Era un secreto a voces. Ya no más. En México, se rumoraba, sotto voce, los alegados contactos de Andrés Manuel López Obrador con el cartel de Sinaloa desde antes de su llegada a la presidencia. Pero al fin, saltó la liebre, cuando un reporte en ProPublica dio a conocer las relaciones de López Obrador con el cartel de Sinaloa.
De acuerdo con la información ofrecida por esa organización mediática americana, dedicada a la investigación periodística, la DEA encontró evidencias de que el presidente mexicano, ha estado, desde hace varios años, en el bolsillo de los carteles de la droga. Antes de que AMLO llegará a la presidencia en 2018, de acuerdo a ProPublica, agentes de la DEA, descubrieron lo que ellos creyeron ser evidencias substanciales de que, traficantes de cocaína, habían donado cerca de 2 millones de dólares a López Obrador para su primera campaña presidencial.
Este inicial descubrimiento fue corroborado después a través de docenas de entrevistas con funcionarios mexicanos, y americanos, plus documentos oficiales, examinados por periodistas investigadores de ProPublica, que probaban que el dinero fue entregado a ayudantes de López Obrador en el año 2006 para gastos de su campaña, pero condicionado a la promesa de que éste, facilitaría las operaciones criminales de los carteles.
¿Conocía AMLO los pormenores del acuerdo? Aunque el reporte es ambiguo al respecto, es difícil aceptar la ignorancia del viejo político en la “generosa donación”, dado que, los periodistas entrevistadores, afirman que la información obtenida fue basada en extensa cooperación de un ex operativo de la campaña de López Obrador, muy cercano a él, y un informante dentro del cartel. Entonces, pues, siguiendo la pista por un sendero lógico, llegaremos a la premisa de que, si su principal ayudante, o secretario, cooperó en la estructuración del acuerdo, su jefe, tenía que estar, obviamente, al tanto de todo el proceso hasta su final aprobación.
La alegación de que representativos del futuro presidente mexicano negociaran con notorios criminales ha continuado reverberando en los más altos círculos políticos del país, y entre los cuerpos de investigación americanos, incluyendo hasta miembros de la política exterior en México y Estados Unidos, que, por largo tiempo, han estado escépticos en cuanto a la auto proclamada pureza mesiánica de López Obrador.
Para mantener el hilo del tema en su correcta perspectiva, vale la pena recordar el slogan del presidente mexicano a su llegada al poder referente a los carteles: “besos, no balas”.
Siguiendo esta armoniosa y acogedora estrategia, López Obrador ordenó liberar a un hijo del “Chapo” Guzmán luego de haber sido apresado en Sinaloa. En otra ocasión, al ver a la madre de este delincuente narcotraficante, viajando en un carro, incidentalmente, detuvo el carro y fue a saludar a la señora. Son momentos y actos significativos que muestran, curiosamente, como la “casualidad” tiende a unir al presidente López Obrador con los capos de la droga.
El caso, por su potencial efecto en la política regional, despierta la compleja pregunta de qué lejos los Estados Unidos estaría dispuesto a ir, para confrontar la corrupción oficial, que ha sido, en términos concretos, el motor esencial en el surgimiento y auge, de forma exponencial, del tráfico de drogas, no sólo en el país vecino, sino como una fuerza criminal global.
En éste, como en todos los casos de trascendencia excepcional, existen divergentes opiniones.
Para muchos, incluyendo figuras relevantes, dentro y fuera del gobierno estadounidense, no es trabajo, ni obligación, de esta nación, exterminar la endémica corrupción en México, aunque, como en el caso del narcotráfico, afecte en alto grado a la sociedad americana.
Para otros, que no son pocos, es vital, para nuestra seguridad, y la protección de nuestra juventud, presionar al gobierno de México para combatir con firmeza el crimen organizado, e incluso, cooperar en ese esfuerzo con el gobierno vecino, para reforzar el respeto a las reglas de derecho que traería paz y tranquilidad a esa nación agobiada por la violencia.
Pero estos empeños serían inútiles, si no van acompañados de una campaña de limpieza por parte del gobierno, de éste, o el próximo, que, con mano dura, y con la total aplicación de la ley, traiga, al imperio de la justicia, a los traficantes, incluso a los grandes capos de los carteles, a los cuales, evidentemente, el presidente López Obrador no tiene interés en molestar.
