Bacardí y su Edificio en La Habana

Written by Alvaro Alvarez

28 de enero de 2025

Por: Álvaro J. Álvarez

La Primera Guerra Mundial trastocó el cultivo de remolacha azucarera en Europa, al tiempo que la demanda de azúcar para fabricar alcohol con fines bélicos crecía enormemente, por lo que el precio del azúcar se disparó. Esta situación le dio a Cuba una repentina y gigantesca bonanza, el cultivo de la caña de azúcar creció enormemente, incluso a costa del patrimonio forestal, y dinero, mucho dinero, llegó a Cuba en la llamada Danza de los Millones. Pero luego terminó la guerra, en pocos años el mercado azucarero volvió a la normalidad, los precios se desplomaron, y La Isla vivió una grave crisis económica.

En 1838, cuando no existía en el país una sola industria bien organizada, salvo la compra y venta de esclavos, el inglés John Nunes instaló en Santiago de Cuba una humilde destilería, con el propósito de aprovechar las melazas en la preparación de aguardientes que le permitieran competir con los que sus otros compatriotas producían en Jamaica y Martinica.

La instalación del alambique era pobre, desvencijada, miserable, pero Nunes, intentándolo e intentándolo, consiguió vender sus licores en las ciudades del Este primero, luego en toda La Isla y después despachar a los mercados europeos y americanos pequeños embarques, entonces sin ninguna marca industrial que los distinguiera.

Nunes dirigió su fábrica con relativo éxito durante 24 años, pero sin que sus productos cruzaran con éxito la frontera.

El 4 de febrero de 1862, Facundo Bacardí Masó (1809-1886) decidió adquirir la modesta fábrica. Era un catalán como los hay, de inteligencia clara, energía vibrante y voluntad fuerte, disciplinada y trabajadora. 

Facundo se casó en 1843 con Amalia Lucía Victoria Moreau Grandchamp (1822-1896) y tuvieron 6 hijos: Emilio (1844-1922), Juan (1846-1852), Facundo (1848-1926), María Magdalena (1851-1852) José (1854-1907) y Amalia Lucía (1863-1907).

La Compañía Bacardí cultiva el recuerdo de todos los antecesores, por eso hay datos elocuentes sobre el desempeño laboral de Facundo durante los primeros tiempos de la reorganización.

Como si adivinara que su apellido iba a ser famoso en el mundo se dedicó por completo a perseguir el secreto que le permitiera elaborar algo perfecto, algo que superara todo lo que conocía y se podía crear, a base de melaza.

No tardó mucho en lograr su objetivo. Después de una minuciosa experiencia, pudo obtener unas muestras destiladas, filtradas, desconocidas, únicas, de un aguardiente diferente, de un ron supremo, que había de cubrirlo de gloria y riqueza en pocos años, invadiendo triunfante toda la redondez de la tierra. Fue de esta manera y gracias principalmente a la inventiva, al tesón y a la fuerza de Facundo Bacardí, como aumentó su fama el Ron Bacardí, ese ron que era en Cuba el tercer producto nacional, en calidad y cantidad, sin nada ante él que no fuera el azúcar y el tabaco. 

Facundo Bacardí fue quien puso las bases de esta marca industrial y de esta formidable empresa, que constituye, sin discusión, la entidad industrial que dio más prestigio y rédito a su país, por ser enteramente criolla y estar vinculada a esta tierra totalmente, espiritual y económicamente.

El plan general estaba trazado y la ruta a seguir claramente determinada. Cuando falleció el primer Bacardí, lo sustituyeron otros miembros de la familia.

Todo se renovó: alambiques, filtros, rectificadores y el edificio. Las últimas creaciones de la mecánica en materia de destilación y calidad de alcoholes se trajeron e instalaron en Santiago de Cuba. 

La demanda del Ron Bacardí era ya grande en Cuba y en el extranjero su nombre era ya tan famoso que todo sacrificio e innovación por parte de los sucesores de Facundo fue siempre insuficiente.

La fama del Ron Bacardí, con su sabor muy personal, habían logrado eliminar los defectos de los otros rones porque habían descubierto cómo hacerlo de la manera correcta.

