POR LUIS DE LA PAZ
Especial para LIBRE
En este hombre de aspecto sólido y tenaz resistencia, convergen el pescador, el luchador con las armas, la palabra y la poesía contra los males de la época que le tocó vivir.
Ernesto Díaz Rodríguez pasó 22 años en las cárceles castristas manteniendo una postura firme y desafiante contra sus represores y carceleros. En el exilio ha llevado la realidad cubana a importantes foros internacionales denunciando lo que acontece en Cuba.
—Naciste en un pueblo de pescadores, pasas por las cárceles castristas, te haces escritor y terminas exiliado. ¿Cómo pasan esas imágenes tan distintas por tu mente?
Nací en Cojímar y de ese regalo del destino me siento orgulloso. Para definir el conjunto de etapas que me ha deparado mi andar por la vida, hay que recorrer muchos caminos, ser consecuente con tus obligaciones y estar dotado de un espíritu que te ayude a continuar adelante, aún en las peores circunstancias como lo fue para mí los más de 22 años que me tocó guardar prisión en las cárceles del régimen comunista de Cuba, por enfrentarme a la maldad, a la desvergüenza de Fidel Castro, el tirano más deshumanizado que ha sufrido pueblo alguno de América Latina.
En las prisiones de la tiranía de Cuba no son muchas las opciones. Mucho menos cuando te imponen largo tiempo de incomunicación en los infernales calabozos de castigos. El propósito del régimen es quebrantar tu espíritu. Ante esa posibilidad yo me rebelé, al igual que muchos de mis compañeros de infortunio y opté por continuar siendo libre, mucho más libre que mis carceleros. Y, aunque pareciera algo de magia, descubrí mi vocación literaria y, venciendo cada obstáculo que se interponía, escribí en forma clandestina 6 volúmenes de poesía y 2 amplios recuentos testimoniales, los cuales, valiéndome de las artimañas del prisionero y una abundante dosis de suerte logré preservar.
Como exiliado he tenido dos exilios. El primero en 1961 cuando arribé a la Florida en una frágil embarcación. Luego regresé a Cuba a luchar. El segundo, en 1991, luego de haber sido excarcelado por presiones internacionales, gracias a mi obra literaria publicada en el exterior, lo cual posibilitó el que fuera acogido como miembro de honor del Pen Club de Francia, el de Inglaterra y el de este gran país, los Estados Unidos. También el Pen Internacional y la organización sindical AFL-CIO hicieron grandes presiones por mi libertad.
—La historia del presidio político cubano se ha mostrado de distintas maneras, a través de libros, documentales, testimonios y entrevistas, también en una película como Plantados de Lilo Vilaplana, ¿qué sentiste al ver en ese filme varias historias de tus compañeros?
Si elegimos una sola palabra para describirlo, diría orgullo. En la actualidad la historia del presidio político cubano es una experiencia que está al alcance de todos. Ha sido divulgada a través de múltiples medios de comunicación. Hay libros que basan sus narraciones en experiencias nacidas de su propia agonía, a causa de las torturas que sufrieron en carne propia durante su larga permanencia entre rejas, en los desgarros sufridos, en la piel y en el alma, en los infernales calabozos de castigo. Hombres y mujeres abnegados, que pagaron con muchos años de encierro su determinación a no vivir cruzados de brazos ante la perversidad de un régimen de trampas y maldades. Por suerte, en los días actuales hay un reconocimiento justo ante el sacrificio de esos idealistas que se rebelaron contra el despotismo y la opresión de Fidel Castro y el grupo de oportunistas que desde hace 66 años han venido imponiendo la miseria y la desesperación al pueblo de Cuba.
Ha sido de suma importancia la amplia divulgación de esa literatura nacida entre rejas y la oportuna exposición de cintas cinematográficas apoyadas en la realidad histórica del presidio, que con tanto acierto dirigió Lilo Vilaplana. En cada uno de esos testimonios, desnudos, sin ropaje, hay un aporte, una enseñanza.
Tanto la película Plantados, cuya realización tenemos que agradecer al aporte económico de Leopoldo Fernández Pujals y la creatividad del encumbrado cineasta Lilo Vilaplana, como el largometraje Plantadas, también dirigida por Vilaplana, ésta gracias a las gestiones realizadas por Reinol Rodríguez González, en la recolección de generosas donaciones aportadas por la comunidad cubana del exilio, son importantes enseñanzas del grado de crueldad de los carceleros al servicio del castrismo y la camarilla gobernante que detenta el poder en la Cuba cautiva.
