Nunca trate mal, ni desprecie, ni ignore, a un niñito. Porque yo soy un vivo ejemplo de que un muchacho puede recordarlo todo, lo bueno, lo malo y sobre todo distinguir quienes le prestaron (o no) atención.
Y ese muchachito, ese nieto, ese sobrino, ese hijito, que en estos momentos está cerca de usted escúchelo porque él recordará su proceder.
En primer lugar, agradezco a mis padres quienes desde que tenía 5 años me trataron como si fuera un hombre hecho y derecho.
Recuerdo que mi primo Justico Quintero Gómez en la calle Cuatro Palmas le encantaba tocar a la guitarrra, me llamaba, y me decía: “Siéntate ahí” y me daba un concierto de media hora tocando guitarra. ¿Lo hacía bien o mal? No lo sé, pero al final yo me paraba y lo aplaudía.
En 1959, saliendo del parque, se me aparejó un carro, en la puerta tenía la sigla FNTA. Lo conducía mi primo Juvenal, me dijo “¿Vas para la casa ? Monta, que yo voy a visitar a la tía Ana” y durante el viaje se interesó por todo lo que quise hablarle. Siempre Juvenal B. Rivero Gómez me trató súper bien, de “tú a tú”…
Un lechero llamado Sixto que llegaba a mi casa en un carretón halado por un caballo, me llevaba a recorrer Güines repartiendo leche. Nunca lo olvido. Con él y con Manolo Amich recorría el pueblo entero.
Un negro zapatero remendón llamado “Neno” en la esquina de Pinillos y Soparda, hasta me puso una sillita para que yo viera como se metía 50 puntillas en su boca poniendo medias suelas. Y me decía: “¡Nunca hagas esto, Esteban de Jesús!” ¿Te acuerdas de él vecino Emilio Garcés González ?
En la Dulcería Quintero, los empleados Medina, Eddy y Reinaldo me permitían sentarme a hablar -de sapo- con ellos sin consumir ni un batido de fresa.
Mi tía Angélica, mi vecina Olivia Núñez Lastra y la valerosa ex presa política Olga Marrero la enfermera, me sonrieron e ignoraron cariñosamente mis perretas cuando iban a inyectarme penicilina.
Mis tíos Carlos, Memo, Enrique, Madrinita, Chacha, Yota, América, me trataron con extremo cariño.
Y para que ustedes vean lo importante que es tratar bien a un fiñe: En mis escritos y en mis libros jamás saldrán los nombres de los que me dijeron: “Los niños hablan cuando las gallinas meen”…
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