Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE
Antonio Menéndez Peláez nació a las 6 am del domingo 4 de diciembre de 1898 en Santa Eulalia (Santolaya) una pequeña aldea correspondiente a la parroquia de Riberas a 50 km al este de Oviedo, Asturias y a 300 metros de altitud.
En 1911, siendo un adolescente de 13 años, su madre, Rafaela Peláez Díaz, lo acompañó al puerto de El Musel, en Gijón, y lo embarcó con dirección a La Habana, donde lo estaba esperando su padre Manuel Menéndez Díaz que desde 1908 había viajado a la Isla para trabajar en el comercio de víveres que su hermano José tenía en Prado y Campomanes en Cienfuegos.
El joven Menéndez, inicialmente, se colocó como ayudante en el comercio de su tío, pero, al poco tiempo, sus ganas de aprender lo empujaron a abrir otros campos iniciándose en la mecánica de automóviles, profesión que lo llevó a frecuentes cambios de trabajos, desde un taller de automóviles a mecánico y operario de una grúa arenera, a las labores de mantenimiento de las máquinas de un Central azucarero, a conductor de taxis por las calles de Cienfuegos, para terminar finalmente como lanchero en la bahía y repartiendo leche en el río Damují.
Posteriormente compró otra embarcación mayor y se dedicó al transporte de pasajeros.
Su bautizo del aire fue cuando un americano lo invitó a volar en su avión sobre Cienfuegos.
Desde joven Antonio soñaba con ser piloto, objetivo tremendamente complicado y difícil de poder realizar en Cuba en esas fechas, ya que, por la década de los años 1920, no existía ninguna escuela civil de aviación, estando obligado a viajar para ello a las escuelas de EE.UU. o de Europa, algo imposible en ese momento para sus posibilidades económicas.
La actividad de vendedor ambulante de leche, pilotando su propia embarcación motora por la zona de la bahía de Cienfuegos, resultaba pesada y agotadora pero próspera porque le permitió albergar ciertas esperanzas que lo llevaron a preparar el sueño de su vida, que no era otro que el ser piloto de aviación.
Después de largas deliberaciones y consultas para localizar la escuela de pilotos más accesible económicamente hablando, esta se encontraba en Chicago, pero como Antonio tenía la ciudadanía española, hacía muy complicados en esas fechas los trámites para viajar a los EE.UU., y eso lo obligó en 1927 a obtener la ciudadanía cubana.
A principios de 1929 decidió vender su embarcación y, con los ahorros conseguidos con el fruto de su trabajo y con el apoyo de su tío José, viajó a los EE. UU para inscribirse en la Escuela de Aviación Greer College (2024 So. Wabash Avenue, Chicago) donde tuvo como profesor al instructor de vuelo, el americano Bouhman Smith, quien vio con asombro cómo Menéndez con tan solo 25 horas de vuelo consiguió licenciarse con el título de piloto el 9 de abril de 1931, pese a tener que alternar las clases de vuelo con los trabajos que fue encontrando.
Para coger experiencia como mecánico de aviación, trabajó durante meses como ayudante de mecánico en el mismo aeródromo de Chicago donde recibía clases. Un día la oportunidad le salió al encuentro al enterarse de que, por cuestiones económicas, el propietario de un avión biplano Waco-10, de tres plazas, lo había puesto a la venta, oportunidad que no dejó pasar de largo y, con los ahorros que pudo reunir con sus trabajos y mucha insistencia, consiguió cerrar la compra, y, pese al estado de medio abandono que presentaba el avión, gracias a un grupo de amigos, pudieron ponerlo de nuevo en vuelo.
Ahora ya había conseguido su sueño, era piloto, y tenía avión propio, pero estaba en los EE. UU., y su interior le pedía regresar a Cuba. Estudió la posibilidad de desmontar el Waco 10 y trasladarlo por carretera en camión hasta Miami y desde allí enviarlo por barco a La Habana, pero después de estudiar los costes decidió apostar por ir volando y gracias nuevamente a la ayuda de sus amigos, instaló un pequeño tanque de combustible adicional poniéndolo en condiciones para realizar la travesía.
