El frío no solo transforma el paisaje y las rutinas cotidianas, sino que también impacta de forma directa en la salud capilar. En invierno, el cabello se vuelve más vulnerable: pierde hidratación, se quiebra con mayor facilidad y, en muchos casos, atraviesa un periodo de caída más intensa.
Por María Muñoz Rivera
Comprender qué ocurre y cómo actuar resulta esencial para protegerlo durante los meses más fríos del año, y adaptar las rutinas necesarias para cuidarlo y preservar su brillo y fortaleza.
Cuando baja la
temperatura, el cabello lo nota
El cambio de estación activa una serie de mecanismos fisiológicos que afectan al organismo en su conjunto. El cabello no es una excepción. Tras el verano, una parte significativa de los folículos entra en fase telógena, es decir, en la etapa de caída. Este proceso natural explica por qué durante el otoño se pierde más pelo de lo habitual.
A este fenómeno se suman factores ambientales propios del frío. La menor humedad del aire, la calefacción, el viento y los contrastes térmicos debilitan la fibra capilar y alteran el equilibrio del cuero cabelludo. El resultado suele ser un cabello más seco, con menos brillo y mayor tendencia al encrespamiento.
Caída estacional: un
proceso natural que exige atención
La llamada caída estacional forma parte del ciclo vital del cabello. No responde a una patología, sino a un proceso de renovación que se inicia a finales del verano y alcanza su punto álgido en los meses posteriores. Sin embargo, aunque sea temporal, no conviene ignorarla.
Según la doctora Alba Gómez, directora de la Unidad de Medicina Capilar de IMR, “el otoño concentra gran parte de esta pérdida porque el pelo llega debilitado tras meses de exposición solar, sal, cloro y una menor constancia en los cuidados”. De ahí que muchas personas perciban una disminución de densidad, puntas abiertas y una fibra más frágil.
El cuero cabelludo, la base de todo
Proteger el cabello del frío empieza en la raíz. El cuero cabelludo es piel y, como tal, reacciona a las agresiones externas. La sequedad ambiental puede favorecer la descamación, mientras que el uso de gorros o cambios bruscos de temperatura alteran su equilibrio.
Mantenerlo limpio, oxigenado y bien irrigado es fundamental para que el folículo funcione correctamente. En este punto cobran relevancia los tratamientos que actúan directamente sobre la piel del cuero cabelludo, estimulando la circulación y ayudando a crear un entorno saludable para el crecimiento del cabello.
Ronquina: tradición
botánica aplicada al
cuidado capilar
Lejos de ser una novedad, la ronquina es una fórmula con siglos de historia en el cuidado del cabello. Su ingrediente principal, la quina, procedente de la especie Cinchona calisaya, destaca por su riqueza en alcaloides naturales con propiedades antisépticas, astringentes y estimulantes.
Aplicada mediante masaje, la ronquina favorece la circulación sanguínea del cuero cabelludo, activa los folículos pilosos y contribuye a fortalecer el cabello desde la raíz. Además, ayuda a regular el exceso de sebo y a aliviar molestias frecuentes en invierno, como el picor o la irritación.
Su interés actual reside también en su formulación, libre de siliconas, sulfatos y parabenos, y en su carácter vegano. Utilizada de forma regular, se integra como un gesto de cuidado que va más allá de la caída estacional y aborda desequilibrios asociados al estrés, cambios hormonales o agresiones químicas.
Cómo integrar este tipo de tónicos en la rutina
El uso de la ronquina resulta sencillo y compatible con cualquier rutina capilar. Se recomienda aplicarla sobre el cuero cabelludo seco antes del lavado, realizar un masaje para activar la circulación y dejarla actuar unos minutos antes de aclarar y lavar el cabello.
También puede emplearse entre lavados en pequeñas cantidades para refrescar el cuero cabelludo, una opción interesante durante el invierno, cuando la piel tiende a sensibilizarse con mayor facilidad.
