La Lealtad y la perfidia.
El brigadier de Cambute. El Médico de Jiguaní
Presidencia de cisneros
(II de VIII)
CARLOS MANUEL DE
CÉSPEDES Y FRANCISCO MACEO OSORIO
Inestables han sido las relaciones personales de estos dos hombres que irrumpen, en el mismo momento, en nuestra historia.
Céspedes, antes de asentarse en su ciudad natal, ha recorrido media Europa: España, Italia, Francia, Alemania, Inglaterra. Escritor, poeta, abogado. Es, también, masón.
Maceo Osorio, figura admirada de la juventud bayamesa, es, como Céspedes, abogado, escritor y poeta. También, masón. Céspedes, pródigo en el otorgamiento de altos grados militares, le confiere un generalato al jovial abogado bayamés.
Recién investido Francisco Maceo Osorio del grado de general al inicio de la Revolución, se le comisiona para que tomase el poblado de Guisa hacia donde esa misma noche se dirige al frente de 200 hombres. En el ataque se apodera de las armas que se encontraban en la guarnición y regresa a Bayamo.
Al constituirse el Gobierno de la República en Guáimaro no se le reconoce el grado de general pero continúa Maceo Osorio desempeñando su cargo de secretario particular de Céspedes. Luego, en 1871, es designado Secretario de la Guerra y, presenta poco después su renuncia al cargo siendo, entonces, nombrado Secretario de Relaciones Exteriores en el gobierno de Cisneros. Pero ya estaba enfermo y se alejaba a las serranías de Guama.
Maceo Osorio quien tres meses antes había sido designado Secretario de Relaciones Exteriores, enfermo de paludismo, escribe sus memorias. Ante su gravedad el presidente quiere alentarlo a que viaje a los Estados Unidos.
JOSÉ DE JESÚS Y
MACEO OSORIO
Conoce el Presidente Cisneros la gravedad de su ministro y designa una comisión para que lo visite y lo persuada de que se traslade a los Estados Unidos para recuperarse en el país del norte.
Será el Brigadier Jesús Pérez quien encabece la comisión.
Tomemos de la obra “Bayamo”, de José Maceo Verdecia, la descripción de aquella escena:
“La comisión llegó a Guama y procedió a visitarle. En ella iba el Comandante Jesús Pérez. Cuando penetraron en la habitación, Maceo Osorio estaba dormido. Los comisionados que eran tres se detuvieron ante su lecho. El que había sido árbitro y director de la juventud bayamesa yacía acostado con la cara vuelta hacia arriba. Sus cabellos, largos y oscuros, se confundían con el abandono de su barba. Su rostro, enflaquecido y pálido, era el de un Nazareno. Abrió los ojos y atraído por la presencia de los comisionados hizo por levantarse. En esos momentos se adelantó hacia él el Comandante Pérez y lo obligó a permanecer acostado. Su voz era apenas perceptible, no obstante hacía vivos esfuerzos porque se le escuchase con dificultad. Comprobado el estado de gravedad en que se hallaba, el Comandante Pérez expuso la misión que traía del gobierno:
Venimos con el propósito de embarcarte para los Estados Unidos. El señor presidente así lo ha dispuesto. Allí recobrarás la salud y retornarás para que continúes en la lucha, donde nos haces falta. Pero tu partida tiene que ser cuanto antes”.
Maceo Osorio, hasta aquellos momentos tranquilo, se inclinó como pudo en el lecho y contestó con voz que todos escucharon sin dificultad:
“No, Comandante Pérez. Puede decirle al Señor Presidente que mi fin ya está cercano; que antes de irme a Estados Unidos prefiero morir, aquí, en Cuba libre, cuidado por estos dos ancianos. Hacer lo contrario sería abandonar mi puesto”.
“En vano fueron las objeciones del Comandante Pérez y de sus dos compañeros. No accedió a ellas y los comisionados tuvieron que abandonarlo para informarle al gobierno del estado en que se encontraba y de su resolución de no abandonar Baire”.
Muere Maceo Osorio días después en “Los Horneros” de Guisa, el 11 de diciembre de 1873.
Al conocer de su muerte parte Jesús Pérez de inmediato a visitar la modesta sepultura de quien consideraba, con campesina ingenuidad, su amigo. Desde San Lorenzo deja Céspedes constancia en su diario de la noble encomienda del brigadier:
“Desde ayer a mediodía arreció el temporal y sigue lo mismo. Se dice que el viaje de Pérez a las Mantecas fue al enterarse de la muerte de Francisco Maceo, cuya sepultura visitó para ver si estaba bien enterrado, habiéndole mandado a hacer una cruz de hierro con su nombre”.
Días antes, el 31 de octubre, habían apresado al Virginius. Más de 50 de sus tripulantes son fusilados; uno de ellos, Pedro de Céspedes, hermano de Carlos Manuel, padre de Adolfina la esposa de Francisco Estrada. Éste lo conocerá cuatro meses después del doloroso hecho:
Será el 12 de marzo de 1874, estando en Camagüey. “En este momento donde serán las ocho de la noche acabo de recibir tus sentidas y lastimosísimas cartas fecha 19 de diciembre y 16 de enero. En la primera me das cuenta detalladamente de la terrible desgracia de nuestro buen padre, ocasionada por los bárbaros españoles… yo te juro, Adolfina mía, que he de vengar la muerte de nuestro bueno y querido Pedro; la he de vengar pero de una manera digna y honrosa”.
El 13 de marzo se hace eco de algo que lo tortura desde hace algún tiempo: “Adolfina: “aprovecho momentos antes de salir la correspondencia para hablarte de ciertos particulares a que tú, en tu última, aludes. Aquí también se dice que Félix Figueredo envenenó a Pancho Maceo. Éste es el hombre más infame que he visto; es una víbora que siempre trata de hacer daño a Tío Carlos. Lo ha hecho sufrir mucho. A su tiempo lo pagará, a su tiempo”.
De víbora también calificó Máximo Gómez a Félix Figueredo en conversación con Martí (Mayo 7, 1895).
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