Por Jorge Quintana (1956)
Fue un héroe legítimo de Camagüey y un general de veras, de aquellos forjados en las escuelas de Ignacio Agramonte y Máximo Gómez, de los que anteponían su dignidad personal a toda claudicación, y que se hubiera dejado matar mil veces antes que traicionar, una vez, los principios que defendía.
El 25 de noviembre de 1839 nació en la ciudad de Puerto Príncipe Maximiliano Ramos González. Fueron sus padres don Manuel Ramos y doña Dolores González. Su niñez fue desenvolviéndose entre el bajalato de Tacón, los crímenes de O’Donnell y los fusilamientos de Concha. Todo el drama colonial fue pasando por su vista y fijándole bien claramente la idea de que solamente la independencia podría salvar a Cuba.
En la ciudad natal hizo sus primeros estudios. En 1860, cuando acababa de cumplir veintiún años, fue enviado por sus padres a los Estados Unidos. Quería adiestrarse en la mecánica que tanto le atraía. Cuatro años vivió en los Estados Unidos aprendiendo y trabajando. En 1864 regresó a su patria, trasladándose a Camagüey, donde se dedicó a trabajar en su oficio. La inquietud cubana encontró en él a un partidario decidido de la lucha. Laboró con los conspiradores camagüeyanos y cuando la hora del cumplimiento del deber hizo imperativa, no hubo vacilación alguna.
El 10 de octubre de 1868 Carlos Manuel de Céspedes se subleva en su ingenio La Demajagua. Los camagüeyanos se aprestaron, después de amplias deliberaciones, a secundar aquel movimiento insurrecto que al iniciarse había logrado que muchas ciudades y pueblos de la provincia de Oriente, entre ellos Bayamo, cayesen en sus manos.
Entre los camagüeyanos que respondieron presente en la manigua, figura Maximiliano Ramos quien, por méritos de guerra fue ascendiendo inmediatamente. El 28 de junio de 1870 ya era capitán. En esta fecha toma parte en la acción de Santa Brianda de Altamira que dirige el mayor general Manuel Boza. En el parte oficial que este prestigioso jefe camagüeyano rinde al secretario de la Guerra de aquella acción, solamente menciona a tres jefes y oficiales que “se han distinguido notablemente”.
Uno de ellos es el capitán Maximiliano Ramos. Los otros dos son el general W. C. O’Ryan y el teniente coronel Bailey. Continuó sus operaciones en Camagüey. A la muerte del mayor general Ignacio Agramonte pasó a prestar servicios a las órdenes del mayor general Máximo Gómez. El 9 de noviembre de 1873 le encontramos, combatiendo al lado del general Gómez, con el grado de comandante, en la acción de La Sacra.
El 2 de diciembre de ese mismo año el propio general Gómez destroza, en Palo Seco, a la columna que manda el coronel Vilches que quedó muerto en el campo de batalla. Entre los jefes que se distinguen figura el comandante Maximiliano Ramos. En Las Guásimas, los días 15 al 19 de marzo de 1874 el mayor general Máximo Gómez derrota a los brigadieres españoles Bascones y Armiñán. Ya ascendido a teniente coronel toma parte en la misma Maximiliano Ramos.
Cuando el mayor general Máximo Gómez parte de Camagüey para invadir Las Villas, que los militares españoles consideraban como definitivamente pacificada, entre los jefes camagüeyanos que lleva con él, figura el teniente coronel Maximiliano Ramos. El 2 de enero está acampado con el general Gómez en Ciego de Escobar.
Ya internado en Las Villas asiste, con su jefe, el general Gómez a la acción de La Crisis, que fue otro de los grandes combates librados por el ínclito guerrero dominicano. El 6 de mayo de 1875 le encontramos, junto al mayor general Carlos Roloff, en la acción librada en Cubanacán, cerca de cruces. El 28 de febrero de 1876 toma parte en el combate del Jíbaro, a las órdenes del mayor general Máximo Gómez.
En febrero le encontramos operando por Quemados Grandes, cumpliendo instrucciones del general Gómez. El 16 de mayo de 1877 resulta herido en una pierna combatiendo con los españoles. Derrotados los cubanos quedó prisionero en manos de sus enemigos los que le trasladaron a Camagüey y de allí al Hospital Militar de San Ambrosio en La Habana, donde permaneció curándose y preso hasta el Pacto del Zanjón, en que le pusieron en libertad. Era coronel.
Se retiró a su ciudad natal donde, en 1882, contrajo matrimonio con la Srta, Antonia Hernández Sariol. Apenas se comenzó a laborar en Camagüey de acuerdo con la conspiración que en el exterior orientaba José Martí, cuando el coronel Maximiliano Ramos se unió a los conspiradores. Al levantarse el pueblo cubano, el 24 de febrero de 1895, no le fue posible salir inmediatamente a la manigua, por encontrarse enfermo.
El 16 de agosto de 1896, ya repuesto, abandona su casa y se incorpora a las huestes libertadoras. El mayor general Máximo Gómez le reconoció su antiguo grado de coronel de la Guerra de los Diez Años, disponiendo que quedase en la región camagüeyana operando a las órdenes del general Lope Recio. El 11 de octubre de 1896 el general Recio lo proponía al General en Jefe y éste, a su vez, elevaba la propuesta al Secretario de Guerra, para ascenderlo al grado de general de brigada.
