Por: Álvaro J. Álvarez
A comienzos de 1900, la prostitución en La Habana era un negocio próspero en manos de los “apaches”, que era como llamaban los cubanos a las pandillas de chulos franceses. El barrio habanero de San Isidro (comprende desde la Ave. Acosta hasta los muelles) era prácticamente del dominio del apache parisino Louis (Luis) Letot, hasta que llegó Alberto Manuel Francisco Yarini y Ponce de León, el popular Yarini, hombre educado en una buena familia, de ambiciones políticas y de personalidad encantadora. Los chulos cubanos eran llamados “guayabitos”.
La construcción del Canal de Panamá (1904-1914) trajo toda una red de servicios sexuales para una fuerza de trabajo ávida de sonrisas y eyaculaciones mediante prostitutas de ida y vuelta, actividad factible debido a la existencia de una triangulación marítima entre Panamá-Habana-Nueva Orleans.
Alberto nació en La Habana el 5 de febrero de 1882, vivía en Galiano #22 entre Ánimas y Lagunas. Su padre, Cirilo Yarini, descendía de ricos propietarios de plantaciones de azúcar en Matanzas, de origen italiano, era un afamado dentista, miembro fundador de la Sociedad de Odontología de Cuba y catedrático titular de la Escuela de Cirugía Dental de la Universidad de la Habana. Su madre Emilia Ponce de León, era descendiente de los condes de Villanueva y los marqueses de Aguas Claras, era una virtuosa del piano llegó a tocar para Napoleón III en Las Tullerías. Su tío y hermano mayor fueron médicos cirujanos que sentaron pautas médicas en los hospitales Emergencias y Calixto García de La Habana.
Su bisabuelo José Leopoldo Yarini (1789-1839) nacido en Siena, en 1804 salió con sus padres (José que era abogado en Florencia, Italia, su madre Teresa Klup) rumbo a Barcelona, ellos se quedaron allí, pero José Leopoldo se embarcó para América. Una tempestad hizo naufragar el barco al sur de Cuba y él se estableció en San Antonio de las Vegas. Terminó medicina, trabajando en el Hospital Militar de Matanzas y se casó en 1820 con la matancera Josefa Torres Lima, compró el ingenio Nuestra Señora del Rosario en Guamacaro (18 km al Sureste de Matanzas), con 38 caballerías de tierra y 120 esclavos. Al morir el 1° de abril de 1839 dejó a su hijo José de Jesús nacido en 1820 como heredero de todos sus bienes.
Alberto estudió en el colegio capitalino San Melitón, luego enviado junto con su hermano mayor a estudiar en los EE.UU., de donde regresó a los 19 años, para convertirse en el proxeneta (souteneur en francés, chulo en cubano) más famoso de la época. Alberto tenía dos hermanos.
Su primer delito fue registrado el 19 de agosto de 1900, cuando después de una pelea tuvo que pagar 5 pesos de multa.
Al irse de su casa materna en Galiano se fue a vivir a la calle Paula # 96 muy cerca de donde nació en 1853, José Martí.
Yarini era un hombre muy presumido, se vestía elegantemente, era cortés, generoso con los pobres, de hablar bajo y pausado y con el refinamiento típico de su familia. Tenía tantas relaciones con personas importantes, que quien lo viera montado en su caballo blanco por La Habana, no podía imaginárselo en una reyerta en Jesús María. Se acostaba tarde y se levantaba a media mañana, desayunaba como un funcionario público, paseaba sus dos perros San Bernardo, por San Isidro como si fuera un lord inglés, almorzaba con hombres de negocios en El Louvre (Prado y San Rafael) o en El Telégrafo (Prado y Neptuno).
Sus “muchachitas”, cuando comía con ellas, se sentaban a la mesa, pero ninguna podía hablar, lo respetaban con miedo. Marcela Cárdenas que vivía allí, era santera, le preparaba baños con flores y trabajos de hechicería para protegerlo de sus enemigos y mujeres que lo deseaban en el café San Isidro #21, entre Cuba y Damas. Había entre ella, otras dos mulatas durísimas, Elena Morales, de 22 años y Celia Martínez. Estas características junto a su belleza física hacían que fuera un hombre muy codiciado por las mujeres de su entorno social.
