por el Canal de Yucatán.

Esa proximidad geográfica ha favorecido los vínculos históricos que, tradicionalmente, se han dado entre Cuba y Yucatán, cuyos inicios se remontan a los albores de la dominación colonial española.

En aquella época, el llamado Virreinato de Nueva España desarrolló intensas y amplias relaciones con la Mayor de las Antillas, a tal grado que la plata mexicana nutrió, hasta principios del siglo XIX, la débil economía de la Isla caribeña y permitió el sostenimiento del aparato gubernamental colonial, la edificación de monumentales fortificaciones y la construcción de buques.

Durante esos años, cada vez que Cuba estuvo amenazada por piratas, corsarios y flotas de conquista de otras potencias europeas, llegaron armamentos y fuerzas militares procedentes de México, así como mano de obra para las colosales construcciones defensivas y otras labores.

Muchos de esos trabajadores procedían de Yucatán, los cuales arribaron en tal alto número que incluso dieron su nombre a un céntrico barrio de la villa de La Habana: Campeche.

Hasta aquí algunas de las reflexiones del investigador cubano Dr. Sergio Guerra Vilaboy, publicadas como parte de la “Presentación” del libro La emigración cubana en Yucatán (1868-1898), del yucateco Dr. Carlos E. Bojórquez Urzaiz.

El Dr. Bojórquez Urzaiz señala, en la obra citada, que en tiempos de la colonia los tributos de maíz y algodón sustraídos de los mayas a través de la encomienda. Todo ello junto a la ganadería producida en estancias situadas en los alrededores de Mérida, la manufactura doméstica del henequén y los pequeños cultivos de arroz, fueron el cimiento de una economía pobre que trató de suplantar sus carencias a través del comercio rudimentario con Cuba.

Al principio, aquellos arreglos comerciales incluyeron el inhumano trueque de mano de obra maya por caballos criados en Cuba; pero años después, comenzó a despacharse azúcar de la Isla y productos derivados de la ganadería yucateca, como suelas y tasajo, además de importantes cantidades de arroz y henequén, que entraban en La Habana en embarcaciones procedentes del puerto de Campeche.

El autor refiere, también, que del intercambio mercantil dimanaron otras relaciones más duraderas, establecidas a partir de matrimonios cubano-yucatecos o mediante la educación artística y científica, ocasionando frecuentes movimientos migratorios e interlocuciones culturales entre Cuba, Mérida y Campeche, que hicieron de La Habana una metrópoli de tipo regional para los yucatecos.

Aquí cabe mencionar que la cercanía geográfica y las expeditas comunicaciones marítimas existentes por aquel entonces entre Yucatán y Cuba, ligaban más a la primera con la Isla que con el propio México central y su capital.

Esos nexos comerciales -recuerda el investigador- se vieron obstaculizados durante un breve período de tiempo debido a la expulsión de los españoles en 1827, como corolario de la Independencia de México, pues la Isla caribeña continuaba siendo colonia de España.

Lo anterior produjo un mayor deterioro a la economía yucateca que a la cubana, cuya rica producción azucarera se dirigía, usualmente, a plazas comerciales de mayor tamaño. Para Yucatán, por el contrario, la anulación de sus ventas a la Isla significó una enorme crisis de liquidez económica, puesto que el mercado cubano era uno de los pocos medios para generar ingresos del exterior y establecer relaciones más rápidas y estrechas con el mundo, dado el aislamiento que caracterizó a la Península durante los años de dominación colonial.

La escasez de dinero y, desde luego, la falta del azúcar cubano obligó a la legislatura de esta provincia mexicana a decretar una serie de leyes y edictos para la colonización de tierras en el sur y el oriente de Yucatán, que los mayas habían empleado durante siglos para sembrar el maíz de autoconsumo y, en menor proporción, para comerciar con los criollos blancos de Mérida.

El despojo de los terrenos mayas tuvo dos consecuencias a corto plazo: el nacimiento de prósperos negocios a partir de los cultivos de caña local, y el posterior estallido de una rebelión de los indios mayas en 1847 -la llamada Guerra de Castas- que arrasó con toda la producción agropecuaria de la Península y, únicamente, dejó libres de su acción armada a las ciudades de Mérida y Campeche.

Al analizar el contexto de la inmensa crisis económica y política originada en Yucatán por la guerrra, el Dr. Carlos E. Bojórquez Urzaiz destaca como dos sucesos modificaron las características del proceso migratorio cubano-yucateco, los cuales serán presentados a manera de cierre de este breve acercamiento a los orígenes de las relaciones entre ambos pueblos.

El primero ocurre entre 1848 y 1861, cuando se produce un considerable flujo de mayas hacia la Isla por la venta de indios prisioneros de la rebelión, con quienes los negreros de Cuba intentaban suplantar la esclavitud africana perseguida por Inglaterra que, de 1835 a 1845, recrudeció sus acciones abolicionistas contra España y sus colonias en Las Antillas.

El segundo se da con el inicio de la primera gran guerra por la Independencia de Cuba encabezada por Carlos Manuel de Céspedes, el 10 de octubre de 1868, cuyo empuje desató furiosas reacciones del gobierno español que causaron la fuga a Yucatán de cuantos cubanos pudieron llegar a sus costas.

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