Chiriquí, la joya oculta de Panamá

Written by Libre Online

22 de abril de 2025

En el extremo oeste de Panamá espera al viajero la provincia de Chiriquí, donde se puede gozar de un ecosistema saludable, explorar bosques nubosos y cafetales, subir a volcanes, relajarse en las islas del Pacífico; y observar más de 1.000 especies de aves entre ellas el quetzal, símbolo sagrado para mayas y aztecas.

Por Daniel Galilea

Panamá, ubicado en el istmo que une Centroamérica y Sudamérica, es conocido en todo el mundo por su canal de navegación, una maravillosa obra de la ingeniería que atraviesa 82 kilómetros del punto más estrecho del país conectando los océanos Atlántico y Pacífico y por donde pasan los barcos, creando una ruta marítima crucial para el comercio mundial.

Con sus transparentes aguas de tonalidad turquesa, cafetales y bosques nubosos, y su naturaleza deslumbrante, fauna increíble y culturas autóctonas, el “país del Canal”, también cautiva a los viajeros con sus numerosas opciones de relajación y aventura.

“Con multitud de islas desiertas, tranquilo ambiente caribeño a un lado y olas enormes en el Pacífico al otro, Panamá ofrece lo mejor para la vida playera”, según los especialistas de Lonely Planet, LP, una de las principales editoras de guías de viajes en el mundo.

Hacer submarinismo con tiburones ballena en el Pacífico; bucear por los arrecifes multicolores de Bocas del Toro en el Caribe; navegar a vela por Guna Yala, cuyas islas apenas han sido pisadas por el ser humano; descansar en una playa virgen de la península de Azuero o empaparse en la espuma de las cascadas cercanas a las tierras altas de Santa Fe, son solo algunas de las maravillosos atractivos panameños. 

Maravillas en el 

extremo oeste panameño

Menos conocida es la provincia de Chiriquí, situada en el extremo más occidental del país, que atesora una biodiversidad asombrosa y cada vez más opciones de senderismo, circuitos de café, salidas en barco y buceo en el prístino golfo de Chiriquí, según los especialistas de LP, que incluyen a esta región en su lista ‘Best in Travel’ de mejores destinos para visitar en 2025.

Los expertos de LA recomiendan utilizar como base para disfrutar de la oferta de actividades al aire libre de Chiriquí el encantador pueblo de Boquete, situado en un valle boscoso y colorido junto al río Caldera y rodeado por las montañas, con plantaciones de café y muy próximo al Parque Nacional Volcán Barú, dentro del cual destaca el imponente volcán Barú, el punto más alto del país con sus 3.474 metros de altura.

En la zona de Boquete se pueden recorrer rutas especializadas para observar aves, entre las cuales destaca el llamativo y huidizo ‘quetzal’, pájaro considerado sagrado por las antiguas culturas mayas y aztecas, y que tiene su torso rojo y sus alas y cabeza verde azulado, así como una larga cola que le ayuda a mantener el equilibrio tanto en vuelo como posado en una rama.

Aventura en el bosque nuboso

El entorno cuidadosamente mantenido de la región de Chiriquí ofrece a los entusiastas de la naturaleza la posibilidad de efectuar una escapada remota a lugares como el Bosque Nuboso del Monte Totumas, una reserva de 162 hectáreas (Ha) donde continuamente se amplía su red de senderos y los trayectos no resultan sencillos, pero merecen la pena, según los expertos.

A esta reserva natural solo se puede acceder en camionetas todoterreno que deben recorrer un camino pedregoso de 9 kilómetros (km), para que los viajeros puedan adentrarse en el bosque nuboso, y así observar aves (se han registrado más de 280 especies), escuchar los cantos distantes de los monos aulladores y descubrir las hermosas cascadas perdidas en la naturaleza. 

Los senderos inaugurados recientemente se extienden a lo largo de más de 30 km y son perfectos para explorar el Bosque Nuboso donde la cubierta vegetal es impresionante, especialmente de enero a mayo, cuando el quetzal es más visible.

Otros sitios, como la Reserva Tamandúa, situada en el corazón del bosque nuboso de Tierras Altas y con una enorme riqueza faunística, también ofrecen experiencias de observación de aves y circuitos especializados para fotografía de naturaleza.

Viaje al mundo acuático

El Parque Nacional Marino del Golfo de Chiriquí comprende un conjunto serie de islas, islotes, arrecifes coralinos y manglares, que se extiende sobre unos 150 kilómetros cuadrados (km2), siendo conocido por su variada vida silvestre. 

“Un recorrido en barco es una manera encantadora de visitar las comunidades locales y descubrir sus productos tradicionales, como el cacao, y quizá divisar, durante la travesía, ballenas jorobadas (de agosto a octubre), tiburones martillo, delfines y distintas especies de tortugas marinas en las playas isleñas.

Una de las islas de este parque natural, Bolaños, es un lugar increíble para practicar buceo en sus grandes arrecifes; mientras que otra de sus ínsulas, Gámez, de origen volcánico, está repleta de almendros y palmeras, según destacan desde Loney Planet, enfatizando que el Parque Nacional Marino del Golfo de Chiriquí alberga un impresionante mundo submarino multicolor.

De los cafetales al volcán

Saliendo del agua y de nuevo en tierra firme, la finca Don Pepe Estate Coffee, situada en las estribaciones del volcán Barú, ofrece una mirada fascinante a uno de los principales cultivos de Chiriquí, introduciendo a los visitantes en el mundo del café guiados por un experto que les explica todo el proceso ‘desde la planta a la taza’, en un recorrido que acaba con una degustación.

Este emblemático establecimiento panameño produce a pequeña escala siete variedades de café, entre ellas el café geisha, el más caro del mundo, que se siembra a entre 1.800 y 2.000 metros de altura. 

A una hora en coche de Don Pepe, el Parque Nacional del Volcán Barú brinda un estimulante desafío para los excursionistas que disfrutan de los senderos largos y dificultosos, y de los ascensos  exigentes como la subida al volcán inactivo que da nombre a este parque, que requiere de 6 a 8 horas y la compañía de un guía. 

A medida que se avanza, el paisaje se transforma de manera fascinante, cambiando de las montañas húmedas a los bosques bajos, hasta que al llegar a la cima del volcán, el visitante puede divisar los océanos Atlántico y Pacífico. 

Quienes prefieran una opción menos esforzada pueden subir hasta la cima del Barú en un vehículo en un trayecto de 90 minutos. Con cualquiera de las dos opciones, la puesta de sol sobre las nubes y la observación de estrellas son experiencias inolvidables, concluyen los especialistas de Lonely Planet.

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