La fama de Bacardí siempre fue de la mano de las mejoras de la Casa, pasaron 30 años de constante renovación, de incesante crecimiento, de fructífero y grandioso desarrollo. En esa época de prosperidad industrial, jamás vista en Cuba, crearon los tres tipos de ron: Ron 1873, Carta Blanca y Carta Oro, que sorprendieron y maravillaron a los bebedores de todo el mundo, quienes desde entonces están empeñados en consumir solamente Bacardí.

La realidad nos dice, nunca hubo en algún país un Ron como el de Bacardí, ni siquiera parecido. Los que se fabrican fuera de Cuba, al no poder contar con la melaza de caña cubana, no pueden lograr igualar la calidad de Bacardí y los que se destilan en Cuba no poseen el secreto que los químicos de Bacardí han logrado.

Por eso Ron Bacardí ganó medallas de oro, diplomas y cuantos premios se hayan imaginado en exposiciones universales de Filadelfia en 1876; Barcelona, 1888; Madrid, 1877; Matanzas, 1881; París, 1889 y 1900; Chicago, 1883; Búfalo, 1901; Charleston, 1902; Burdeos, 1895; Saint Louis, 1904; La Habana, 1911; Panamá, 1915, y la última en San Francisco, California.

El jovencito Facundo Bacardí Moreau sembró una mata de coco frente a la fábrica y la leyenda decía que mientras existiera la mata la compañía también.

Después de la guerra del 95, instaurada La República, el triunvirato formado por los hermanos Emilio y Facundo Bacardí Moreau y su cuñado Enrique Schueg Chassin (1863-1950) tres figuras a quienes se le debe el éxito, por las grandes y audaces reformas que convirtieron la Casa Bacardí en una fábrica admirable.

Construyeron nuevos edificios de oficinas en la casa solariega, levantaron otro palacio para los alambiques, levantaron grandes y costosos almacenes, instalaron calderas de 150 caballos de fuerza, tanques de 50,000 litros, enormes filtros, probadores automáticos, fastuosos laboratorios, máquinas para llenar botellas y jarras y seleccionaron y movilizaron un ejército de empleados idóneos para atender todo, quienes en la Casa Bacardí constituyen una gran familia, cercana y cariñosamente identificada.

Abrieron sucursales en La Habana, en América del Norte y del Sur, en Europa, con valiosos centros de publicidad y no siendo ya suficiente el mundo civilizado para la difusión de Bacardí, comenzaron a penetrar en los mercados de Oriente, los de Oceanía y los de las colonias africanas, para las cuales todavía hacen considerables envíos de Ron. Eso creó un mercado en toda la redondez de la tierra, nunca se pone el sol.

Como era tanto el desarrollo y la demanda lograda, Emilio Bacardí y Enrique Schueg comprendieron que había llegado el momento que ellos dos no podían ocuparse solos del desarrollo de todas las energías de la firma y que era urgente rodearse de nuevos hombres para dirigir y promover la difusión de Bacardí.

Pronto los encontraron y fue dentro de la misma familia. Acostumbrados al éxito rotundo, a la exactitud constante, los señores Bacardí y Schueg seleccionaron pronto, dentro del mismo personal que tenían a su disposición, a las personas calificadas para ayudarlos en su gran obra, a las que, por cierto, podían compensar con creces los esfuerzos con los que habían contribuido durante años al esplendor de la casa.

En 1893, Enrique Schueg se casó con Amalia, la hija menor de don Facundo y tuvieron a Enriqueta (1899-1975) quien en 1922 se casó con José “Pepín” Bosch Lamarque (1881-1994) (al final de este escrito y por su importancia, me veo en la necesidad de explicar quien fue Pepín Bosch).

En 1919 se constituyó la corporación Compañía Ron Bacardí, bajo la presidencia de Emilio, la bandera de la empresa, cuya muerte nunca lamentaron bastante. Se adquirió entonces la fábrica de cerveza y hielo que estaba situada en las tierras de “Jesús María”, para ponerla bajo la tutela y exigente organización de las instalaciones de Bacardí. Esta fábrica era la Santiago Brewing Company fundada por Eduardo Chibás Guerra (1869-1941) el padre del líder ortodoxo Eduardo Chibás Ribas (1907-1951) esto permitió ampliar el área de destilería del Ron Bacardí y luego en 1927 se unieron en un proyecto común, la Compañía Ron Bacardí SA y los Cerveceros de Santiago Brewing Company, lanzando al mercado la Cerveza Hatuey. 

