Los orígenes de Santa Claus no son históricamente precisos. Se supone que haya nacido en Patara, Asia Menor, alrededor del año 270, y que quizás murió entre los años 345 y 352. Fue tan intensa la devoción que despertó que después de ser investido por la Iglesia como sacerdote más de dos mil templos, contando los lugares más inhóspitos del planeta, se han levantado con cristiana advocación en su Nombre.
Varios nombres identifican al simpático y generoso personaje de Navidad. El más apropiado es el de San Nicolás, obispo de Myra que residió por algún tiempo en Anatolia, Turquía, y fue reconocido por su piedad y el amor que concedió en especial a los niños desposeídos de familia y fortuna.
Nicolás era hijo de una familia acomodada. Su padre hubiera querido que fuera comerciante que conquistara riquezas, pero prevaleció el sueño de su madre que oraba para que el joven fuera sacerdote como su tío, el obispo de Myra. Actualmente sus reliquias se encuentran en Bari, Italia, porque cuando los musulmanes conquistaron territorio turco, un grupo de fieles católicos sacó en reverente secreto los restos del Santo y los llevaron a la ciudad italiana de Bari.
En Cuba, en la provincia de La Habana, hay un pequeño pueblo que se llama San Nicolás de Bari. Probablemente muchos no sepan el origen del nombre, pero el mismo pertenece a la iconografía de la iglesia que honra devotamente al venerable santo. En torno a su figura se destacan historias de milagros y de actos piadosos que llegaban a la altura del sacrificio. De tal manera es así que hoy día es el Santo Patrón de Grecia, Turquía, Rusia y Lorena, en Francia. Y, además, es el intercesor de los marineros y de los que surcan los mares del mundo, tenido como guía y protector.
Existe un caudal anecdótico relacionado con San Nicolás. De él abundan innumerables relatos, algunos con raíces históricas y otros, producto de la creatividad de escritores y poetas. La imaginación popular ha sido también pródiga en relatos que exaltan las cualidades y el poder del que es hoy un personaje extraordinario de la Navidad.
Después de que hemos considerado la historia de San Nicolás la pregunta que cabe es cuándo se produjo el cambio del obispo en una figura que se ha robado la atención secular del mundo. San Nicolás se vistió en sus orígenes a la usanza sacerdotal, no viajaba en trineos ni lucía en sus labios una pipa encendida, no entraba a los hogares por las estufas ni entonaba ritmos seculares. Los registros indican que la transformación ocurrió en distantes días del año 1624. De acuerdo con una información compartida por la cadena informativa BBC fue en el siglo XVII cuando la imagen de Santa Claus llegó a Estados Unidos procedente de Holanda, un país que venera a Sinterklaus o San Nicolás y que en su nombre se reparten juguetes y dulces a los niños el 5 de diciembre.
En el año 1856 un pintor estadounidense publicó por primera vez la caricatura de un supuesto Santa Claus en la portada de la revista “Harper Weekly”, algo que tuvo una sorpresiva atención popular. Desde entonces, y por tres consecutivas décadas, el brillante pintor Thomas Nast estuvo dibujando diferentes caricaturas de Santa Claus cada año, y en el proceso fue surgiendo, a la par de los cambios que se iban adoptando, la figura que tenemos hoy día y que de manera tan visible señala la gloriosa época de la Navidad.
La historia y la celebración de la fiesta navideña se han asociado con la figura de Santa Claus, un personaje cómicamente gordo, barbudo, vestido con una chaqueta de intenso color rojo y exhalando humo de una llamativa pipa, la que finalmente fue suprimida para disolver la influencia que la misma pudiera ejercer sobre niños y adolescentes.
Al correr de los años una historia y un personaje procedentes de una realidad no histórica, pero basada en la fe cristiana se han convertido en una celebración secular, popularizada comercialmente. A fines del siglo la compañía Lomen, empresa dedicada a la promoción de equipos frigoríficos, instaló al Papá Noel en un trineo procedente del Polo Norte, movido por los renos que tanto llaman la atención de los menores.
En el año 1930 la compañía de la Coca-Cola adquirió los derechos para promover sus productos con la imagen de Santa Claus, haciéndole simples cambios publicitarios en su vestimenta, la que hasta hoy luce el héroe humano de la Navidad. Evidentemente la historia original de Santa Claus y la Navidad han sido marginadas, privadas de sus encantos espirituales y su exaltación de la figura central del Niño Jesús.
La tendencia de muchos líderes religiosos de hoy es denunciar la exaltación de Santa Claus como una afrenta al verdadero sentido de la Navidad. Ciertamente San Nicolás nunca promovió su ministerio religioso basado en su propia persona. De vivir hoy, seguramente denunciaría como una afrenta y una falsedad el pintoresco cuadro navideño que nos pintan los líderes seculares que usan la religión como un simple escalón para ascender en sus utilidades y conveniencias.
La Navidad y Santa Claus suelen compararse con la historia de los reyes magos, y han llegado a ser consideradas como leyendas e instrumentos del materialismo y el descreimiento contemporáneos. Nosotros estimamos que combatir a Santa Claus es una pelea absurda. Lo que debemos hacer es aprovechar toda ocasión posible para exponer sus raíces religiosas y señalar valores como la generosidad, el respeto y la bondad que nos debemos unos a otros. Ver a Santa Claus como un irreconciliable enemigo de Gaspar, Melchor y Baltasar es torcer innecesariamente el giro de la historia.
El 25 de diciembre celebramos el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, y esa celebración no se demerita por competencia alguna. Recordamos con asombro a un difuso personaje como Santa Claus, pero a quien consideramos nuestro Salvador y Rey es a Jesús. Encargados estamos los cristianos de hacer clara esa distinción, la que queda claramente establecida en la Iglesia y La Biblia.
Yo no he visto en iglesia alguna la imagen festiva de Santa Claus, pero sí he escuchado homilías que exaltan la historia y las leyendas que se tejen sobre su vida. No echemos a perder una tradición tan linda como la de Santa Claus con actitudes represivas y cargadas de fanatismo. Miremos al pesebre y reverenciemos a José y a María contemplando con ternura al Niño Dios, figura única y central de la Navidad.
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