¿CÓMO HABLAR POR RADIO?

Written by Libre Online

2 de marzo de 2022

Por  Modesto Vásquez González,

Decano del Colegio Nacional de Locutores. (1955)

La voz radiofónica.-Tono e intensidad de la voz en la radio.-Articulación y dicción.-El camelo.-Respiración y redacción radial.-Posición ante el micrófono.

Indiscutiblemente que hay voces que tienen ventajas sobre otras para ganar en calidad o agradabilidad cuando se producen a través de la radio. Es lo que vulgarmente llamamos una voz microfónica y que correctamente debemos llamar “voz radiofónica”. Este tipo de voz no es muy corriente y aún en medios radiales no todos tienen el privilegio de poseerla. Entre los factores para una voz radiofónica agradable están: la articulación, y dicción claras, inflexiones, fraseo y énfasis del tono e intensidad de voz apropiada para la radiodifusión; y en términos generales el dominio de la técnica del micrófono.

tono e intensidad

El tono y la intensidad o volumen de la voz que debe emplearse en la radio, es radicalmente distinto al que se utiliza comunmente por los oradores públicos.

El que habla en un estudio radiofónico, no tiene por qué elevar su tono de voz, ni aumentar la intensidad o volumen, ni colocarla de manera que se proyecte a distancia.

El orador radial debe primero que nada desechar de su mente la idea de que se está produciendo en una plaza pública ante miles de personas.

En realidad (y esta es una gran ventaja que ofrece la radio para quienes sepan aprovecharla) la voz del orador radial se dirige personalmente; o sea en forma individual a miles y miles de personas a la vez, teniendo por tanto la ventaja enorme de convencer individualmente a millares de personas a un mismo tiempo.

no “oratoria de

barricada”

En la radio no cabe el contagio emocional colectivo que se obtiene en una plaza con una voz en cuello, de tipo melodramático y la más variada colección de frases huecas y altisonantes, lo que llamamos “oratoria de barricada”, que tiende más a obrar sobre la sugestión (estímulo de la sub-conciencia) que sobre la razón.

a tono con el hogar

En la radio esos miles de oyentes están fragmentados en grupos de dos o tres y en ocasiones una sola persona sentada cómodamente en sus hogares, en un ambiente tranquilo y apacible, sin influencias psicológicas de carácter colectivo que les lleve por medio de la emoción a aceptar algo que en realidad no han comprendido, o que no les conviene.

A ellos hay que llegarle con una voz a tono con el ambiente hogareño en que se encuentran; una voz natural, con una pronunciación clara, sin estridencias, que valoriza con el conocimiento de los resortes de la técnica del micrófono y hace más fácil la comprensión, aceptación y perdurabilidad de lo que se dice.

Por eso decimos que en la radio la oratoria debe ser  de tipo argumentativo, que tienda a convencer por la razón y no por la emoción.

PRIMER CONSEJO

Nuestro primer consejo para los oradores radiales es, que huyan de todos los sistemas de impostación y colocación de voces que aparecen en todos los tratados hasta ahora publicados sobre oratoria pública.

Es completamente distinta la manera de hablar por radio, a la forma en que se hace en público. No quiere ello decir que esos tratados puedan resultar útiles en otros aspectos.

EL ARTE DE HABLAR BIEN

Paul C. Jagot, en su excelente obra “El Arte de hablar bien”, al referirse al tono o elevación de la voz que debe utilizar el orador, recomienda lo siguiente:

1) Entonar siempre igual y tan bajo como podamos, las vocales a, e, i, o, u; después volver a empezar, subiendo una nota cada vez y así sucesivamente hasta emitir el sonido más agudo. Practicar en esta forma durante unos días, y entonces tratar de obtener el término medio de esa escala que será el tono apropiado para hablar.

2)Utilizando ese tono, hacer ejercicios leyendo mucho, sin cuidar de primera intención, otra cosa que mantener dicho tono. Más adelante se le dará valor a lo que leemos.

3)Procurar que al leer (siempre en ese tono medio) nos hagamos la idea de que la voz se proyecta a distancia, o sea lo que llaman los declamadores de teatro “situar la voz en la carreta”, imprimiéndole un impulso psicológico para que se proyecte hasta las últimas filas con facilidad y sin agotamiento.

Esta fórmula que es ideal para la oratoria pública, resulta desastrosa para la oratoria eminentemente radiofónica, pues el tono promedio que con ella se obtiene resulta demasiado alto para la radio aparte de que en la radio no se emplea la misma impostación y proyección de la voz.