—Uno de los problemas en la temática cubana es el caso de la justicia. Hay quienes exigen llevar a juicio a los culpables, otros proponen una reconciliación. ¿Cuál es tu postura sobre este complicado asunto?
En todo momento he estado en contra de la venganza en sí como respuesta. De la misma forma nunca he sido partidario de la inadecuada política de “borrón y cuenta nueva”, que en nada alecciona, sino que estimula a cometer nuevamente actos vandálicos, atropellos inhumanos y crueles, porque no hay consecuencias sino impunidad. Para los que hayan cometido barbarie, hechos graves de sangre, no hay otra alternativa aceptable que llevarlos ante la justicia, con todas las garantías procesales y sin excesos, de manera que paguen por sus crímenes. Por otra parte, soy partidario de la eliminación de la pena de muerte, a no ser en casos sumamente extremos de criminalidad, que ojalá nunca vuelvan a ocurrir en nuestro país.
—El castrismo está conmemorando sus 66 años en el poder, un poder absoluto. ¿Qué ha significado ese régimen para Cuba y América Latina?
El castrismo ha significado el desastre mayor, y el más vergonzoso, para Cuba y América Latina. Para mí lo más grave es su criminalidad. La relación de los asesinatos llevados a cabo a través de los escalofriantes paredones de fusilamiento, debidamente identificados cada uno de estos mártires, está en alrededor de las 5,000 víctimas. Por otra parte, suman ya decenas de miles los que han muerto tratando de alcanzar la libertad en balsas y frágiles embarcaciones, a través de las borrascosas aguas del Estrecho de la Florida.
La absoluta supresión de las libertades, la miseria institucionalizada, la carencia total de garantías procesales, y las no excarcelaciones al término de las mismas. Como si todas estas realidades no bastasen para demostrar la insaciable perversidad del castrismo, no es posible dejar de señalar las constantes violaciones a los derechos humanos y el grado de impunidad que hasta la fecha han venido gozando de los organismos internacionales, entre ellos la Organización de las Naciones Unidas, la inoperante ONU.
—¿Crees que algo podrá cambiar de manera significativa en Cuba durante la próxima administración de Donald Trump?
Ojalá contribuya la nueva administración del presidente Trump a un cambio significativo, que conlleve al derrocamiento de la tiranía comunista de Cuba. Este anhelo no deja de ser una esperanza para los amantes de la libertad. El hecho de que el senador Marco Rubio, de origen cubano, haya sido elegido para ocupar el cargo de secretario de Estado refuerza nuestra esperanza. Un anhelo que dura ya tanto como la permanencia en nuestro país de un régimen de oprobio, cuya única intención ha sido el disfrute de la enfermiza arrogancia de un enajenado Fidel Castro, y su afán de enriquecimiento personal y el del grupo de oportunistas sin escrúpulos que conforman la cúpula del poder. Sin embargo, no podemos dejar de tener en cuenta que desde el presidente John F. Kennedy y su traición a los expedicionarios de la Brigada de Asalto 2506, hasta la fecha, no ha llegado el apoyo que necesitamos para lograr la reconquista de la libertad de Cuba. La nueva administración del presidente Trump está por comenzar. Hay que tener fe y esperar.
—Entre los expresos políticos cubanos eres uno de los más respetados y admirados. ¿A qué le atribuyes ese reconocimiento?
He dado a la causa por la libertad de Cuba lo mejor de mi vida. Tengo el honor de haber sido uno de los fundadores de Alpha 66, una de las organizaciones más combativas del exilio; una de las que más mártires han regado su sangre generosa en los fértiles surcos de la Patria. He sido consecuente con el sacrificio de ellos, con su innegable heroísmo. Por respeto a esos mártires gloriosos, he sabido imponerme a las adversidades. Me satisface haber cumplido en lo que me ha sido posible con las obligaciones que me ha impuesto mi amor a Cuba. Mi gratitud a quienes me respetan y me admiran. Sigamos todos juntos adelante, los cubanos de aquí y los que, dentro de la isla, día a día se rebelan con fuerza de gigantes contra la opresión.
No quiero terminar sin evocar un exergo de un poema que escribí bajo el título La estatua de la libertad, hace más de 40 años, como parte de mi libro Un testimonio urgente:
“Con nuestro esfuerzo y nuestra sangre
tendremos patria libre,
aunque nos vuelvan las espaldas
todas las estatuas del mundo”.
0 comentarios