En esta misma fecha estaba hecho cargo del mando de la Segunda División del Tercer Cuerpo que incluía los cuatro escuadrones del Regimiento Agramonte, la Guerrilla de la Dinamita, las ocho compañías del Regimiento de Infantería Gómez, dos batallones del Regimiento Oscar Primelles, el personal de las costas Norte y Sur, el campo de administración militar perteneciente a la Primera Brigada, más conocida por la Brigada de la Trocha, integrada por el Regimiento Zayas y las cuatro compañías del batallón de infantería Aranguren.
Seis días después, el 17 de octubre, a las órdenes del general Lope Recio, toma parte en el ataque a Guáimaro, dirigido por el mayor general Calixto García. Hasta el 28 se mantuvo el sitio, viéndose forzados los españoles a entregar el pueblo. En esta lucha el coronel Maximiliano Ramos resulta herido en un pulmón. Era su sexta herida, pero era la más grave. El 23 de diciembre de ese mismo año de 1896 el Consejo de Gobierno, presidido por Salvador Cisneros Betancourt, Marqués de Santa Lucía, reunido en el campamento de La Vera cruz, Camagüey, aprueba la propuesta de ascenso a favor del coronel Ramos, reconociéndole como antigüedad en su nuevo grado de general de brigada, la del 11 de octubre de 1896.
Repuesto de sus heridas toma parte en la campaña que los insurrectos desarrollaban en Camagüey. Combate en El Salvaje, El Desmayo, Lugones, La Purísima, El Rosario, La América, Santa Cruz de Estrada, Loma Bonita, Buenavista, Los Claveles, San Luis, Vista del Príncipe, Piedra de Juan y El Plátano. En 1898 combate en Aranjuez. El 21 de febrero de 1898 libra la acción de El Peralejo. De este combate nos ha dejado un relato, publicado en el Número-Album de “El Fígaro”, dedicado a la Revolución Cubana que copiamos a continuación:
“El 21 de febrero de 1898, como a las cinco de la mañana, estando nuestras fuerzas acampadas en la finca “Saratoga”, al mando del General en jefe del Tercer Cuerpo, Lope Recio Loynaz, recibí orden de marchar sobre el enemigo que en número de 3500 hombres de las armas, se dirigía hacia Puerto Príncipe, de regreso del “Ciego de Najasa”.
Di la orden de marchas, y a las ocho y media de esa mañana, en la finca “El Peralejo”, el fuego de los diez exploradores que nos precedían nos anunciaba la presencia de la columna enemiga.
Subdividí mis fuerzas en tres grupos de escasos treinta hombres cada uno, que atacaron a la vez la vanguardia, la retaguardia y el centro del enemigo. Desde los primeros tiros cayó muerto el capitán Zúñiga, jefe de los exploradores, cuyo cadáver fue recogido.
Se generalizó el fuego, haciendo el enemigo uso de su artillería, disparándonos hasta treinta y tres cañonazos y un fuego atronador de fusilería.
Duró el combate hora y media, durante cuyo tiempo las tropas españolas, sin dejar de hacer fuego un solo instante, no intentaron trabar la lucha cuerpo a cuerpo con nosotros, a pesar de traer ochocientos jinetes consigo.
Luchábamos uno contra treinta y cinco, y así nos batimos durante hora y media.
El combate de Junín no duró tanto, y con el de Ayacucho determinaron la suerte del Perú.
Ante el número fue necesario ceder; ya teníamos además del capitán Zúñiga muerto, catorce heridos, nueve de tropa y el teniente coronel Manuel P. Fernández, Comandante Cabale, Teniente Olivera y un Alférez de Sanidad que no recuerdo su nombre en este momento.
El pequeño grupo de héroes se distinguió como bueno.
Me acompañaron siempre en sus puestos el coronel Bejamín Sánchez Agramonte, Teniente Antonio Colete, Jefe de Estado Mayor, y Jefe de despacho Enrique Martínez.
Así conquistamos en Cuba la libertad. Rara vez pudimos contar el enemigo. ¡Eran tantos!”
Todavía seguirá combatiendo la acción de Compañía, Antón, Uraboy y La Purísima, que fue su última batalla en esta campaña.
El 26 de junio de 1898 el mayor general Lope Recio le hizo entrega del mando del Tercer Cuerpo. Un mes más tarde devolvía el mando a su jefe. La Guerra de Independencia había terminado. Sus luchas de más de treinta años le iban a permitir ver realizados sus viejos sueños.
Y porque fue él, como jefe de las fuerzas mambisas, quien entró, al frente de las mismas, en su ciudad natal, el 30 de noviembre de 1898, después que las tropas españolas procedieron a evacuarla. Fue una entrada triunfal. Los camagüeyanos le aplaudieron delirantemente a su paso por las calles de Camagüey.
Así, sin más ambición que esa satisfacción del deber cumplido con sencillez y naturalidad, como quería José María, así el general Maximiliano Ramos, una vez que se desmontó del corcel guerrero, se dirigió a su casa, modesta y alegre, donde le aguardaba su familia. La vieja herida del pulmón le molestaba. No quiso inmiscuirse en la política. Se dedicó a atender a su familia hasta el 13 de julio de 1914 en que falleció. Tenía setenta y cinco años de edad. Dejó una familia que ha sabido honrar su nombre.







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