Por F. J. POHL (†)
Ahora se sabe de cierto que el gran viajero, descubridor y geógrafo Américo Vespucci o Vespucio, que dio su nombre al Nuevo Mundo, nació en Florencia en marzo de 1484 y no en 1451 como erróneamente se había supuesto. Era hijo de Ser Nastagio Vespucci, hombre de distinguida familia florentina, destacado en la política de su ciudad natal, en que cada dos o tres años, en el siglo anterior, algún miembro de aquélla había ocupado un cargo público prominente. Era Américo el tercero de los hijos y le pusieron el nombre de su abuelo. Este niño que nace en el primer año de la nueva era del libro impreso, había de ser la primera víctima notable de impresores poco escrupulosos.
En el colegio fundado para hijos de nobles por su tío Giorgio Antonio Vespucci —sacerdote que gobernaba de renombre en la ciudad por su ciencia y carácter— y bajo su dirección, aprendió Américo a apreciar a Virgilio, Dante y Petrarca, además de mostrarse aprovechado alumno en matemáticas y en latín. Inició también Antonio a su sobrino en las doctrinas de Aristóteles y Tolomeo, encendiendo así en él la ambición de añadir a la suma de los conocimientos humanos, sobre todo, en astronomía, cosmografía y geografía. Esta ambición fue la que decidió la carrera de Américo.
Aseveran los escritores italianos que Vespucio conoció y trató al célebre cosmógrafo florentino Paolo del Pozzo Toscanclli, autor de la famosa carta en que declaraba: «Hay una ruta corta de aquí a las Indias por el océano, una ruta que yo estimo más corta de la que pensáis buscar camino de Guinea… Aún cuando esta ruta no se ha seguido, no está muy lejos atravesando el mar.» Es seguro que su tío le daría a conocer las ideas de aquel sabio que tanto habían de influir en Colón como también en otro contemporáneo de Américo, el omnisciente Leonardo de Vinci.
Otra de las personas qus más influencia ejercieron en Vespucio fue su primo Guidantonio Vespucio abogado distinguido, diplomático y hombre de letras. En 1478 Guidantonio fue enviado a Francia como embajador de Florencia y llevó consigo a la corte de Luis XI, como attaché y secretario privado, al joven Américo, que contaba con veinticuatro años. Américo permaneció dos años en París y durante cae tiempo escribió los informes oficiales de su primo el embajador. Aquel primo fue el más distinguido de los Vespucio; fue prior y dos veces jefe del gobierno de Florencia, en 1487 y 1498.
Con la compañía de su primo Guidantonio, aprendió Américo a conocer a los hombres y a penetrar las maniobras tortuosas de los reyes y las cortes; y cuanta eficacia puede prestar a la diplomacia el poseer un carácter íntegro. Cuando regresó el joven de Francia halló que su padre ocupaba el cargo de canciller del Tesoro y bajo su dirección adquirió nueva experiencia en asuntos comerciales. Al mismo tiempo, se dedicaba a estudiar física, ciencias y otros conocimientos útiles.
Cuando Américo se hizo cargo de la administración de la fortuna de esos Médici, el mayor de ellos, Lorenzo di Píer Francesco, sólo tenia veinte años y el menor, Gliovanni, diecisiete. El deber de Américo consistía en administrar los asuntas financieros de sus jóvenes patrones, llevar los negocios de manera que dieran provecho. La elección de Américo para regentear esta casa Médici habla por si sobre su criterio y carácter. Era un cargo de confianza y responsabilidad.
Mientras, los esfuerzos que dedicaba al beneficio de la firma traían como recompensa el aumento de su propia fortuna. Acomodado ya, sobrándole dinero, Américo se dio el lujo de coleccionar mapas y libros relacionados con la cosmografía y la astronomía.
A principios de 1492 encontrábase Américo en Barcelona, en marzo se hallaba en Cádiz y a fines del mismo mes en Sevilla, donde estableció su residencia. Habíase efectuado entre tanto el primer viaje de Colón y el consiguiente descubrimiento de tierras al otro lado del océano Atlántico.