Sin embargo, también disfrutaba con las clases más marginadas del barrio San Isidro, donde era el guapo que tenía que ser respetado, donde se le conocía como “un hombre a todo”.
Este barrio era el epicentro de la prostitución habanera en esos años. Llegaban prostitutas de varios países, fundamentalmente de Francia y Bélgica. Como había que pagar para poder ejercer, había más prostitutas clandestinas que legales. En ese negocio había de todo, las clandestinas le pagaban al inspector para que no las delatara y al chulo para quien ella trabajaba. El chulo le buscaba los clientes. Una de sus muchachas era una mulatica de 18 años, llamada Marisela, bella chica, pero con tremenda escuela. Su amigo se enamoró de ella y Alberto le dijo: “Oye Luis, la prostituta es como la cerveza, uno se la bebe cuando tiene mucho calor”.
En la calle Paula # 96 (luego se llamó calle Leonor Pérez), Yarini mantenía en su domicilio entre 3 y 7 “muchachitas” que trabajaban para él. Se relacionaba con los ñáñigos, era chulo de los chulos, guapo de los guapos, siempre con navaja y pistola a la cintura, por eso eran frecuentes las reyertas a tiros o a puñaladas.
Las casas en San Isidro tenían cuartos oscuros y casi sin muebles, muchos altares y santos, vasos de agua y brujerías por todos lados.
Además, tenía un burdel de su propiedad en Picota entre Luz y Acosta y otro más, del que era copropietario, donde ejercían no menos de 10 prostitutas.
Mientras alternaba la vida de reuniones familiares y noches de ópera con peleas en el barrio San Isidro, donde había muchos negocios, cafeterías y vidrieras de venta de cigarros. El café cantante El Delirio era un centro de espionaje, allí se enteraba de todo lo que sucedía en la “zona de tolerancia”. La lucha entre los chulos franceses y cubanos era constante, todos estaban armados y se agredían, los franceses competían con los cubanos porque querían ganar más espacio en el negocio. Traían prostitutas de Francia, muchas de ellas engañadas como amantes o para colocarlas en trabajos decentes y luego las metían en la prostitución.
El 22 de septiembre de1908, Alberto estaba en el café Cosmopolitan con un general negro licenciado del Ejército Libertador y oyó cuando dos americanos protestaban por la presencia de negros allí, después que Rabí se marchó, se acercó, le dio un puñetazo que lo lanzó al piso, le fracturó la mandíbula y le rompió varios dientes a quien luego resultó ser nada menos que el mismísimo representante interino de la Legación Norteamericana en Cuba, G. Corner Tarler, que se hacía acompañar en el momento del incidente por el Encargado de Negocios de EE.UU. en La Habana, Graville Roland Tostecuel.
El escándalo salió en todos los periódicos, fue a juicio y salió absuelto.
Yarini, era el presidente del Partido Conservador (su líder era el Ing. Mario García Menocal) en el barrio de San Isidro. En 1909, se fajó a tiros en Güines, contra un grupo de liberales, el partido rival suyo.
Al vasco José Basterrechea Zarduendo (Pepe) lo conoció en la consulta dental de su padre y allí se hicieron grandes amigos.
En 1909, Luis Letot trajo de Francia a Berthe la Fontaine, de 20 años, conocida como la Petite Bertha, considerada una de las mujeres más bellas de La Habana. Yarini la conquistó y él mismo le contó a Letot su relación con la joven, que se había ido a vivir con él a la casa de la calle Paula. Pero el francés se tomó esto como una ofensa a su honor y quiso vengarse.
El sábado 19 de noviembre de 1910, por la noche fue la fiesta de los conservadores para festejar su triunfo en el barrio Arsenal en las elecciones pasadas. El domingo 20 nadie pudo localizar a Yarini, hasta que a las 2 de la madrugada del lunes 21, entró al café Delirio, venía solo y allí estuvo bebiendo un tiempo, hasta marcharse solo.