Su instructor de vuelo, Bouhman Smith, lo apoyó en los preparativos del vuelo a Cuba, aunque tuvo sus dudas pues Menéndez tenía solamente 25 horas de entrenamiento, así antes del despegue le dijo: “Si logras llegar con el mismo tren de aterrizaje y la misma hélice confírmamelo, que te regalaré una medalla de oro”.
Con alguna escala intermedia, voló de Chicago a Miami. Luego cruzó el Estrecho de Florida, logrando realizar el vuelo sin contratiempo alguno. Al llegar a Cienfuegos, puso un telegrama a su instructor en Chicago diciéndole: “Mr. Bouhman, me debe una medalla de oro”, al que Bouhman le contestó con otro telegrama felicitándole por su hazaña y manifestándole su reconocimiento, calificándolo como el Charles Lindbergh cubano.
Con este vuelo de 2,292 km, Menéndez consiguió, con tan solo 30 horas de experiencia de vuelo, realizar su primer raid internacional, volando en solitario desde Chicago a Cienfuegos, donde comenzó a realizar, de forma itinerante, diferentes trabajos aéreos por toda la Isla con los que ganó algo de dinero y pudo acumular experiencia como piloto.
Cuando el avión español Jesús del Gran Poder llegó a Cuba, habían salido de Sevilla, Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima, Ecuador, Panamá, Managua, Guatemala y La Habana, donde llegaron el 17 de mayo de 1929 habiendo recorrido un total de 22,000 km durante 121 horas de vuelo, y siendo el primer avión español en sobrevolar los Andes en sentido Buenos Aires – Santiago de Chile.
Antonio se encontraba inmerso en su viaje a Chicago, por lo que no pudo ser testigo en primera persona de esa epopeya, teniendo que conformarse con vivirla por los periódicos.
El piloto Mariano Barberán, el copiloto Joaquín Collar el 8 de junio de 1933 despegaron de Cuatro Vientos (Madrid) para situar el avión en el aeródromo de Tablada (Sevilla), donde tras una cuidadosa preparación meteorológica, partieron el 10 de junio de 1933 a las 4:40. Emplearon 1,500 m de pista para el despegue, casi la totalidad de la de Tablada. El cruce del Atlántico fue la mayor distancia volada hasta ese momento sobre el mar. Siguieron la ruta prevista con desviaciones mínimas a pesar de una indisposición de Collar: saliendo de Sevilla, Madeira, San Juan, Guantánamo y Camagüey, donde llegaron el 11 de junio a las 20:45 después de 39 horas y 55 minutos de vuelo y 7,895 km.
El avión era un Breguet XIX GR (Gran Raid) Super-Bidón, sesquiplano, con motor Hispano Suiza de 650 caballos y 12 cilindros en V. Fabricado especialmente para la ocasión, ampliando aún más la capacidad de su gran depósito, lo cual dada su posición en el centro de la estructura equivalía casi a rediseñar por completo el avión. Llevaron 5,000 litros de gasolina en 8 depósitos y 200 de aceite. Tenía la cabina cerrada y un panel de instrumentos de vuelo muy completo con instrumentos de motor, dos brújulas, un altímetro, barómetro, reloj, integral de vuelo con anemómetro, indicador de virajes y de inclinación transversal.
Pero cuando el Cuatro Vientos voló de Camagüey a La Habana, las circunstancias quisieron que Antonio Menéndez se encontrara también en esta ciudad cubriendo una plaza de copiloto de las aeronaves trimotores Ford, de la Compañía Cubana de Aviación y fuera testigo del recibimiento que los habaneros dedicaron a los heroicos pilotos, quienes se convirtieron para él, tras su fatídica desaparición el martes 20 de junio de 1933 sobre territorio mexicano, en el motivo principal para proyectar y realizar su mayor sueño: “volar a España, el país en el que había nacido, en vuelo de devolución de visita y agradecimiento a los valientes pilotos españoles por haber elegido Cuba como destino de sus heroicos vuelos”.
