Entre todas las Navidades celebradas durante cerca de veinte siglos, hemos escogido cuatro. Cada una de ellas está muy distante de las otras en el tiempo y en el espacio. Y, sin embargo, ya sea en años de sosiego o en medio de la guerra, en todas está presente esa fulgurante chispa que llamamos, aunque inadecuadamente, el Espíritu de Navidad. Está relatada aquí la Natividad, el momento en que se anunció al mundo el nacimiento de un Salvador.
Está relatada aquí una celebración medieval en Chartres en la Edad de la Fé, cuando la gran catedral era una triunfal expresión de las esperanzas que alentaba el hombre a pesar de la zozobra en que vivía. Está relatada aquí una Navidad celebrada a la antigua en Maine, donde la familia se reúne y la casa se llena con el aroma del árbol recién cortado. Y también está relatada aquí una Navidad de otro tipo, en Bastogne, donde otros hombres, en medio del fragor del combate, pedían, no obstante, hallar un momento para reflexionar acerca del significado de ese día.
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