El último guerrero español de La Florida

Written by Libre Online

12 de noviembre de 2025

Un homenaje a los 180 años de la proclamación del Estado de Florida (II)

Por Rafael Jesús de la Morena Santana

Sin embargo, no pudo descansar mucho tiempo, en junio de 1817, sus aptitudes marciales fueron otra vez puestas a prueba, el exitoso granjero hubo de volver a tomar las armas, convocado como parte del cuerpo de oficiales del nuevo gobernador de Florida Oriental, Don José María Coppinger. Otra vez el guerrero natural que había demostrado ser el Capitán Hernández sobresalió en las acciones de rechazo al sorpresivo raid del general escocés Gregory McGregor, quien peleaba por la Venezuela independiente y con financiamiento norteamericano buscaba debilitar el poder de España en el Nuevo Mundo, en particular en Florida. 

En este conflicto, McGregor con un puñado de patriotas venezolanos y trescientos norteamericanos conquistó Isla Amelia, al extremo noreste de la península y proclamó la República de Las Floridas. En la respuesta a este abierto desafío a España, José Mariano formó parte del destacamento que aniquiló a la partida de una veintena de exploradores que el enemigo envió de reconocimiento a las puertas de San Agustín. Luego se le ordenó a crear postas y atrincheramientos, en las posibles vías que podría emplear el enemigo para acceder a la capital.

Además, a principios de 1818 el joven oficial estuvo entre los oficiales que fueron concentrados frente a Isla Amelia, para la maniobra final de eliminar aquella ofensiva ficción política contra la autoridad española y a la vez ser una fuerza de disuasión y contención ante el arribo a la ínsula de soldados norteamericanos que llegaron allí… “para seguridad de los lindes de España”…

A los pocos días José Mariano y otros combatientes regresaron a San Agustín, porque en los límites del noroeste entre Estados Unidos, Florida Occidental con zonas bajo control norteamericano incluida Pensacola, y la Florida Oriental, ardía la Primera Guerra Seminola. El Gobernador Coppinger llamaba con urgencia a sus oficiales, necesitaba proteger San Agustín ante la noticia de la violación de la soberanía española por el General Andrew Jackson. El caudillo militar sureño había cruzado la frontera desde Florida Occidental en el mes de abril, con el pretexto de perseguir y destruir los asentamientos de los indígenas rebeldes y eliminar a sus abastecedores de armas.

Andrew Jackson adelantaba en territorio hispano con su ímpetu característico y amenazaba con dirigirse a San Agustín, ejecutaba una política de tierra arrasaba contra los seminolas y ya enfilaba hacia la capital de Florida Oriental cuando recibió la orden del Presidente James Monroe de detenerse, fue una gran suerte que así fuese. El scribbler que redacta este trabajo, aunque no acostumbra a especular en cuestiones históricas, sino a utilizar datos fidedignos, se sintió aliviado, porque si el laureado vencedor de la Batalla de Nueva Orleans, a quien profesamos profundo respeto, hubiese llegado frente al Castillo de San Marcos…allí se encontraría con que sobre los vetustos muros inconquistados del poderoso baluarte, lo esperaban los Caballeros de Santiago, Hijos de la Virgen del Pilar, defensores de la invicta e inexpugnable fortaleza, con las toledanas bien afiladas y la infalible artillería lista ¡para hacerle pagar cara su osadía y dejar tendida en el polvo de la derrota su fama!

Pero al tomar la política el control de los acontecimientos, el lenguaje de las armas quedó en suspenso, ocultos tras la cortina de humo de la pólvora, una serie de contactos y conversaciones diplomáticas, estaban en marcha. El tiempo de España en el Nuevo Mundo estaba concluido, no se puede detener la marcha del destino, aunque la antigua Iberia hacía los esfuerzos postreros para salvar su prestigio y riqueza en una América en rebelión, ya la suerte estaba echada.

La reunión decisiva fue en Washington, en las negociaciones el Gobierno de Madrid dio a los americanos el derecho de adquirir La Florida, materializado en el Tratado Adams-Onís del 22 de febrero de 1819, que se haría efectivo pasados dos años. Por este documento la península norteamericana es vendida por cinco millones de dólares o mejor dicho, cedida a los Estados Unidos, porque la Corona borbónica nunca recibió un penny del Departamento del Tesoro americano. 

Al producirse la evacuación española del Castillo de San Marcos y de La Florida Oriental en 1821, José Mariano con el acuerdo de su esposa, Ana María Hill, nacida en San Agustín de progenitores emigrados desde South Carolina, decidió quedarse en la tierra donde había nacido y creado una familia, confiando en poder trabajar en paz. Juró lealtad a la Constitución de los Estados Unidos, adoptó la ciudadanía americana y cambió su nombre a Joseph Marión. Como miembro de la élite regional, fue recibido por el gobernador William Pope Duval, de quien se hizo amigo.

Era su momento, afiliado al partido Whig de la tendencia liberal, con su oratoria e influencia, de inmediato se convirtió en un líder, entonces por sus dotes de organizador, éxitos militares, amplia cultura y notoriedad de persona justa y honesta, fue escogido como uno de los siete miembros del recién creado Consejo Legislativo del Territorio de La Florida.

En septiembre de 1822, 13 meses después del cambio de la bandera de la Cruz de San Andrés por la de las Barras y las Estrellas, fue el primer Delegado electo por el Territorio de La Florida, para representarlo en el Congreso Federal de los Estados Unidos de América, con voz, pero sin voto, fue un magno hecho histórico sin precedentes: ¡Joseph Marión Hernández se convertía en el primer hispano y diputado católico, en ocupar un escaño en la augusta asamblea legislativa de Washington!

Desde este puesto, que ocupó en el Capitolio de Washington desde el 30 de septiembre de 1822 al 3 de marzo de 1823, defendió los derechos de propiedad de los colonos hispanos, la libertad para practicar la religión católica, se opuso a la expulsión de los indígenas del territorio y exigió mejorar la infraestructura floridana con carreteras, puentes y canales.

Concluida su permanencia en el Congreso, José Mariano continuó como hacendado, pero cuando indígenas rebeldes quemaron una de sus granjas, regresó a la vida militar. Llevó su lanza de caballero español, a la bandera tachonada de estrellas. Con su valor, habilidades y experiencia prestaría grandes servicios al gobierno de los Estados Unidos de América. El Ejército federal le ofreció incorporarse a sus filas y le otorgó los grados de General de Brigada.

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