Luego del golpe militar del 4 de septiembre de 1933, Antonio se incorporó al naciente Cuerpo de Aviación de La Marina de Guerra Cubana y allí le propuso a sus superiores realizar el que se llamó un “Vuelo Respuesta” al que habían realizado los legendarios pilotos españoles Barberán y Collar entre Sevilla y Camagüey, los cuales lamentablemente desaparecieron sin dejar rastro en su vuelo de regreso a México.
El vuelo fue aprobado.
Antonio pudo comprarle al millonario americano Alfred Irenee Dupont el avión monomotor Lockheed Sirius que lo tenía accidentado en su finca de Varadero. Este tipo de avión fue volado por grandes pilotos y en grandes vuelos como Charles Lindbergh que lo piloteó por todo el mundo.
Luego de reparado Antonio se lo donó a la Marina para que le hicieran las modificaciones pertinentes, como eliminar el puesto del copiloto para colocarle un depósito de combustible adicional. El motor fue cambiado para un Pratt and Whitney y unos tanques de combustible con 450 galones para poder alcanzar una autonomía de vuelo de 4,500 km.
Por sugerencias del Jefe del Ejército (el verdadero poder detrás del trono) Fulgencio Batista le puso el nombre 4 de Septiembre a su avión.
Tras muchas dificultades, por fin, a las 7 am del domingo 12 de enero de 1936, con más de 10,000 personas presentes, despegó con su avión 4 de Septiembre (construido de madera forrado con un motor WASP Pratt & Whitney de 550 HP, velocidad crucero de 180 mph igual a 290 km y no tenía radio) del aeropuerto de Camagüey con rumbo sur y destino inicial Puerto Cabello y La Guaira, Venezuela, donde fue recibido por el presidente Eleazar López Contreras y hasta colocó una ofrenda floral ante el monumento de Simón Bolívar.
Luego hasta Georgetown en Guyana, tuvo que desviarse hasta Puerto España en Trinidad Tobago para reparar el avión, continuó hacia los pueblos brasileños de Belén, San Luis, Fortaleza hasta llegar a Natal, punto de donde pensaba atravesar el Atlántico.
Cuando aterrizó en el aeródromo de Tablada, en Sevilla, a las 5:28 pm del 14 de febrero, 33 días, 10 horas y 20 minutos después, había recorrido 12,787 km. en diez etapas, para lo que necesitó más de 77 horas y 40 minutos de vuelo, siendo la etapa más larga los 3,200 Km. necesitados para cruzar el Océano Atlántico y pasar de Natal, en Brasil a Bathurst, actual Banjul, en Gambia, proeza conseguida tras 17 horas y 35 minutos de vuelo continuado, volando en solitario a los mandos de un avión de ala baja y cabina abierta, circunstancia que, en opinión de los expertos, realza aún más el mérito de su travesía.
Aunque inicialmente el vuelo estaba planificado en 4 etapas, las duras circunstancias, la inclemencia del tiempo, las fallas mecánicas del aeroplano, malas condiciones de los aeropuertos donde tuvo que aterrizar en 9 ocasiones y por si fuera poco, la zona de tormentas sobre el Océano Atlántico y las tormentas de arena cerca del Sahara Occidental, le obligaron a modificar la ruta inicial.
Como no llevaba radio, Menéndez se vio obligado a confiar en su pericia como navegante y tomó de referencia los barcos en ruta que avistaba desde su aparato.
Entre los peligros por los que pasó, hay que incluir un aterrizaje de emergencia en Guyana por una avería que necesitó 13 días de reparaciones en Trinidad y Tobago, una detención en Belén (Brasil) porque había olvidado su pasaporte en Guyana o la gran tormenta en medio del Atlántico donde tuvo que volar 4 horas prácticamente a ciegas y casi a ras de mar.
La hazaña de Menéndez fue celebrada en España y Cuba como un gran acontecimiento, el protagonista acaparó las portadas de los grandes rotativos y emisoras de radio de la época, siendo aclamado por los sevillanos que, acompañados por su alcalde y autoridades locales, se desplazaron en masa al aeródromo de Tablada, donde su coronel y jefe había dado orden de libre acceso a la base para que la muchedumbre pudiera dar la bienvenida a la ciudad al heroico aviador.
