AL GRAN AMOR DE MI VIDA: ECLOSIÓN  EXISTENCIAL Y POÉTICA

Written by José A. Albertini

13 de mayo de 2025

Por J. A. Albertini

Amar  no es mirarse el uno al otro; 

es mirar juntos en la misma dirección.

Antoine de Saint Exupéry.

Luego de descorrer la significativa, y bella cubierta del sensible  poemario de Loli Molina Díaz Al gran amor de  mi vida (Editorial Granada Club Selección, 2025) y leer: Dedicado al gran amor de mi vida, Carlos Benítez Villodres (1947-2021),” epígrafe que me recibe y guía hasta las palabras sinceras e introductorias, del editor Carlos Álvaro Segura Venegas y los prólogos, rebosantes de cariño filial y admiración de, los hijos de Loli y Carlos; Juan Gustavo y  María Dolores, Lola, que, además de enfermera especializada, es escritora y poeta, al igual que los padres, acometo la lectura con pupilas que despiertan al sol mediterráneo  de Málaga y del cercano pueblo de Villanueva del Rosario, región andaluza de España y cuna de la autora. Entonces, conozco de la justa y abarcadora pasión creativa de Loli Molina y de los  ígneos rayos de luz que, venciendo el tiempo, fulguran en cada uno de de los 78 poemas y canciones que atesora el libro.  

Esta obra, de  vida y sentimientos,  se divide  en cinco secciones o capítulos de los cuales cito los nombres: Mi vida, mi amor, Mi familia, Mi fe, Mis lugares y, cerrando la obra, Canciones. 

Despertar a la turgencia del amor, que todo lo da, todo lo espera, a la vez que el camino de la pasión fecunda encuentra y confronta  dudas y temores punzantes, inherentes a la  lógica y fértil relación de pareja, llenan las 35 composiciones de la primera parte: No sé si podre plasmar / lo que siento en mi interior. / Es amor, solo amor. / Lo tengo en el corazón, / Y, además, siempre estará. Canta Loli, al ser querido, el poeta Carlos Molina Villodres, con brío creciente.

Qué grande fue el día que te conocí, / pues llenaste de amor todo mi sentir… Y más adelante, aunque Él ya no está, Loli, imbuida de la certeza que los sentimientos del alma son eternos dice: Cuando salió la luna / y el Cielo resplandeció, / tú buscaste mi mirada / y nos fundimos en amor.

En toda genuina y larga relación de pareja, que a lo largo del trayecto, construye  familia, en ocasiones, se tropieza con escollos o vientos presagiosos de tormenta que, a la mujer y poeta sensible, le hace exclamar: ¿Por qué eché a volar tus cartas? / Tus cartas de cielo y trigo. / ¿Por qué eché a volar tus cartas / aquel día de ira y frío? Sin embargo, aquietado lo que fue o pudo haber sido borrasca, Loli, espontáneamente, se  llena del sentimiento que desde el primer intercambio de miradas ató, por siempre, a la pareja. Entonces, al oído que, quizá,  percibe desde la eternidad, proclama: Eres fuego y eres agua. / Eres brisa y huracán. /  Eres jardín y desierto. / Eres zarza y azucena, / mediodía y madrugada…

Ella, Loli, la versificadora; cuerda de guitarra que vibra al contemplar el panal de cariño y miel, que la andadura de la pareja forjó y donde se desconoce el término jamás, afirma con ahínco: Aunque los años nos pasen, / No perdamos la esperanza, / porque el amor es la esencia /  de toda nuestra existencia.  

En A mi familia, segunda parte del  poemario ella, con la dicha de los frutos que el amor de Carlos sembró en el nido de su vientre acogedor, siente el goce de haber sido dadora de tres vida y henchida de dicha materna al pensar en los hijos, Carlos, Juan Gustavo y María Dolores, Lola, pide: Que mis luceros reluzcan / aunque haya noche oscura. / En el rocío del alba, / al amanecer el día, / que pasen por donde pasen / transmitan solo alegría.

