APRENDER FRANCÉS Y APRENDER RUSO EN CUBA, LO QUE VA DE AYER A HOY

Written by Demetiro J Perez

24 de octubre de 2023

La noticia no debe haber impactado sobremanera la vida diaria del cubano de a pie. Allí, el país donde quienes no están en instancia de huir malviven esperando por el guanikiki remitido por quienes ya lo lograron. En efecto, fue en ese ambiente que el gobierno anunció hace pocos días a bombo y platillo la puesta en marcha de un programa mediante el cual se implementará la formación acelerada de profesores capaces de hacer avanzar en la isla el aprendizaje del ruso. A no dudarlo han sonado el clarín y ha llegado la hora de hablar ruso.  El maridaje tan antinatural como indispensable del putinismo con el raulismo está abordando una renovada etapa de consolidación que remite a empeños similares que otrora fueron diseñados a finales de la década 1960. Con los magros resultados que se sabe. En una sociedad cada día más dependiente de las remesas venidas de Jallalía y Niúllol, da la impresión de que se está poniendo en escena otro de esos sainetes de los que el espurio régimen tiene el secreto. Naturalmente el financiamiento que calza el empeño es ruso, corriendo a través de una agencia de Exteriores moscovita cuyo objetivo supongo similar al de hace seis décadas, es decir, colocar picas en el lomo del enemigo yanqui y nutrir el sempiterno proyecto de mantener frente a las costas de Estados Unidos un portaviones hostil de 115 mil kilómetros cuadrados.  

Según informó el libelo Granma, cien profesores cubanos de ruso habrían asistido a un seminario de introducción, paso previo a la próxima creación de una filial permanente en La Habana del Instituto que, en la Federación Rusa, entidad que se ocupa de la difusión internacional de esa lengua.  El ruso habría llegado esta vez, afirman, para avanzar y para asentarse en un país donde no ha prendido jamás, salvo entre minorías que lo han abrazado por razones militares, profesionales o políticas. Por ahora solo las universidades cubanas de La Habana, Oriente en Santiago de Cuba y Guantánamo han mantenido esos estudios y cátedras. Este zafarrancho me hace pensar lo que años atrás supe en cuanto a cómo se iniciaron los estudios a nivel universitario del francés en Cuba.  Otros tiempos, otra población, otras aspiraciones y en definitiva otra Cuba, no de colonialismo económico y político sino de cultura y desarrollo intelectual.

A principios de 1962 asistí a una conferencia en la Alianza Francesa de La Habana sin ser alumno de la academia. Desde el curso que había comenzado en septiembre del año anterior, la Alianza aportaba toda la logística y recursos necesarios para que siguiera funcionando contra viento y marea. Sin embargo, era el gobierno cubano a través de su Ministerio de Educación el que decidía quien podía matricularse y quien no. Desde París la sede de las Alianzas, interesada prioritariamente en evitar la clausura de la antena habanera, obtemperó vergonzosa y dócilmente.  Careciendo de “integración al proceso revolucionario”, yo no calificaba para entrar como alumno. Afortunadamente nada me impedía ir a esperar en la puerta a una amiguita que, habiéndose ella apuntado en el Comité CDR de su cuadra logró ser aceptada. Gracias su complicidad me sumaba discretamente a alguna de las actividades periféricas a los programas docentes regulares de la academia. Fue el caso con una conferencia abierta al público en la cual la directora disertó acerca de ese tema, los orígenes de los estudios del francés en La Habana.  Según recuerdo todo comenzó en 1926, siendo secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, José Braulio Alemán, un general mambí que había sido ayudante del Generalísimo, Máximo Gómez. El ministro alemán comisionó a Roberto de la Torre – joven médico francófono que cuando niño había vivido en Bélgica – la misión de viajar a París para informarse en cuanto a métodos de enseñanza de la lengua de Molière. 

En la capital francesa de la entreguerra, un París que bullía culturalmente a pesar de los pesares acarreados por la Gran Guerra, De la Torre matriculó un posgrado en La Sorbonne, entabló relaciones con profesores y personalidades locales, resultando de sus gestiones y la inauguración en La Habana del Círculo de Amigos de la Cultura Francesa el 6 de diciembre de 1928. Casi simultáneamente, y siempre gracias a la pugnacidad del Dr. De la Torre comenzaron las clases de lenguas vivas en la educación superior cubana, abriéndose en la Universidad de la Habana un Instituto de Idiomas Modernos que incluyó el francés como asignatura. No existía aún la autonomía universitaria, Gerardo Machado era “un presidente normal” y su gobierno a través del ministro del ramo auspició una operación que fue saludada con beneplácito por la sociedad.

Lamentablemente el Instituto cerró muy pronto, en 1930, en medio de las rupturas institucionales que afectaron la vida cubana. La crisis mundial de 1929 trastocó el comercio y la industria en medio mundo. Y cerril como parece haber sido, Machado forzó su prórroga en el poder y con ello comenzaron los desastres en la vida pública cubana que terminaron con el quebrantamiento de la democracia a partir de 1952.  Volviendo a la enseñanza del francés, mientras la Alianza jamás cesó de dar clases a un alumnado relativamente reducido, hubo que esperar a 1947 para que renacieran el Instituto y el Círculo, con lo que recomenzaron los estudios del francés en los niveles superiores. Fueron programados en la Escuela de Filología del Alma Máter. Tal logro fue el resultado de los esfuerzos del destacado educador habanero Juan Manuel Dihigo, presidente del Círculo hasta su fallecimiento en 1952.

De aquella conferencia en la Alianza de Madame Martínez – una francesa aplatanada que habiendo venido a enseñar a la Alianza habanera se casó con un veterinario cubano cuyo apellido adoptó – a la fecha ha llovido y muchas cosas ocurrieron que tal vez serán objeto de otra crónica futura, gracias a documentos que hemos consultado en los archivos franceses de Exteriores.

Mientras tanto queda por ver qué depara el porvenir a este intento gubernamental de hacer tornar los universitarios cubanos hacia el ruso. De todo lo que venga desde 1960 de La Habana y de Moscú he desconfiado siempre. Por el momento mantengo esa actitud de una reserva que por racional obedece a lo que me ha tocado vivir. ¡Spacibo!

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