El recibimiento en el aeródromo sevillano de Tablada fue apoteósico y el vuelo constituyó un acontecimiento social de primera magnitud en Sevilla, ya que, desde primeras horas de la tarde, las estaciones de radios anunciaban su llegada e invitaban a la población para que se desplazaran a la Base Aérea de Tablada para recibirlo.
Entre las autoridades y personalidades españolas presentes a pie de pista esperando su llegada, destacaba el propio Contreras, alcalde de Sevilla, quien fue el primero en saludarle al bajar del avión, mientras el piloto era vitoreado por la muchedumbre presente. Además, estaban presentes el Gobernador de Sevilla, el jefe de la Base Aérea de Tablada, el presidente del Aeroclub de Sevilla y el Presidente de la Federación Aeronáutica Española, y representantes de los ministros de Guerra y Marina.
Por parte cubana estuvieron presentes: Pichardo el encargado de negocios de la Embajada de Cuba en España y el cónsul de Cuba en Sevilla.
Lógicamente la prensa y las emisoras de radio no quisieron perderse el acontecimiento de su llegada, y desplazaron a la Base Aérea de Tablada a sus reporteros, fotógrafos y locutores para cubrir el aterrizaje.
Antonio Menéndez era un enamorado de Sevilla y, como no podía ser de otra forma, de su torre más internacional, la Giralda, que fue, según manifestó en las muchas entrevistas que le realizaron, el faro que iluminó su travesía en los momentos más amargos y comprometidos, dándole ánimos y esperanzas cuando jugando con el destino se imaginaba que al final, allá en el infinito, la Giralda de Sevilla le estaba esperando para saludarle. Finalmente, las circunstancias quisieron que, después de muchas peripecias, llegara a Sevilla el día 14 de febrero, Día de Los Enamorados. Por ello, antes de aterrizar en el aeródromo de la Base Aérea de Tablada, sobrevoló la multitud que le estaba esperando y dirigiéndose directamente hasta la Giralda, a la que saludó y dio las gracias por haber sido su talismán, volando en círculo sobre ella antes de proceder al aterrizaje.
Después de aterrizar, el aviador, invitado por el Gobierno de la República, fue hospedado en el Pabellón de Oficiales de la Base Aérea de Tablada y posteriormente invitado por el Ayuntamiento de Sevilla con el tratamiento de huésped de honor de la ciudad, se trasladó al Hotel Alfonso XIII, donde estuvo alojado hasta su partida, el viernes 21 de febrero, con destino a la Base Aérea de Cuatro Vientos, en Madrid.
Durante estos días, tanto los círculos políticos, militares, sociales y mercantiles de Sevilla, se disputaron la presencia del teniente Menéndez, al que agasajaron en lunch, copas de vino, comidas y cenas celebradas en su nombre.
Es curioso destacar que, al igual que Barberán y Collar volaron de Madrid a Sevilla con el Cuatro Vientos para iniciar desde Tablada su vuelo a México, Menéndez también voló con su 4 de Septiembre desde La Habana a Camagüey para iniciar el suyo. Esta circunstancia también se reprodujo cuando Barberán y Collar, tras aterrizar en el aeropuerto de Camagüey, volaron después al aeropuerto de Rancho Bolleros, en La Habana, para ser homenajeados y condecorados por el Gobierno cubano, así Menéndez voló del aeródromo de Tablada en Sevilla al aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid para continuar recibiendo homenajes y condecoraciones.
Una vez en Madrid, el Gobierno de la II República Española le otorgó una serie de medallas y condecoraciones, entre las que destacan la Cruz del Mérito Militar, la Cruz Blanca del Mérito Naval, la Cruz de Oficial de la Orden de la República.
A mediados de abril recibió un cable del gobierno cubano ordenándole que regresara antes de mayo.
El 10 de abril de 1936 fue a su pueblo Santolaya para despedirse de sus padres.