Y con orgullo de planta floral que observa como el polen de la estirpe germina en nueva cosecha, con flama que tibia el hogar, piensa en los nietos Carlos, Aimar, Noah, Jorge Gustavo y Alma. Entonces, satisfecha, como si cada uno de los cinco fuese uno solo expresa: Que placer más infinito /  el que tú me proporcionas. / El día que leas mis versos / quiero que sepas, mi amor, / que me llenaste al tope / de ternura el corazón.

Asimismo, en uno de los 22 poemas que se cobijan en A mi familia, Loli Molina Díaz evoca con nostalgia, que no sucumbe al presente, los tiempos de la niñez, donde junto a la hermana comparte inocencia y pureza: A una edad muy temprana / éramos dos ríos idénticos: / tú…con una muñeca siempre rubia, / yo…con otra morena. ¡Cuánto amor atesoran / estos recuerdos mágicos / de nuestra infancia tierna y soleada! 

Y,  por supuesto, Málaga. La Málaga que mira al mar en la que estudió de muy joven, amplió el círculo de aprecios; forjó hogar propio y fue afecto cercano de la chispeante joven a la que dedica el poema titulado:  A Gloria de Málaga: Eres Gloría, amiga mía, / el fruto de los cantares, / ya sea flamenco o copla / con sus soleados bailes.

 La espontánea  sinceridad de: Al gran amor de mi vida se profundiza,  aun más, cuando la autora, cristiana y católica por educación y convicción agrupa 14 poemas bajo el encabezamiento de: Mi fe:

¡Cuánto te debo en la vida! / Todo es amor y bondad. / Cuánto te debo en la vida / que no te puedo pagar!  Loli, agradecida, le  dice al Sumo Creador en oración íntima que inunda su ser y grita en las pupilas. Y en composición dedicada al esposo, compañero de vida que partió, Carlos Benítez Villodres, convencida del reencuentro eterno, manifiesta: Esta Navidad es distinta, / me hace ver la verdad. / Tú en el Cielo y yo en la tierra, / la estrella de Nochebuena / para los dos brilla más.

Ella,  apasionada de la existencia y del amor leal, en todas sus manifestaciones, no sumerge en olvido parajes, villas y ciudades donde sus sandalias dejaron improntas que, en  retrospectiva perenne, revive en 7 poemas que bautiza como: Mis lugares. Razón por la cual el primer poema se lo ofrece A Villanueva del Rosario (Málaga), pueblo en el que nació, y que, consecuentemente, al pensar en los progenitores, familiares, lugareños y paisajes arraigados en el aire limpio de montaña, que le insufló vivencias inquebrantables,  proclama: Hay en nuestra Andalucía / un pueblo que es un tesoro, en el que tuve yo la cuna: / para mí no existe otro. 

También, la versificadora,  no calla el deslumbramiento que le provoca la meridional Costa Tropical española, con sus acantilados, calas y playas: En la Costa Tropical, / los soles son sentimientos / con aliento de belleza / que aspira a la luz del cielo.

 Finalizando el libro topamos con el capítulo titulado Canciones. Son XX, (empleando numeración romana) que por la variedad de temas,  humanos y filosóficos, pienso que bien pudieran ser cortos poemas musicales o, tal vez, coplas: No hacen falta primaveras / para que sueñe contigo. / Todos los días del año ocupas “tos” mis sentíos.  Y otra más: No te fíes de apariencias, / las apariencias engañan. / Hay a quien le ves gozando / y le están partiendo el alma. 

Cierro el volumen y reflexiono que el poemario Al gran amor de mi vida es la fascinante biografía espiritual y material, rebosante de fe, en todos los ámbitos,  de Loli Molina Díaz. Mujer y poeta del tiempo que no caduca y que se renueva, siempre, con sonrisas de amanecer perpetuo. Esa cavilación logra que el concepto plasmado por el escritor español, de origen catalán, Joan Sales† en su novela “El viento de la noche” repercuta en mi consciencia: “Las obras sin fe son tan muertas como la fe sin obras”.

NOTA: El poemario Al gran amor de mí vida. Editorial Granada Club Selección, se encuentra disponible en librerías españolas e internet.

Temas similares…

0 comentarios

Enviar un comentario