En el verano de 1493, Colón y Vespucio se encontraban en Sevilla. El Almirante de las Indias preparaba, en la cumbre de su gloria, una gran flota de tres transportes y catorce carabelas en que irían mil quinientos hombres ansiosos de emprender el viaje a la India. Es probable que como otros mercaderes, Américo invertiría dinero en esta segunda expedición de Colón y que sus negocios por entonces los pusieran en contacto personal con su compatriota. Otro italiano, a la sazón en Sevilla, que es de presumir se encontraría con Colón, era el valiente Giovanni Caboto.
El tercer viaje de Colón convenció a Américo de que hacia falta otro tipo de explorador, distinto al fantasioso genovés, más realista que él. La ambición prendiera en él a la vista de lo que Colón había intentado hacer, sin conseguirlo; resolvió entonces emprender una expedición por su cuenta. Habiendo decidido hacer un viaje de exploración, le fue relativamente fácil acomodar las circunstancias de acuerdo a su voluntad.
La expedición zarpó de Cádiz el 18 de mayo de 1499. En realidad eran dos los jefes, pues Américo, como dieron a conocer las circunstancias, no estaba obligado a seguir con sus dos barcos en compañía de los dos o cuatro de Hojeda que le acompañaban. Sin embargo, siempre convenía que continuaran juntos todos, por lo menos, hasta ver tierra, separándose luego para explorar la nueva costa siguiendo rumbos distintos.
Existen pruebas abundantes de que fue esto lo que se hizo. Hojeda y La Cosa tocaron la costa de Patria, torcieron hacia el norte y luego marcharon a la Española. Las naves de Vespucio siguieron otro derrotero.
Recorrieron 3,700 leguas en veinticuatro días. El 27 de junio, los vigías anunciaron tierra. Era la primera vez que llegaban europeos a la vista de la costa del Brasil. El lugar era un punto al sur del cabo Cassipore, hacia el norte del Brasil. El arribo de Américo a esas costas precedía al de Vicente Yáñez.
Navegando hacia el sur descubrieron el río más caudaloso del mundo, el de las Amazonas al que dieron el nombre de «Río de Foco Cecho» (río de fuego escondido). Al menos este fue el primer nombre que llevó el Amazonas. Estas experiencias obraron una transformación el Américo. El deseo de acumular riquezas, ya no era su principal incentivo.
En los veinte días que van del 17 de agosto al 5 de septiembre, Américo inventó un sistema astronómico útil para determinar la longitud. Dio con el método de medir la distancia lunar en relación con el tiempo de una conjunción, siendo este el momento en que la luna de movimiento más veloz, pasa delante de un planeta. Más adelante, la extensión del método de Américo fue el sistema aceptado y así continuó por más de trescientos años.
Del norte de Súdamerica, nuestro navegante se dirigió a La Española. Partiendo de la Escancia a fines de noviembre. Américo pasó algunos temporales cerca de las islas Bahamas, ese peligro constante de arrecifes y bancos de arena.
Los hombres que le acompañaban no habían tenido oportunidad de adquirir riquezas. Ahora, «después de casi un año de navegación», le exigían que pusiera fin si viaje. Hubo conferencias y se convino en adoptar la única medida que les permitía cubrir los gastos de la exploración y dejar beneficio: llevar esclavos. Así fue que, acercándose a ciertas islas, capturaron a más de doscientos esclavos.
En el viaje de vuelta con los esclavos emprendió Américo una ruta más hacia el norte que hacia el este. Duró ese viaje sesenta y siete días. Paró en las Azores para abastecer las naves. Navegó luego hacia las Canarias y la isla de Modeira y mediado ya Junio de 1500 llegó a Cádiz.
Desde Sevilla, a donde se trasladó poco después, dirigió a Lorenzo di Pier Francesco de Médici, la famosa carta en que le hace circunstanciada relación de ese su primer viaje al Nuevo Mundo, en busca de un paso hacia el mar de las Indias.
