Por: Álvaro J. Álvarez
Cuantas veces hemos pasado por este lugar frente al estadio universitario, sin saber por qué se llamaba así, quien fue Carlos Aguirre y por qué le pusieron su nombre a un parque bordeado por las calles Mazón, Valle, San Martín y Aguirre.
Carlos Federico Aguirre Sánchez nació en La Habana el 21 de diciembre de 1901. Su padre Charles Aguirre Santiuste, coronel del Ejército Libertador y miembro de una numerosa familia de mambises que incluía a su tío, el general José María Aguirre. Por este tiempo se desempeñaba como capitán del puerto de La Habana, más tarde fue jefe de la Policía Municipal y embajador cubano en Lima, Perú.
Su madre, Fredesvinda Sánchez Ramírez, era hija de Federico Sánchez Sánchez, un mambí camagüeyano de la Guerra del 68 que tras el Pacto del Zanjón marchó a Tampa.
Allí fue donde nacieron los padres de Carlitos y donde entablaron la relación que los conduciría al matrimonio. No puede decirse que su infancia transcurrió por los cauces habituales de otros niños. Si bien realizó estudios en el Colegio La Salle y luego en la Academia Casado. Hijo único, acompañó a sus padres en los numerosos viajes, en algunos casos por motivos oficiales de su progenitor y cuando contaba con 10 años ya había visitado EE.UU., Canadá, Perú, España, Italia, Francia y Suiza. Ya por entonces residía en la mansión Villa Carlitos, construida en 1919 por el arquitecto Eugenio Rayneri Piedra, ubicada en la calle San Rafael #300 esquina a Ronda y colindaba con la Dolce Dimora de su tía María Luisa, la esposa del coronel Orestes Ferrara Marino, muy cerca de la colina universitaria, otra obra de los arquitectos Govantes y Cabarrocas.
Carlitos gran patinador que tomaba parte en las competencias que se celebraban en el Paseo del Prado. También buen tirador con revólver y pistola y practicaba la equitación.
En agosto de 1919 le fue otorgado el título de Bachiller en Letras y Ciencias en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Pinar del Río.
En septiembre de 1919 ingresó en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana para cursar la carrera de doctor en Derecho Civil. Sus notas fueron brillantes, con calificaciones de sobresaliente en su mayoría, obteniendo 13 Premios Ordinarios para ser respetado por sus compañeros y profesores.
Le gustaba mucho leer y tenía la ventaja de contar con la amplia biblioteca de su tío político Orestes Ferrara.
En muchas ocasiones fue invitado a dar conferencias en el recinto universitario, como la impartida en enero de 1920 en la Cátedra de Historia Moderna sobre el Rey Enrique IV la cual demostró sus conocimientos sobre la historia de Francia. Luego otra sería sobre las Causas de la Revolución Francesa.
Al concluir el primer año de la carrera Carlitos Aguirre viajó a Europa, esta vez sin la compañía de sus padres, recorrió España, Italia y Francia y realizó el vuelo en avión París-Londres, considerado en aquellos días un hecho temerario. Después de consolidar sus conocimientos de italiano, inglés y francés regresó a La Habana y publicó sus impresiones bajo el título “Sensaciones de Viaje” (1921).
Gustaba de refugiarse en la soledad de la torre de su mansión y allí pasaba las horas dedicado a la lectura, a la redacción de sus trabajos, a la meditación, también a esbozar poemas, cuentos y llevar un diario íntimo.
Por las tardes acostumbraba a tomar su auto para ir al Club del Vedado Tenis a practicar esgrima, jugar tenis o departir con otros jóvenes amigos.
Los sábados por la noche los reservaba para asistir a las fiestas y a los bailes que se celebraban en las sociedades de recreo o en casas de sus amigos. Practicaba el Jiujitsu y tomó parte en algunos campeonatos de esgrima. No despreciaba una copa de buen vino. En el recinto universitario de igual modo estuvo presente en protestas y en huelgas estudiantiles. Junto con otros compañeros de aula creó en la Facultad de Derecho la Asociación Vida Universitaria para llevar a cabo actividades culturales y recreativas y por votación resultó electo presidente de esta.
Llama la atención su conferencia “Examen y crítica de las principales doctrinas sociales”, dictada en la Academia de Legislación Industrial y dirigida a valorar distintas corrientes ideológicas como el anarquismo, el comunismo y el fascismo. Al final Carlitos Aguirre llegó a esta conclusión: “Las doctrinas socialistas son, sin género de duda, bellas, magníficas, pero imposibles de ser llevadas a la práctica. No es que creamos, repetimos, que nuestras sociedades sean modelos de perfección y justicia, sino que, por el contrario, comprendemos que están fundadas en la desigualdad y en la injusticia, pero la práctica de estas teorías traería consigo la muerte de nuestra civilización y de nuestro progreso.”
Comenzó a adentrarse en la vida política cubana dentro de las filas del liberalismo, influencia de su tío Ferrara, electo Representante a la Cámara por esta tendencia en varias ocasiones. En aquellos días el Partido Liberal cobraba una notable fuerza en amplios sectores de la población y se vislumbraba como un proyecto renovador capaz de poner fin a la corrupción del gabinete de Zayas.
El 6 de julio de 1923, recibió el título de doctor en Derecho Civil la calificación de Alumno Eminente de la Universidad de La Habana, una beca de viaje con los gastos pagados y el Premio “Lanuza”, que le concedía el derecho a una plaza de abogado de oficio en la Audiencia de la Capital.