En ese mismo año compraron un vapor de gran tonelaje y varias goletas para el transporte de cabotaje de los productos de la casa y se reforzó el personal técnico de esta gran fábrica de licores, de modo que el perfecto engranaje de la fábrica, el sistema de venta y promoción del ron  no adoleciera de un solo defecto.

Todo marchaba sobre ruedas. Los hechos demostraban a diario que la grandeza industrial se podía alcanzar en Cuba, siempre que se quiera y se sepa trabajar con constancia. La Corporación Bacardí ya no era sólo la creadora del tercer producto nacional, era también la mejor y más poderosa industria cubana, tal vez la mayor de América Latina, y era, sobre todo, una fuerza positiva de la nación cubana, un verdadero orgullo para la República de la Estrella Solitaria.

Pero la muerte, se llevó en 1922 a Emilio Bacardí y aunque este triste acontecimiento no tendría ninguna consecuencia para la Casa en el orden económico ni en la marcha triunfal de sus productos, su irreparable pérdida turbó a todos, privándolos de sus fecundas inspiraciones y de sus nobles consejos, tardando mucho tiempo en llenar el vacío que dejó Emilio.

Emilio tuvo muchos contactos con José Martí en Nueva York en 1892 y en 1901 fue electo el alcalde de Santiago de Cuba. Fue deportado dos veces a España por su posición independentista. 

La Compañía Ron Bacardí tenía un capital de $3,500,000, exportaba cada año no menos de ½ millón de productos cubanos. Solamente por sus fábricas pasaban por la Aduana de la República artículos de importación por valor de $500,000. Estas cifras, por si solas, demostraban que en Cuba también había hombres capaces y que, luchando honradamente, un cubano tenía derecho a llegar a la cima del éxito.

Bacardí contaba con 1,416 obreros y 546 empleados.

El Edificio Bacardí está en la Avenida de Bélgica (Monserrate) entre Empedrado y San Juan de Dios. ​ Se trata de una joya del Art Deco.

En 1929 se convocó un concurso entre destacados arquitectos de la época y con un premio de $1,000 para el ganador, el jurado formado por estos cinco: Enrique W. Schueg Chassin y los arquitectos Leonardo Morales, Enrique Gil, Emilio de Soto y Pedro Martínez Inclán.

El proyecto ganador fue el presentado de los arquitectos Rafael Fernández Ruenes, Esteban Rodríguez Castell y José Menéndez Menéndez, este último, además, era ingeniero.

La construcción estuvo a cargo de la firma Arellano y Mendoza, quienes la obtuvieron mediante subasta y se les pagó $499,675 además de una adición de $121,325 por el equipamiento, ascensores, herrajes, turbinas, etcétera.

Los trabajos de construcción se ejecutaron por la compañía Grasyma de Wansiedel, Baviera de Alemania.

El 6 de enero de 1930 comenzaron la construcción y cuando se encontraron problemas en el suelo, se vieron obligados a emplear 500 pilotes de madera de jiquí y de júcaro negro, para fortalecer la base del edificio. En noviembre de 1930 el edificio estaba terminado y durante bastante tiempo fue el más alto de la capital cubana. 

De sus 12 pisos, 5 de ellos dedicados a oficinas para alquilarlas, con un área rentable de 558 m².

El resto eran utilizados por la propia compañía Bacardí.

El edificio ocupa una superficie de 1,320 m², construido en acero y hormigón. El hormigón usado en la obra fue calculado para una resistencia de 2,700 lb por pulgada cuadrada.

La fachada está recubierta de granito rojo de Baviera, terracota y ladrillos prensados. Presenta una volumetría maciza, en la que el cuerpo central se va escalonando a media que asciende hasta llegar a la torre que lo identifica, y sobre la cubierta, a cuatro aguas, se ubicó el murciélago símbolo de la compañía Bacardí en bronce, apoyado en un poliedro de vidrio con armadura de metal que se iluminaba desde dentro. Su diseño, en forma de pirámide escalonada o zigurat, asume el azulejo como elemento decorativo proveniente del modernismo catalán y brinda al edificio un efecto cromático único.