Tan pronto como la información tomó vuelo y se hizo del conocimiento general en México, USA, y Latinoamérica, López Obrador inició un plan de defensa para controlar daños, negando lo reportado por ProPublica, calificándolo de difamación. Por su parte, la publicación mantiene la veracidad de su reportaje, insistiendo en la posesión de evidencias para probar su posición.
Ante la difícil situación, López Obrador se dirige a Joe Biden pidiéndole una disculpa, que, de no hacerla, cortaría la cooperación de México sobre los asuntos del tráfico de drogas e inmigración.
Resulta claro, por la absurda naturaleza de su petición a Biden, que López Obrador, como otros muchos líderes extranjeros, no entiende cómo La Primera Enmienda de la Constitución americana trabaja. El presidente Biden no tiene, en modo alguno, control sobre lo que ProPublica dice, o publica. Por lo tanto, el presidente Biden no tiene razón, ni competencia de ninguna índole, para disculparse por los actos de una organización periodística privada e independiente. No le corresponde. Está fuera de su círculo concéntrico. Y es una grandísima estupidez exigir semejante disparate.
El problema del presidente mexicano no es con Biden, ni con Estados Unidos. Su problema es con la organización informativa ProPublica y con la opinión pública de su propio país al que tiene que convencer de que lo publicado es falso, y que él, o su campaña, nunca recibieron esos 2 millones del cartel de Sinaloa.
De lo contrario, el predicador de los credos redentoristas y de la conducta mesiánica, no podrá ser redimido.
BALCÓN AL MUNDO
Tucker Carlson, que de periodista tiene poco, y de propagandista alabardero tiene demasiado, está en este momento en Moscú para entrevistar a Vladimir Putin. ¿Quién habrá iniciado la componenda? Posiblemente Tucker, porque Putin no quiere contacto con ningún periodista independiente de Estados Unidos. Pero Tucker, no pertenece a esa lista, y por lo tanto es aceptable para el dictador ruso. Vamos a ver cuántas mentiras sobre la guerra en Ucrania nos trae Tucker Carlson, como vocero de Putin.
¡Ah!, y de paso, ya que está sirviendo la campaña propagandística de ese sujeto terco y despiadado, a ver si lo convence de que libere al periodista Evan Gershkovich, que lleva 320 días preso sin haber cometido algún delito.
He ahí la diferencia entre dos periodistas americanos, y el desigual tratamiento que reciben del mismo esquizofrénico mandatario.
Bien hizo Fox en despedir, echar a la calle, a este farsante por mentiroso y falto de ética profesional.
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La ciudad de Dearbon, en Michigan, es la más poblada en Estados Unidos, de gente del Oriente Medio, y donde más musulmanes residen. Y, por ende, no es de extrañar que el 90% de ellos apoye activa, y vociferadamente, al grupo terrorista Hamas. El periódico The Wall Street Journal publicó un artículo destacando estas cosas y los musulmanes de Dearbon se enfurecieron.
Y allá se fue Biden a pasarles la mano para que no crearan disturbios. Pero en su discurso, el presidente olvidó el nombre de Hamas, como viene ocurriéndole en cada discurso que pronuncia. Siempre se le queda algo en el tintero. Pero, con todos estos baches en el camino, todavía quiere otros cuatro años.
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Lo de Cuba no tiene remedio. Nunca lo ha tenido. ¿Cuándo el comunismo ha sido remedio de algo, o para algo?
El tan esperado y cacareado “paquetazo” con desmesurado aumento en todos los productos alimentarios, la gasolina, el gas y las medicinas, a última hora, fue suspendido. Despidieron al ministro de Economía y otros funcionarios. La culpa, en los países comunistas, siempre es de los individuos, pero nunca del sistema. Por eso no funciona. Tienen las prioridades invertidas. El problema, intrínsicamente, es del sistema, no del individuo. Hasta que la jerarquía comunista cubana entienda este básico concepto, no habrá progreso, de ninguna índole, en la sufrida Isla.
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A Chile no le ha ido bien en las últimas dos semanas. Primero feroces, destructivos incendios en Viña del Mar, Valparaíso, y otras ciudades, con más de mil casas destruidas y más de 150 muertos y miles de millones de dólares en pérdidas. Y luego, la muerte del expresidente Sebastián Piñera, en un accidente, al caer al mar el helicóptero que piloteaba el martes 6 de este mes.
¡Inevitabilidad del destino! diría algún filósofo al azar
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