TONO CORRECTO

Valiéndonos de ese mismo sistema de Paul Jagot, podemos decir que el tono correcto para la radio viene a ser no el medio que él  señala, sino el “cuarto grave”, o sea la mitad más abajo.

La diferencia de un tono y otro podemos apreciarla cuando un artista de teatro con su voz impostada para proyectarla a distancia, y el tono rquerido para ello, viene a actuar a la radio, y luce en completa desarmonía con el tono promedio del resto de sus compañeros de la radio.

El tono e intensidad o volumen de la voz que se requiera para el micrófono, es el mismo que utilizamos en una conversación normal cara a cara con una o más personas que se hallen a un metro poco más o menos de nosotros.

Las inflexiones y el énfasis dependen, desde luego, del contenido de lo que se habla, pudiendo variar también, aunque muy poco, el tono o  la intensidad. Aclaremos que de la conversación común tomamos sólo el tono y la intensidad, pues la articulación y la velocidad son en la radio más pronunciada y más lenta, respectivamente.

TONO SOBRE LO GRAVE

Waldo Abbot, profesor de oratoria radial de la Universidad de Michigan dice: “El tono de la voz de un orador público tiende a elevarse uno o dos tonos sobre lo natural.

Si usted habla en un gran salón o teatro, dirigiéndose a un auditorio numeroso, el volumen o intesidad de su voz será considerablemente mayor que lo normal, y el tono será quizás tres o cuatro veces  más elevado que el nivel de una conversación.

El orador radial debe cuidar de mantener su tono como en una conversación natural, sobre lo grave”.

Y agrega: “Algunas personas hablan proyectando su voz sobre la cabeza, otros desde la parte posterior de la garganta, otras nasalmente; pero el orador radial competente hace su proyección como si fuera desde el diafragma, formando los sonidos en una boca flexible.

Los labios, la lengua, la boca en general deben utilizarse en forma flexible, para formar los sonidos; pero este debe “flotar” desde el difragma. Así obtendremos una voz apropiada para la radio”.

RESULTADOS PERFECTOS

Para obtener resultados perfectos, es completamente indispensable que lo que se redacte para ser interpretado ante el micrófono, esté escrito para ser “hablado”.

 Este es otro secreto de la radio; no leído. Dar la sensación de que se habla aunque en realidad se esté leyendo. Por eso la lectura radiofónica va más allá de la simple observación de los signos ortográficos que no comprenden muchas pausas y pausitas que nos facilitan la naturalidad expositiva.

El orador radial, para lograr su objetivo en este aspecto, debe valerse como lo hacen famosos actores y locutores, de ciertos signos convencionales que previamente han situado en el texto: tales como guiones, rayas, subrayas, de prevención, etc.

Por otra parte es muy importante cuidar de articular correctamente y no hablar demasiado aprisa, pues no hay que olvidar que los oyentes no están delante de nosotros, y por lo tanto no pueden darse cuenta por la forma de nuestros labios y del rostro en general, qué palabra hemos dicho, que ellos no pudieron oir.

Una pronunciación clara es una gran ventaja para el orador, compensando en gran parte cualquier otra deficiencia de la elocución, aún la de aquellos que poseen una voz “radioeufónica”.

Recordemos siempre, que de la agradabilidad que porduzcamos en el primer minuto de nuestra charla, depende que nos sigan escuchando.

DEFECTOS DE DICCIÓN

Pasando por alto los defectos de dicción, en extremo graves, más propios de ser tratados por un “foniatra”; y los que se observan más comunmente en personas carentes de los más elementales principios de cultura, tales como los vulgarismos y barbarismos prosódicos, vamos a tratar aquí de un defecto de la pronunciación muy común en personas que leen o improvisan generalmente bien, y aún en los propios profesionales de la palabra, al que denominamos en el argot radio-teatral “furcio” o “camelo”.

Este consiste en atropellar por precipitación y en un desequilibrio psicoverbal involuntario y fugaz, letras, sílabas y palabras.

Cabe aclarar que no debe considerarse como defecto de dicción en Cuba, el “seseo”, que consiste en cambiar la Z y la C cuando lleva el sonido de la anterior por S; y el “yeísmo” que es el cambio de la LL por Y.

Si usted y el promedio de las personas cultas de Cuba no hablan comunmente con Z y LL no hay razón para que luzcan afectados antinaturales y falsos, empleándolas ante el micrófono.

Si es aceptado por los más eminentes filólogos españoles que la V y la B suenen fonéticamente iguales aún en el hablar más culto, ¿por qué no ha de aceptarse los mismo cuando a la S y la Z y la LL y la Y?.