Esta alternativa, de la que se posicionan como referentes firmas como Armonía Cosmética Natural, se convierte si es utilizada con constancia en una herramienta poderosa para el cuidado del cabello en general y durante estos meses de cambios de temperatura en particular.
La fibra capilar frente al frío: hidratación imprescindible
Si el cuero cabelludo es la base, la fibra capilar es la gran afectada por las bajas temperaturas. El frío y la falta de humedad ambiental provocan una pérdida progresiva de agua y lípidos, lo que se traduce en un cabello más áspero y quebradizo.
En este contexto, los activos hidratantes cobran especial importancia. La doctora Gómez recomienda incorporar acondicionadores, mascarillas, aceites o sueros que ayuden a restaurar la capa lipídica de la cutícula. Siempre, eso sí, ajustando la cantidad y la textura al tipo de cabello para no sobrecargar la fibra.
Aceite de argán, un aliado
constante en invierno
Entre los ingredientes más valorados destaca el aceite de argán, utilizado desde hace milenios en Marruecos para el cuidado de la piel y el cabello. Su alto contenido en ácidos grasos esenciales y vitamina E contribuye a mejorar la elasticidad del pelo y a protegerlo frente al estrés oxidativo.
Aplicado en medios y puntas, ayuda a reparar zonas dañadas, a sellar la cutícula y a aportar suavidad. Durante el invierno, su uso moderado resulta especialmente útil para prevenir la sequedad extrema y las puntas abiertas, habituales en esta época del año.
Rutinas que marcan la diferencia
Con los primeros fríos es el momento idóneo para recuperar hábitos que se relajan en verano. La especialista de IMR insiste en retomar una rutina cosmética centrada en la hidratación, evitar agresiones innecesarias como alisados o cambios de color intensos y valorar un corte de puntas que elimine daños irreversibles.
Otro gesto clave es considerar un ciclo de nutricosmética capilar de dos o tres meses. Complementos con vitaminas, minerales y aminoácidos pueden apoyar el metabolismo del folículo en la fase de crecimiento, especialmente en periodos de mayor caída.
Herramientas térmicas: uso
responsable en los meses fríos
El frío incrementa el uso de secadores, planchas y tenacillas. Saber elegir y utilizar estas herramientas resulta esencial para no agravar los daños. Se aconseja optar por cepillos respetuosos, desenredar antes del lavado y evitar temperaturas excesivamente altas.
Durante el secado, conviene mantener cierta distancia y no dirigir el calor de forma prolongada sobre una misma zona. El uso de protectores térmicos es imprescindible, al igual que limitar la frecuencia de estas herramientas siempre que sea posible.
No existen dietas específicas que garanticen un cabello más fuerte, pero sí es importante asegurar un aporte adecuado de nutrientes. El cabello es un tejido con alta actividad metabólica y necesita aminoácidos, minerales y vitaminas para crecer con normalidad.
Además, una alimentación rica en antioxidantes ayuda a combatir el estrés oxidativo derivado de ese metabolismo intenso. Frutas, verduras y alimentos frescos desempeñan un papel relevante en el mantenimiento de la salud capilar..
La caída estacional suele ser temporal y no prolongarse más de dos meses. Si se alarga en el tiempo, es más intensa que en otros años o se acompaña de síntomas como dolor, picor persistente o zonas despobladas, conviene acudir al dermatólogo.
Diferenciar una caída estacional de una alopecia incipiente es clave para actuar a tiempo. En esta última, el cabello se afina progresivamente y la raya del peinado se ensancha, señales que requieren valoración médica.
Cuidar hoy para fortalecer
mañana
Proteger el cabello del frío no implica acumular productos ni seguir rutinas complejas. Significa comprender qué necesita en cada estación y actuar con constancia. El otoño y el invierno pueden convertirse en una oportunidad para reforzarlo, devolverle equilibrio y prepararlo para el siguiente ciclo de crecimiento.
Con información rigurosa, gestos adecuados y una visión global del cuidado capilar, atravesar los meses fríos sin consecuencias visibles es no solo posible, sino recomendable.







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