Por José “Chamby” Campos
Vivimos en una ciudad que es extremadamente fértil en cuanto a deportes se refiere. Así sea béisbol, baloncesto, football americano o cualquier otra actividad atlética, Miami siempre ha estado bien representada. No estoy hablando de las estrellas que llegan a nuestra comunidad contratadas por los equipos profesionales como Adebayo con los Miami Heat o Messi con el Inter de Miami o en el pasado Dan Marino con los Miami Dolphins.
Me refiero a los atletas que nacieron o crecieron y se hicieron en esta área. Niños y jóvenes, productos de los terrenos locales donde incurrieron por primera vez en el juego.
Andre Johnson, nació el 11 de julio de 1981 y su infancia fue bien desafiante ya que creció en un hogar con mucha inestabilidad familiar. Su abuela proveyó el hogar y su mamá Karen, tuvo que asumir el rol de proveedora principal a muy temprana edad. Ejerció en varios empleos donde muchas veces eran múltiples en el día. Dentro de estos trabajos estuvo empleada por la junta escolar mientras se mantenía en la Reserva del Ejército.
El amor de su abuela y el esfuerzo de su madre nunca han desaparecido del humilde atleta el cual lo ha mencionado en numerosas ocasiones.
Aun siendo pequeño, Andre mostró un gran interés por el fútbol americano. Desde el portal de la casa de su abuela se deleitaba con los partidos de los Miami Dolphins que podía ver en la pantalla gigante del estadio.
A los seis años comenzó a jugar en las calles de su vecindario y aunque era un niño bien reservado su talento se podía observar. El football a pesar de ser un juego violento le permitió abrirse y hacer amigos.
Debido a su noble carácter y el nivel que en ese momento tenía el programa de Miami High School, un amigo de la familia recomendó que Andre cambiara de colegio y se dirigiera a la escuela situada en La Pequeña Habana. La persona que hizo la recomendación fue Richard Crump, ex jugador de Miami High, quien llegó a ser una estrella en la liga canadiense y es una leyenda viviente de football entre los afroamericanos.
Para poder llegar a su nuevo colegio, Johnson tenía que tomar dos ómnibus los días que no conseguía quien lo pudiera llevar. El cambio de colegios y el desafío que presentaba el poder estar presente en clases definieron el futuro de Andre.
Durante su tiempo en Miami High se destacó en varios deportes como el baloncesto y el atletismo; pero fue en el football americano donde su nombre era codiciado por las grandes universidades del país.
Al graduarse en 1999 dejó una estela de estadísticas digna de una estrella. Ese último año acumuló 908 yardas y 15 touchdowns por medio de las 31 atrapadas. Colmado de premios tanto locales como nacionales fue bombardeado con cientos de ofertas por diferentes universidades del país, finalmente optando por quedarse en La Universidad de Miami (UM), lo cual le daba la oportunidad a que las dos mujeres más importantes de su vida pudieran presenciar los partidos en persona.
Su estadía de tres años en el campo de Coral Gables ayudó a que Los Huracanes tuvieran una marca de 32 victorias y 5 derrotas. En su última temporada se coronaron campeones nacionales venciendo a Nebraska 37 a 14 en el Rose Bowl de Los Angeles.
En ese encuentro compartió el trofeo del “Jugador Más Valioso” con su compañero de equipo Ken Dorsey. Anotó dos touchdowns a través de pases y obtuvo 199 yardas en total.
Sus cifras finales en el nivel universitario fueron las siguientes: 92 recepciones que culminaron en 1,831 yardas y 20 touchdowns.
Cuando llegó el momento del profesionalismo, Johnson fue el tercer jugador seleccionado en todo el draft del 2003. Los Houston Texans depositaron todas sus esperanzas en el joven atleta que nunca decepcionó. Durante su tiempo en Houston, se convirtió en el receptor más prolífico en la historia de la franquicia, estableciendo récords en recepciones, yardas recibidas y touchdowns. Fue nombrado al Pro Bowl en siete ocasiones; lideró la Liga Nacional de Football, (NFL), en atrapadas y yardas recibidas en dos temporadas.
Al marcharse del estado petrolero jugó brevemente con los Colts de Indianapolis Colts y concluyó su carrera en el 2016 con los Titanes de Tennessee. A lo largo de su faena por la NFL, se despidió con 14,185 yardas, fruto de 1,062 recepciones de las cuales 70 de ellas culminaron en touchdowns. Todas estas marcas lo identifican como uno de los mejores receptores de su generación.
Después de su retiro regresó a Houston, ciudad donde actualmente reside. En adición a su trabajo de asesor especial de su antiguo equipo, el nativo de Miami es una figura presente en actividades benéficas.
Su habilidad para capturar el balón y su tremenda velocidad lo elevaron este pasado tres de agosto al “Salón De La Fama” del Football Americano Profesional, convirtiéndose en el tercer miamense en obtener este honor. A este Pabellón de Estrellas se unen el de La Universidad de Miami que lo indultó en el 2014 y también el de Miami High que le hizo el honor en el 2010.
En su discurso de aceptación a la prestigiosa institución, el noble muchacho que creció en situaciones difíciles no olvidó a todos aquellos que lo ayudaron, prueba de eso fueron las lágrimas derramadas por sus mentores. Recalcó el poder de los maestros y la educación.
Finalmente se despidió diciendo que “Aquel joven callado había triunfado”.
Andre Johnson es uno de esos atletas que verdaderamente se le puede calificar de Súper Estrella.
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