Partió nuevamente Vespucio el 13 de mayo de 1501 con las tres carabelas Sin acercarse a las Canarias siguió hacia el sur y llegó a Cabo Verde. Continuó Américo la travesía del Atlántico, su nuevo concepto de la legua le obligaba ahora a suponer que la circunferencia de la tierra era mayor, y esto le llevó a la convicción de que la tierra occidental que él había aceptado como prolongación del continente de Asia, estaba muy distante del golfo de Ganges. Asimismo siguió esperanzado de encontrar el estrecho que buscaba.
Era el mes de julio de 1502 ya estaba en la isla de Cabo Verde, donde escribió a Lorenzo di Pier Piccaco de Medici una carta con relación de parte de su viaje.
«Llegamos a una tierra nueva, por varias razones que se eran en lo que sigue, observamos ser continente».
Se trataba de un continente desconocido para los antiguos geógrafos pues aún cuando habían creído que había tierra al sur del ecuador sostenían que no podía estar habitada. Era el Muevo Mundo y su descubridor como tal era Américo Vespucio, ya que Colón creyera haber llegado a la India.
Todo esto lo había percibido Américo antes de regresar al puerto de Lisboa. Era una idea de magnitud sorprendente, que concernía no solamente a los portugueses y los españoles sino a todos los hombres.
Este concepto grandioso le compensaba. Por todo eso, no es ninguna estafa que el Nuevo Mundo ostente el nombre de América en honor del primer hombre que lo percibió, lo descubrió como tal mundo nuevo, Y ningún otro hombre de la época estaba tan bien preparado para este descubrimiento.
Con su descubrimiento — el acontecimiento geográfico más importante hecho por hombre alguno— Vespucio revolucionó la geografía, pues del descubrimiento del nuevo continente se deducía el corolario inevitable de que entre el Nuevo Mundo y Asia había otro océano, un océano jamás imaginado por Colón, más grande que el océano ya cruzado.
La convicción de la existencia de un mundo nuevo no se produjo en la conciencia de los europeos por un proceso gradual, aunque tardaron en apreciar las consecuencias de ese hecho. La convicción fue inmediata, con la presentación de pruebas ofrecidas por Américo ea 1502, a los diez años del descubrimiento de Colón. La corte de Portugal los meracaderes, estudiosos y cartógrafos fueron los primeros en aceptar ta verdad, mas en muy breve tiempo la Europa entera tenía noticias del acontecimiento.
Antes que terminara el año en que regresó Américo a Lisboa empezaban los cartógrafos a incorporar su idea magna en los mapas.
Se recuerda a Amerigo Vespucci principalmente porque el continente americano hoy día lleva su nombre, debido a los relatos de viajes recogidos en la Carta a Soderini, que hoy se consideran imaginarios en su mayor parte.
Solo existe consenso sobre su participación en la quinta expedición europea que desembarcó en las costas de Brasil y en el viaje de Ojeda de 1499-1500 que visitó la actual Venezuela, cuyo nombre históricamente se le ha atribuido. Según esa teoría en el hoy conocido como golfo de Venezuela la tripulación de Ojeda observó las viviendas aborígenes erigidas sobre pilotes de madera que sobresalían del agua construidas por los indígenas añú. Dichas viviendas, que llevaban el nombre de palafitos, habrían recordado a Vespucio la ciudad de Venecia en Italia (Venezia, en italiano), lo que le inspiró a dar el nombre de Venezziola o Venezuela (‘Pequeña Venecia’) a la región.
Su trabajo como cosmógrafo es menos famoso. Fue uno de los primeros en describir la corriente del golfo, descubierta previamente por Antón de Alaminos.
Explicó un método para estimar la longitud posicional mediante el estudio de los ciclos lunares y las conjunciones planetarias.
Se ha afirmado también que fue el primero en afirmar que las nuevas tierras descubiertas por Colón no pertenecían a Asia sino que eran un continente aparte, si bien otros autores consideran esta interpretación errónea ya que los escritos atribuidos a Vespucio nunca afirmaron que el «nuevo mundo» estuviera rodeado enteramente de agua. En su época fue considerado buen cartógrafo pero hoy día no se conserva ninguno de sus mapas.
Vespucio murió en Sevilla, España el 22 de febrero de 1512 a causa de la malaria.
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