Ya él se había imaginado que los franceses tramaban algo, porque desde hacía horas se habían reunido en el café El Víctor que estaba en Desamparados y San Isidro.
A las 5:20 pm del lunes 21 de noviembre, Alberto llegó al Delirio con José “Pepe” Basterrechea su mejor amigo, estuvieron bebiendo hasta las 6:30, a esa hora los franceses lo habían planificado todo, en el café Víctor sólo quedaban Luis Letot y Jean Petitjean, un chulo melenudo, alto y fuerte que era el mejor amigo de Letot. Cuatro franceses con revólveres habían subido a una azotea que estaba en la calle San Isidro. Eran la 7:05 pm, cuando Yarini se dirigía a San Isidro #60 junto con Basterrechea, Letot y Petitjean dispararon contra él y los que estaban en la azotea también. Alberto y Pepito dispararon, pero fue Basterrechea quien de un solo balazo en la frente mató a Letot. Jean Petitjean se fue corriendo y Alberto Yarini cayó al suelo mal herido, había recibido varios balazos, dos heridas en la parte derecha de la cara y otra en el abdomen que le perforó el estómago y el hígado. Yarini, no murió al instante, fue trasladado al Hospital de Emergencias, dónde trataron de salvarle la vida.
Estando en el hospital, le pidió al Dr. Fernando Freyre de Andrade un papel para escribir una nota donde se culpaba de haberle disparado a Letot, librando así a Basterrechea de toda responsabilidad.
Alberto Yarini falleció a las 10:30 de la noche del martes 22 de noviembre de 1910, a los 28 años. Su cadáver fue llevado a su casa en Galiano #22 de donde partió el cortejo fúnebre a las 9 de la mañana del jueves 24, por Galiano hasta Reina, llevando el ataúd en hombros sus amigos más íntimos, pero al llegar a Carlos III y contra el deseo de ellos, el ataúd fue puesto en la carroza tirada por cuatro pares de caballos. Se calculan asistieron más de 10,000 personas, incluyendo al presidente liberal José Miguel Gómez y muchas personalidades de la ciudad.
Detrás avanzaban 200 coches vacíos, entre ellos el del presidente de la República. Ocho vigilantes de caballería, que se relevaban de acuerdo con las demarcaciones correspondientes, acompañaban el entierro para garantizar el orden, encabezado por el mismo jefe de la Policía, brigadier Armando de la Riva y sus más cercanos colaboradores.
Una vez bajado el ataúd en el panteón del Cementerio de Colón, los sonidos armónicos de un coro de tambores comenzaron a romper el habitual silencio del lugar, eran los ñáñigos que le rendían tributo, cosa extraña siendo blanco.
Después del entierro de Letot, los amigos de Yarini, emboscados en G y Zapata, degollaron a uno de los tiradores, el francés Raoul Finet e hirieron a Ernest Laviere. Se había desatado la Guerra de las Portañuelas entre “guayabitos” y “apaches” sedientos de venganza, San Isidro se convirtió en un campo de batalla por la creciente rivalidad entre cubanos y franceses.
Los famosos músicos Gonzalo Roig y Sindo Garay (quien le compuso Nada Temas, la Vida te Sonríe, en el café Vista Alegre en San Lázaro y Malecón, donde Yarini gustaba visitar) además de otras personas que le conocieron, dan cuentan que Yarini poseía una peculiaridad en su personalidad que llegaba a inspirar miedo hasta a los hombres más duros y marginales de San Isidro, donde 25 mujeres llevaban tatuado las letras AY en algún lugar de sus cuerpos.
El 20 de mayo de 1913, tomó posesión el presidente conservador Mario García Menocal y cinco meses después, el 23 de octubre dispuso el cierre definitivo de la Zona de Tolerancia, el mismo lugar donde Alberto Yarini labró una leyenda que aún se resiste al olvido.
No he encontrado información alguna sobre qué le pasó al corredor francés, Jean Petitjean.
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