Años Críticos: del camino de la acción al camino del entendimiento

Written by Enrique Ros

22 de diciembre de 2025

El camino de la acción (X)

Definitivamente, “la contrarrevolución no ha sido aplastada”. Si el domingo 18 un avión pirata atacaba los depósitos de petróleo en Casilda, el lunes 19 dos lanchas de desembarco abren fuego contra la planta de sulfometales de Santa Lucía, Pinar del Río.

Durante todo ese mes de agosto continúan los ataques. La prensa escrita y la radio castrista dan a conocer el 20 de agosto un extenso comunicado del gobierno que admite un nuevo ataque efectuado, esta vez, por “dos lanchas piratas” contra la instalación de sulfometal en Santa Lucía.

El comunicado admite que:  “dos lanchas procedentes de un buque madre situado frente a la Boca del Estero de Santa Lucía, penetran simultáneamente por dos de los esteros existentes en dicha zona hasta aproximarse para atacar con ametralladoras y cañones antitanques las instalaciones de la Central de Sulfometal “Patricio Lumumba”, donde ocasionaron daños materiales”.

Era el “tercer ataque pirata que se produce en las últimas 72 horas”, clama el gobierno. Surtirá efecto el público reclamo.

El mismo 20 de agosto el Servicio de Guardacostas de los Estados Unidos extiende sus funciones para servir, solícitamente, al gobierno de Su Majestad Británica. Ya no sólo la Marina de Kennedy mantiene un acuático muro de Berlín para proteger a Castro de ataques posiblemente generados en costas norteamericanas. La protección la extiende, reiteradamente, a las costas de Las Bahamas. Ese día, la fragata británica Londonderry — orientada con la información suministrada por el Servicio de Guardacostas Norteamericano— arresta a cinco cubanos anticastristas en Cayo Anguila.

La semana anterior había sido el régimen de Castro quien, violando las leyes internacionales, había secuestrado a 19 exiliados que, escapados de Cuba, se encontraban en Cayo Anguila. El 13 de agosto un avión de reconocimiento del Servicio de Guardacostas de Estados Unidos había observado “una operación de unidades cubanas en el curso de la cual numerosas personas fueron sacadas de Cayo Anguila”. Un helicóptero cubano había aterrizado en aquel cayo “y se vio cuando tripulantes de las cañoneras cubanas desembarcaron allí”. Los anticastristas o eran atropellados por las autoridades británicas o lo eran por las autoridades cubanas.

Va a terminar el convulso mes de agosto con la muerte de Pedro González y Mario Soler, que estaban al frente de un grupo guerrillero en Las Villas, en un encuentro con las fuerzas del Ejército Rebelde y las milicias. Pero en septiembre continuará la acción.

Bajo la creciente presión de sectores de oposición —y para cumplir con elementales reglas de política internacional— el Ministerio de Relaciones Exteriores de la Gran Bretaña se ve obligado a protestar enérgicamente ante el gobierno de Castro por “el reciente secuestro y envío a Cuba de un grupo de cubanos que había llegado a Cayo Anguila, posesión británica en el Caribe”. “Las pruebas disponibles —dice la nota— muestran irrefutablemente la incursión de unidades cubanas en aguas territoriales y territorios de la Gran Bretaña”.

Sin que causara asombro alguno, el gobierno cubano rechazó la nota inglesa. “La violación del territorio británico fue justificada” dice el breve comunicado del 13 de septiembre del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Castro está preocupado. El propio martes 20 el gobierno cubano advierte —en forma melodramática— que los ataques a sus instalaciones industriales “ponen en peligro la paz mundial”. Cuando, con aparente inocencia, invoca “la paz mundial” pronto se conocerá la verdadera intención de esta frase.

UNA OPERACIÓN DE 

INFILTRACIÓN

Terminaba el mes de agosto. Un buque madre había partido de su base llevando a bordo al team que iba a infiltrarse y, a remolque, la “Boston Whaler” de 16 pies que se usaría para la exfiltración. A las pocas horas fondea al norte de Elbow Key donde permanecen sus tripulantes por varias horas, limpiando y preparando las armas y equipos que utilizarían en la misión.

Al caer la noche parten hacia el punto de infiltración, situado a una milla de Cayo Galindo. De allí salió la Boston Whaler hacia el canalizó por donde llegarían a la costa. Observaron por el radar que la pequeña embarcación penetraba por el canalizo y, luego de verificar que la infiltración había tenido éxito levantaron anclas y comenzaron a navegar para alejarse del área.

A los pocos minutos observaron en el radar, cuatro blancos navegando en formación y a alta velocidad hacia donde el buque madre se encontraba. Eran, evidentemente, lanchas torpederas de la marina cubana. El buque tomó rumbo NE hacia Cayo Sal con la intención de entrar en el banco y obligar a las lanchas torpederas a quedarse afuera o a violar las aguasa territoriales inglesas. Se prepararon las armas (el cañón sin retroceso de 57 milímetros y las cuatro ametralladoras calibre 50). No fue necesario dispararlas. Apenas 45 minutos después ya estaba en aguas de Cayo Sal. Había terminado la persecución.

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