Desde luego, es lógico y sí resulta natural dicha pronunciación en los nacionales de España o  de cualquier país donde comunmente se hable con C, Z, y LL.

EL “CAMELO”

Estamos propensos al “camelo”, cuando se nos presenta en la locución un caso de cacofonía o de aliteración.

Y es posible también el camelo cuando nos encontramos con palabras que contienen sílabas líquidas que constan de una o más vocales a las que proceden dos consonantes fundidas en un solo sonido, debiendo ser por fuerza una de estas consonantes de las clasificadas como líquidas.

Sílabas líquidas o contractas son: bra, ble, gre, pli, gia, etc. Palabras que contiene sílabas líquidas son por ejemplo Braulio, Trinidad, Prusia, Blandir, Griego, Grueso, etc.

“CACOFONÍA”

En los casos de cacofonía de aliteración, debemos cuidar especialmente la pronunciación correcta de las vocales, aún más que las propias consonantes, dándoles su cantidad de sonido correspondiente.

Especialmente debemos subrayar en una primera lectura la vocal más propensa a ser atropellada, para que al leer, mentalmente imprimamos a la misma mayor intensidad y cantidad de sonido, y un cuidado esmerado en su dicción.

Ejemplo: “Dale lilas a las niñas”. Cuidando la ponunciación rotunda y diáfana de la I subrayada, no sólo evitamos atropellarla, sino que también dividimos psicológicamente la frase en dos secciones, con que se nos facilita la más clara y diáfana enunciación de la misma al hacerlo por partes.

Esto es, desde luego, una elaboración puramente mental, el efecto que debe dar la elocución es el de una frase completa sin romper la entonación armónica de la misma.

En el segundo caso de las palabras con sílabas líquidas o contractas para evitar el camelo debemos no cuidar precisamente la consonante líquida como es el impulso natural, sino la consonante anterior que articulamos exageradamente, imprimiéndole a la vez una buena intensidad y entonces pronunciamos esa sílaba como si en realidad el todo fuera una consonante explosiva.

 Demás esta decir que tenemos que cuidar de no estar muy próximos al micrófono, para evitar el choque del aire violentamente espirado contra el mismo.

Ejemplo en la palabra trilogía, que habremos subrayado previamente en la lectura de ensayo,  preparamos con tiempo la pronunciación rotunda y clara de la T, afirmando bien la punta de la lengua detrás de los dientes superiores distendiendo horizontalmente los labios para facilitar indirectamente una más segura articulación y entonces, forzando la articulación de esta consonante T, e imprimiéndole a la misma todo nuestro impulso mental, pronunciamos la sílaba completa como si en realidad se tratara dicho grupo fónico de una consonante explosiva.

LA PRÁCTICA CONTINUADA

La práctica continuada en los casos señalados nos aproximará a la perfección, que nunca será absoluta porque somos humanos y no máquinas parlantes. -Nos ayudará mucho una previa lectura del material, para subrayar y prevenirnos de los posibles “camelos”.

Se recomiendan muchos ejercicios para perfeccionar la articulación y la dicción, entre ellos el de hablar con pequeñas piedras en la boca, como se dice que hacia Demóstones; decir trabalenguas y muchos otros.

Un método sencillo consiste en leer diariamente en alta voz diferentes textos, exagerando la articulación de las letras, sílabas y palabras, dos o tres veces más que lo normal, como si se masticasen las palabras haciendo distintas muecas.

Ensáyese también hacer estos movimientos sin emitir sonido alguno,  procurando que otra persona, por nuestros movimientos solamente pueda entender lo que queremos decir.

LA RESPIRACIÓN

La respiración en el micrófono aunque no debe ser tan exagerada como en la oratoria pública, pues la sensibilidad de este aparato no permite esas espiraciones tan voluminosas que saldrían por radio como una tormenta de aire, debe cuidarse mucho en el aspecto del dominio de la misma, para poder mantener el correcto ritmo de la lectura, y hacer las pausas y recalcos que se requieren en la elocución en el momento preciso.

 Procuremos al hablar por radio, no tener el cinto o el cuello de la camisa apretados, y mantener la garganta lo más recta posible, para facilitar el paso de la columna de aire impulsada por el diafragma a través de la laringe. Jagot, al igual que otros tratadistas, recomienda recitar en una sola espiración versos completos, comenzando por un verso endecasílabo y tratando de ir aumentando gradualmente el número de los mismos, sin descuidar la perfecta articulación, ni correr para acabar pronto.