El primer piso ocupa una superficie de 1,075 m² y 7.25 m de altura. El pórtico, las paredes, el piso y el techo está revestido con granito rosado de Baviera. Los dos vestíbulos se cubrieron con mármol natural hasta el techo de color verde, usado por primera vez en Cuba. Los materiales llegaron a Cuba importados de Alemania, Suecia, Noruega, Italia, Francia, Bélgica y Hungría.

El Hall de acceso se decoró en su exterior con mármol de color rojo vino, como símbolo de las mieles roneras. En los pisos superiores se utilizó loseta de gres cerámico de color amarillo brillante, representando a los rones blanco-dorados que le dio a la prestigiosa firma fama internacional. La planta alta y la torre central muestran un cuidadoso diseño de tejas policromadas que alternan franjas azules y de color pardo, con paneles decorados.

Se le incorporó una cisterna con capacidad para 8,700 galones de agua y se bombeaba a un tanque situado en la torre con capacidad para 4,800 galones. Disponía de 4 ascensores, 2 para visitantes con capacidad para 10 personas que viajaban a una velocidad de 350 pies por minuto, el tercero para el transporte de muebles, con una capacidad de 4,000 libras y el cuarto conectaba el sótano y el primer piso para transportar mercancías.

El 14 de octubre de 1960, Fidel Castro, el gánster que nunca trabajó y siempre fue un cobarde pistolero, se robó la empresa que durante 98 años y 8 meses (36,036 días) había sido el sustento de miles de familias cubanas y un orgullo para toda la población cubana. Después de ese día la mata de coco se secó.

El padre de Vilma Espín Guillois era José Espín Vivar subdirector gerente, contador, accionista y miembro de La Junta Directiva de Bacardí.

Los presidentes de Bacardí fueron: Facundo hasta su muerte en 1886, luego Emilio hasta su muerte en 1922, el tercero fue Enrique Schueg hasta morir en 1950, el cuarto y último fue José María Bosch (Pepín) hasta 1976.

En 1922, Pepín Bosch se casó con Enriqueta Schueg Bacardí. En la década de 1930, Bosch donó mucho dinero para ayudar a financiar el levantamiento contra Gerardo Machado que culminó en la Revolución de agosto de 1933. En 1950 fue Ministro del Interior y luego de Finanzas del presidente Carlos Prío Socarrás. 

Llegó a obligar que la propia familia del presidente pagara sus impuestos atrasados. La revista Time lo llamó “el mejor Ministro de Finanzas que Cuba haya tenido jamás”.

El 9 de diciembre de 1958 cuando William Pawley se entrevistó 3 horas con Batista, Bosch era uno de los cinco cubanos que se quedarían en el poder si él aceptaba dejar el poder y se iba de Cuba. Batista no aceptó, pero 22 días después huyó de madrugada y por eso llevamos 66 años de totalitarismo castro-comunista.

Bosch donó decenas de miles de dólares de su propio dinero al Movimiento 26 de Julio. Como fue uno de los que viajaron en el avión con Castro a los EE.UU en abril de 1959 durante el viaje tuvo discusiones con FC, eso le sirvió para avizorar lo que venía, se apartó, sacó registros y las fórmulas Bacardí, dinero y se marchó con su familia en julio de 1959. Logró reorganizar Bacardí fuera de Cuba, cuando murió en 1976, Bacardí era la fábrica de Ron más grande del mundo.

Además de Bacardí, Bosch tenía acciones en: Cervecería Modelo SA, dueña de las fábricas de cerveza y malta Hatuey en Santiago, Cotorro y Manacas, con 364 obreros y 300 empleados. La Corporación Intercontinental de Hoteles, la arrendataria del Hotel Nacional. El Edificio FOCSA y el Club La Torre. El banco comercial The Trust Company of Cuba. Minera Occidental Bosch SA, minas de cobre y plata situadas cerca de Matahambre en Pinar del Río. Motel Rancho Luna en Santiago de Cuba. Petrolera Transcuba, que realizaron perforaciones en la Ciénaga de Zapata, en Jatibonico y Arroyo Blanco.

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