Unos pocos días después partió hacia Europa acompañado de unos amigos para disfrutar de su beca. Semanas más tarde sus padres viajaron a París. Carlitos visitó España, Francia y Suiza. En el Palace Hotel, de Saint Moritz, teniendo como compañera a una joven y bella norteamericana llamada Miss Straus, ganó un premio de baile en una fiesta. Junto a ella y a los amigos cubanos viajó a San Sebastián. Desde allí le envió un cable a sus padres que decía: “Mi dicha es infinita, nunca he gozado tanto”. Debía reunirse con ellos en París el 1 de septiembre para regresar juntos a Cuba y entregarse entonces a las labores en el foro y en la política y publicar su segundo libro de viajes.
Sus amigos lo convencieron de que pospusiera su traslado para ir con ellos a Bayona (ciudad francesa situada a 58 km al Noreste de San Sebastián en el País Vasco) a presenciar el domingo 2 de septiembre una corrida de toros a cargo del matador Antonio Márquez Serrano (1899-1988). Al llegar a la Plaza “Las Arenas” compraron boletos para presenciar la corrida, pero una vez allí se percataron de que estaban muy lejos del ruedo y cambiaron sus asientos para estar más cerca de la pista. Antes de comenzar el espectáculo, Carlitos cambió su puesto con un individuo para sentarse al lado de Miss Straus. Se inició la corrida y todo fue normal, el toro herido por las banderillas bramaba y pateaba la arena, hasta que llegó el momento crucial en que el torero se dispuso a clavarle el estoque a la fiera. Entonces ocurrió lo increíble. Espada en alto, el matador se lanzó sobre el toro y le clavó el arma en el testuz. Al sentirse herido de muerte, el animal se sacudió con fuerza y el estoque salió disparado de la herida. En ese momento Carlitos se inclinaba hacia Miss Straus para decirle algo al oído. La espada trazó una parábola en el aire y con macabra puntería se clavó en su pecho y le atravesó la arteria aorta. Ante los ojos espantados de sus amigos, sin entender lo ocurrido, en un instante se le escapó la vida. De forma inexplicable y absurda la muerte se llevaba a un joven de 21 años alegre, inteligente, apuesto, adinerado, culto. De modo inesperado se malograba un talento admirable.
Los padres recogieron el cadáver de su único hijo, luego fue embalsamado y bajo el peso de un dolor inimaginable emprendieron los trámites del regreso a Cuba. Finalmente, el 4 de octubre de 1923 arribaron a La Habana en el vapor Espagne. Durante las dos semanas de travesía no salieron ni por un momento de su camarote. Al puerto acudió a recibirlos y a rendirle homenaje a Carlitos una emocionada multitud que integraban desde los generales Gerardo Machado, Carlos Mendieta y Manuel Sanguily. El Dr. Adolfo Aragón, Rector de la Universidad de La Habana, catedráticos, profesores, estudiantes y simples ciudadanos. Por acuerdo unánime del claustro universitario y del estudiantado el féretro fue expuesto en el Aula Magna, donde el mismo Carlitos había pronunciado un importante discurso meses atrás. Numerosas personas le hicieron guardia de honor, entre ellas sus antiguos profesores y compañeros de aula.
Al atardecer de aquel día su cadáver fue sepultado en el panteón de Orestes Ferrara en el Cementerio de Colón.
Por acuerdo del Ayuntamiento de La Habana se decidió construir un parque en honor de Carlitos Aguirre que sirviese de ejemplo a las futuras generaciones y que estuviese situado muy cerca de su antigua residencia y de la colina universitaria.
El 2 de septiembre de 1924, al conmemorarse el 1er. aniversario de su muerte, fue oficialmente inaugurada esta obra con la asistencia de un numeroso público que integraban, entre otros, el general Gerardo Machado, aspirante a la presidencia de la República.
Años después se erigió en este parque una estatua a tamaño natural de Carlitos realizada por el escultor italiano Giovanni Nicolini.
Debajo en el pedestal dos placas en bronce: la primera muestra un despacho, la segunda, es una figura femenina con un pecho desnudo sosteniendo una espada y en el extremo inferior, se ve el rostro de un hombre con los ojos cerrados.
La inscripción dice:“A Carlos Aguirre y Sánchez tempranamente arrancado a la vida por inconcebible tragedia cuando era vibrante ejemplo a la juventud. La mente vigorosa y fuerte voluntad eran presagio de indiscutible grandeza”.
También fue bautizada con su nombre la calle que bordea el recinto universitario desde San Rafael hasta la Escalinata.
En 1925, Orestes Ferrara publicó bajo el título de “El breve esfuerzo de una mente electa” una extensa compilación de las obras de Carlitos.
Su madre se fue consumiendo en vida y no logró recuperarse nunca de aquel terrible golpe, vistiendo de negro hasta su fallecimiento, visitaba todos los días su tumba hasta morir en 1966.
Cuando los padres de Carlitos regresaron del cementerio y vencidos por el dolor penetraron en el despacho silencioso de su hijo hallaron sobre su mesa de trabajo dos libros que éste había estado leyendo antes de emprender su viaje definitivo: “Las Novelas el Corazón y la Espada” (1914) de Paul Féval y” La Espada del Destino” (1899), de Henry Harman.
¿Coincidencia o Presentimiento?
Nota: Otras versiones dicen que a su amiga Straus le molestaba el Sol y él cambió su asiento con el de ella.
En el parque, la estatua ha sobrevivido, pero todas las inscripciones en bronce han sido arrancadas.
Villa Carlitos, se encuentra hoy habitado por numerosas familias y ofrece un lastimoso estado de conservación.
Información tomada del Heraldo de Cuba de septiembre y octubre de 1923.
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