Otros recomiendan hacer una inspiración profunda y luego soltar el aire lentamente soplando la llama pero dejándola doblada por largo tiempo sin apagarla completamente.

Ayuda también a la respiración silbar canciones melodiosas que obliguen a sostener ciertas notas.

En general es beneficioso todo ejercicio que tienda a tonificar los músculos abdominales y de la caja toráxica.

Tener un buen control de la respiración ayuda también a calmar nuestros nervios.

En cualquier momento que nos sintamos nerviosos hacemos una profunda inspiración seguida de una lenta espiración y los resultados son maravillosos para el sistema nervioso.

LA REDACCIÓN RADIAL

Ahora bien, de nada valen todas las reglas hasta aquí apuntadas para hablar correctamente por radio, si no tenemos en cuenta que el material de lectura debe ser redactado para esos fines específicos de ser “hablado” por radio.

Tengamos siempre en cuenta, que debemos escribir para ser “hablado”, no leído.

No deben buscarse las palabras en relación con su apariencia en la lectura impresa, sino seleccionarlas para el oido. Un lector tiene la página impresa ante sus ojos, y si no comprendió algo, puede volver la hoja y revisarlo; en la radiodifusión, las palabras que se escuchan una vez se van para siempre.

Otra cosa muy importante la redacción radial debe ser llana, simple, armónica, sin exageración de adjetivos, capaz de ser comprendida hasta por un niño de 14 años, que es el cálculo de promedio mental de la radioaudiencia, en los EE.UU y en Cuba.

No cometa nunca, por ejemplo, extranjerismo de decir: el “affaire” del azúcar; cuando todos comprenderían mejor: el negocio (el asunto o el pleito) del azúcar. Observe siempre esta regla: “El orador radial debe decir siempre cosas nuevas, valiéndose de expresiones viejas”.

EL ORADOR RADIAL

El orador radial, debe llevar su discurso escrito.

En primer lugar porque así lo exigen las leyes de radio, para dejar dos copias firmadas en la emisora; en segundo lugar para poder medirlo y así evitar que le corten antes de terminar; en tercer lugar para en la primera lectura de medición, se aproveche de paso y se hagan marcas y signos convencionales donde se necesiten; y en último lugar, debe estar  escrito lo que va a leerse porque en la radio luce desastrosamente el titubeo, las pausas excesivas en espera de hallar el vocablo adecuado, las “muletillas”, los rodeos laberínticos, etc., tan propios del 90 % de los que improvisan.

Como cálculo aproximado de medición, podemos decir, que una hoja de papel de máquina de escribir completa, a dos espacios, tiene un promedio de lectura de dos minutos, segundos más o menos.

AL MICRÓFONO:¡DE FRENTE!

Al micrófono se le debe hablar lo más de frente posible, a una distancia promedio de un pie, tratando siempre de mantener la misma distancia y que la voz se proyecte dentro de su campo de captación. Algo así como si estuviésemos sujetos por un hilo de un pie de largo, de nuestros dientes, al centro de la rejilla del micrófono, tratando siempre de mantener tenso ese hilo y que nuestra boca quede en todo momento dentro del “cono de captación del micrófono”. El material de lectura, que debe estar escrito a dos espacios, terminando todas las hojas en párrafos completos, o sea en punto y aparte, para el fácil paso de las mismas durante una pausa y sin presillar, para evitar el doblez ruidoso de las hojas.

EVITEMOS EL “BACHE”

Cuando el orador es presentado por el locutor, debe evitar lo que en radio llamamos “bache” que es una pausa demasiado larga. Evítese el toser o “carraspear” la garganta. No se debe hacer ruido alguno que distraiga la mente del oyente.

Observando lo anteriormente expuesto y con la práctica constante, sabremos dominar el arma más formidable de los tiempos modernos para la propagación de las ideas.

Como bien dice en la parte que trata de la locución radial, en su libro Psicología Publicitaria el psicólogo argentino Víctor A. Mendía: “Aproximadamente el noventa por ciento de todos nuestras comunicaciones las efectuamos por medio de la voz; y si un texto impreso para la publicidad puede ser muy eficaz desde el punto de vista técnico, es innegable que la palabra (conteniendo un poder de convicción mucho mayor) magnificará en alto grado la eficacia del mensaje incluído en dicho texto”.

Temas similares…

Recordando a Nat King Cole

Recordando a Nat King Cole

Muchos cubanos aún recuerdan al querido y talentoso cantante estadounidense Nat King Cole (17 de marzo de 1919-15 de...

0 comentarios

Enviar un comentario