El camino de la acción (II)
CASTRO ATACA Y DA EXPLICACIONES
Fidel Castro está histérico. Por eso, aviones MIG cubanos dispararon “probablemente por error” el 28 de marzo al buque mercante norteamericano “Floridian” cuando éste navegaba por aguas internacionales al norte de las costas de Cuba.
El ataque se había producido a las 6:35 de la tarde “ahora manteniéndose los aviones a no más de 200 pies sobre la superficie del mar” disparando continuas ráfagas de ametralladoras sobre la embarcación que mantenía enarbolada la bandera norteamericana.
Quince minutos después ya estaba Castro ofreciendo explicaciones al gobierno norteamericano. Explicaba Castro que en horas de la tarde aviones cubanos “habían descubierto un pequeño barco de 55 pies a unas 25 millas al noroeste de Cayo Fragoso en la provincia de Las Villas. Se había presumido que podía ser un barco pirata”. Castro había “confundido” un pequeño barco de 55 pies con el barco mercante Floridian de 360 pies de longitud que navegaba con la bandera americana en el asta.
El Presidente Kennedy conferenció con el Secretario de Estado Dean Rusk. Ambos consultaron con la Comisión Ejecutiva del Consejo Nacional de Seguridad Nacional que se reunió en sesión plenaria. Fue un momento tenso.
Castro fue pródigo en explicaciones. Dos horas después el gobernante cubano, personalmente, se dirigía a la embajada suiza (que atendía los asuntos norteamericanos) y ésta a Robert A. Hurwitch explicando que “el ataque a la embarcación había sido no intencional y un error… y que si el Departamento de Estado deseaba enviar una nota formal de protesta sobre el tema el gobierno cubano ofrecería todas las explicaciones necesarias”.
Kennedy aceptó que “probablemente el MIG cubano había disparado por error”.
Coinciden los ataques de los grupos comandos con la creciente desaparición en la isla de barcos y armas. Tan preocupante se torna la situación que Raúl Castro, en su condición de Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, se ve obligado a exteriorizar una seria advertencia a sus mandos militares. No sólo se da a conocer en la prensa diaria (Revolución, Hoy, El Mundo) el 28 de marzo (1963) sino, también, en la revista “Verde Olivo”, órgano de las fuerzas armadas.
La comunicación va dirigida “a todos los Instructores Revolucionarios, a todas las tropas de nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias”. Dice la advertencia que Raúl ha sido informado de “invitaciones que se han hecho para robar armas, parque, incluso embarcaciones, bajo el aparente noble propósito de emprender supuesta acción revolucionaria en otros países de América Latina”. Por supuesto, visiblemente preocupado e irritado, ordena realizar las investigaciones necesarias para “identificar a los iniciadores de tales actividades ilegales y condenables”. Se hace una clara admonición:
“Todo miembro de las Fuerzas Armadas Revolucionarías y todo civil que se sorprenda en estas actividades, recibirá el castigo que se merecen tales actividades aventureras, irresponsables y comprometedoras a los intereses de la nación”.
MARZO DE 1963. SE CUBRE DE
SANGRE EL SUELO CUBANO
Para conmemorar un nuevo aniversario del ataque al Palacio Presidencial, Castro tenía anunciada su comparecencia en un acto público a celebrarse en la Universidad de La Habana. Cubanos anticastristas coordinaron esfuerzos para realizar un atentado. Detectada la operación por Seguridad del Estado, fueron detenidos Luis David Rodríguez González, del MRR; Ricardo Olmedo Moreno, de la Agrupación Montecristi; Tomás Sobrado Martín, Coordinador de Unidad Revolucionaria; José Zamora Sosa del MRR; José Martínez Valdés, que había operado con Tomás San Gil y Raúl Prado Sardiñas.
Es esa la sucinta versión oficial que recoge Luis Báez, periodista al servicio del régimen, en su obra, editada en Cuba, “Guerra Secreta”.
La verdadera historia es otra. Más compleja, más sangrienta.
“Los compromisos contraídos” dificultan, en los primeros meses de 1963, la lucha interna. Con el celoso cerco de las armadas norteamericanas y británicas se entorpece el aprovisionamiento de los que se encuentran alzados en la provincia de Matanzas y en el Escambray. Se hace difícil, también, la coordinación de las antiguas organizaciones clandestinas que han sido diezmadas.
Pero el cubano se niega a desistir de la lucha. Desde finales del año anterior ya habían comenzado a trabajar coordinadamente organizaciones que agrupaban a miembros de la resistencia urbana y a grupos alzados, principalmente en las provincias de Matanzas y Las Villas.
Dos de estas organizaciones eran la Resistencia Cívica Anticomunista (RCA) y el Frente Interno de Liberación (FIL). Ocupa la coordinación militar del RCA, Ricardo Olmedo, de gran prestigio entre las filas revolucionarias por haber participado el 13 de marzo 1957 en el Asalto a Palacio en cuya operación resultó gravemente herido. El Coordinador Civil de la organización era Luis David Rodríguez, de larga y probada trayectoria revolucionaria frente al régimen castrista. En la etapa anterior a la Crisis de los Cohetes, Luis David había sido asignado a la Sección de Acción y Sabotaje dentro del MRR donde había actuado junto a los hermanos Alfredo Quesada (Malacara) y Antonio Quesada que se habían alternado como jefes de acción del MRR en La Habana, y con Enrique Murgado, con quienes participa en distintas acciones.
La Coordinación Militar del Frente Interno de Liberación (FIL) la ocupa Jorge Sánchez-Villalba, que había sido Coordinador Nacional de la “Juventud Anticomunista Revolucionaria” (JAR) y, a fines de 1962, había ocupado la jefatura nacional de acción de Unidad Revolucionaria. El Coordinador Civil del FIL era Luis O. Vizcaíno.
Saben que no podrán contar con ayuda del exterior pero tienen los hombres y las armas necesarias para realizar el plan que ya, a fines de noviembre, están elaborando.
Llegaba ese mes Luis David Rodríguez de entrevistarse con Tomás San Gil, jefe de uno de los grupos más activos que se encontraban alzados en el Escambray. Sánchez-Villalba se había reunido con Pedro Sánchez González (“Perico Sánchez”), de Jagüey Grande quien, junto a sus hijos Pedro y Ramón, Juan José Catalá (Pichi), Juanito Sosa y otros se mantenían combatiendo en las lomas de la provincia de Matanzas.







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