Por María C. Rodriguez
Cicerón: El brillante abogado del Foro Romano
Marco Tulio Cicerón (Arpino, 3 de enero de 106 a. C.-Formia, 7 de diciembre de 43 a. C.) fue un jurista, político, filósofo, escritor y orador romano. Es considerado uno de los más grandes retóricos y estilistas de la prosa en latín de la República romana. Algunas de sus frases:
“Ningún hombre docto ha dicho que un cambio de opinión es inconstancia”.
“La naturaleza quiere que la amistad sea auxiliadora de virtudes, mas no compañera de vicios”.
“No hay nada tan increíble que la oratoria no pueda volverlo aceptable”.
“Preferiría la paz más injusta a la más justa de las guerras”.
“Los hombres son como los vinos: la edad agria los malos y mejora los buenos”.
“La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio”.
Con una sólida formación jurídica en Roma y de filosofía en Grecia, Cicerón es uno de los personajes clave de toda la herencia cultural de la Antigüedad. Su fama inicial se debió a su brillantez como abogado en el Foro, defendiendo casos en los que la alta política estaba siempre presente, lo cual le supuso buenos contactos para iniciar una carrera brillante a pesar de ser un provinciano novus homo sin antecesores de importancia.
Así, pudo ir escalando peldaño a peldaño todos los puestos que forman el cursus honorum o currículo de un romano bien situado hasta alcanzar el Senado.
Sin embargo, la fama de Cicerón se debe sobre todo a su brillantez como orador y político: famosos son sus discursos en defensa de numerosos casos difíciles, muchos de los cuales aún se conservan completos, entre los que destaca el de C. Verres, en el que participó como abogado de la acusación. Sus Verrinas siguen siendo una obra maestra del discurso jurídico y de recopilación de datos para el sumario. Otros tienen un contenido a favor de determinadas leyes, casi siempre en apoyo de las medidas que promovían los partidarios de leyes o ayudaban a éste en su escalada política, hasta su culminación en la obra De legibus, (Sobre las leyes).
En el año 63, Cicerón fue elegido cónsul y su mayor momento de gloria se debió al descubrimiento de una conspiración protagonizada por su rival Sergio Catilina.
Ferviente partidario de Pompeyo no intervino en el asesinato de César, pero se alineó con los conspiradores, lo cual acabó colocándole en la lista de proscritos elaborada por Marco Antonio, lo que provocó su muerte violenta.







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