El Lockheed Sirius fue desmontado en el aeródromo de Cuatro Vientos por personal de la Maestranza Aérea y trasladado por carretera al Puerto de Santander, donde junto con Antonio regresaron a La Habana, a bordo del Trasatlántico Cristóbal Colón, a su llegada fue agasajado con múltiples homenajes y ascendido a primer teniente.
El Gobierno cubano le otorgó la Orden del Mérito Naval de tercera clase con distintivo Blanco, la Orden de Honor y Mérito de la Cruz Roja Cubana, y el grado de Caballero de la Orden Nacional Carlos Manuel de Céspedes, la más alta que otorgaba el país en aquella época.
Fue recibido con vítores por una multitud en el Centro Asturiano de La Habana.
Algunos de sus coterráneos recuerdan que Antonio le pasaba listas a su novia Ofelia, lanzándole flores desde su monomotor después de hacer mil piruetas en el aire.
Finalmente, el 13 de abril de 1937 se casó con Ofelia García Brugueras (1920-1984) una cubana de Cumanayagua y tenían un hijo, llamado Antonio, como su padre.
El 29 de diciembre de 1937, a pocos minutos después de elevarse la Escuadrilla Panamericana desde el aeródromo de Cali, Colombia sufrió un espantoso accidente precipitándose a tierra, envueltos en llamas, los tres aviones cubanos, muriendo en el avión Santa María, el Tte. Antonio Menéndez Peláez (de 39 años), el mecánico Manuel Naranjo y el Sr. Ruy de Lugo Viñas, cronista oficial del vuelo; en el avión Niña el Tte. Feliciano Risech Amat y el mecánico Alberto Medina Pérez y en el avión Pinta el Tte. Alfredo Jiménez Alum y el mecánico Pedro Castillo.
Según informaciones recogidas en el lugar del siniestro, se pudo llegar a conocer que los aviadores tomaron la dirección del río Cali hacia arriba, como los aparatos llevaban mucha carga no pudieron tomar la altura suficiente para evadir el peligro. Los testigos oculares aseguraron también que el primer avión que se precipitó a tierra fue el más grande, el Santa María, casi simultáneamente la Niña y por último la Pinta que trataron de regresar al ver caer el Santa María.
El avión Colón piloteado por el Mayor Frank A. Feliz Miranda, dominicano y el mecánico dominicano Ernesto Tejeda Matos venía detrás de la escuadrilla volando a gran altura y no sufrió ningún accidente, llegando a su destino final.
Según las crónicas la llegada de sus restos a Cuba constituyó un impresionante acto de duelo nacional. A sus exequias acudieron Federico Laredo Bru, presidente de la República, altos funcionarios del Estado y Gobierno, así como representantes del cuerpo diplomático acreditado en Cuba. Los cadáveres fueron expuestos en el Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional y se rindieron altos honores militares para ser posteriormente inhumados en el Panteón de las Fuerzas Armadas del Cementerio de Colón.
En Cuba hay dos placas conmemorativas, una en la casa donde vivía en Cumanayagua y la otra en el aeropuerto de Camagüey desde donde despegó. Además, dos calles con su nombre, una en Cumanayagua y la otra en Camagüey.
El Colegio Parroquial María Inmaculada de las monjas Amor a Dios e inaugurado en septiembre de 1957 estaba en la calle Menéndez Peláez de Cumanayagua.
El 11 de octubre de 2011 al conmemorarse el 75 aniversario de su vuelo solitario, en su casa natal en Santolaya se descubrió una placa conmemorativa y se le nombró Hijo Predilecto del Concejo de Soto del Barco. El acto contó con la presencia del alcalde de Soto, Jaime Menéndez Corrales y otros políticos españoles. También estaban los dos nietos del aviador asturiano, Liliam y Lisandro Menéndez y su bisnieto Jesús Antonio, su sobrina Oliva García, sus primos Manuel F. Martínez de Cotollano, Oscar González de los Veneros, Celestina y José Martínez García, (estos dos últimos siendo unos niños, estaban en la fotografía junto a Antonio, cuando este visitó su pueblo natal, en 1936, tras la proeza realizada).
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