Iba a cumplir 5 años en el mes de septiembre, muy orgulloso porque escuché a mi padre decir: “¡Miren, ya Estebita es un hombrecito!”

Ya tenía “una novia” llamada Mabel Llanes, que vivía frente a mi casa. Sólo sabía que su mamá se llamaba Carmita y era prima de mis amigos Iván y Renán Llanes…

Me asusté cuando mi mamá me dijo: “Vamos a darte una fiestecita por tu cumpleaños y voy invitar a tu novia”…

Nervioso le respondí: “Ni te atrevas, mami, ella no sabe que es mi novia, todavía no se lo he dicho”. Y lo cierto es que ella nunca se enteró.

Esta vez fue un cumpleaños diferente: No llegaron los viejos amigos de mi padre, ni la parentela Gómez de mi madre sino que en esta memorable fecha  invitaron a mis amiguitos del barrio y vinieron mis primos Jorge Ortega, María Mercedes Quintero y de La Habana vino Miguelito Reina, hijo de mi prima Olga de la Torre. 

Sólo un “cake”, helado y refrescos, nada de croquetas ni congrí como en años anteriores donde yo ni reconocía a los invitados.

Mi madre tuvo que gritar en medio de la algarabía reinante:

“¡Vamos para que Esteban de Jesús apague sus velitas!” Mi hermanito Carlos Enrique me ayudó a soplar”.

Coloradísimo me puse cuando tocaron a la puerta y eran Mabel y su mamá Carmita.

Llegó el amigo de mi padre Panchito Fernández (padre de Barbarita  y Magda Fernández) y dijo: “No, no voy a entrar,  sólo le traigo un obsequio al homenajeado de parte de mi familia”. 

Era un bello trompo (como el de la foto) que me encantó, pero más me gustó la palabra “homenajeado” que nunca antes había escuchado. 

No recuerdo haberles agradecido a mis padres este  bello gesto, sin embargo, esta  mañana me vino a la mente estas dos horitas en la saleta de la casita de la calle Pinillos en Güines.

Y hoy abrí la puerta  y grité a voz en cuello: “¡Gracias Esteban y Ana María, y gracias Panchito!”.

Un vecino (que parece quería dormir la mañana) a lo lejos respondió: “Be quiet, shut up, coño!” y yo me reí.