Por Eduardo Roqueso Hernández (1955)
El día 18 de febrero de 1859 en la ciudad de Sancti-Spíritus, nace Arcadio Torres Marín, al igual que otros muchos patricios.
De sus primeros años de vida, no se pueden ofrecer datos, pero a los finales de la Guerra de los Diez Años, lo vemos que presta su valiosa cooperación a pesar de su corta edad, con la terminación de aquel movimiento, se reitera a la vida civil.
Se vuelve a tener noticias de él, al ser nombrado Alférez en comisión prestando sus servicios en 2º escuadrón del regimiento “Martí” 1º Brigada, 1º División, dado en la Reforma, el día 21 de noviembre de 1895.
Es ascendido a Teniente en el cuartel general de La Campana, el día 11 de abril de 1896, que aparece firmado por Mayor General Jefe del Cuarto Ejército, Serafín Sánchez, con el Visto Bueno del General en Jefe Máximo Gómez.
El día 9 de junio de 1897, estando acampados en Las Crisis, es ascendido al grado de Capitán, su nombramiento aparece con la firma del Coronel Fermín Valdés Domínguez, con el Visto Bueno del General en Jefe, Máximo Gómez.
A los finales de la guerra, el día 1º de agosto de 1898, llega al grado de Comandante, aparece firmado por el Presidente de Cuba en Armas, General Bartolomé Masó, Secretario de Guerra Interino, Ernesto Font Sterling.
Su hoja de Licenciamiento dice lo siguiente, Regimiento Caballería “Martí” Departamento Oriental 4º Cuerpo 1º División, 1º Brigada, se alistó en el Ejército el día 8 de septiembre, siendo licenciado con fecha 15 de julio de 1899.
Aunque su licenciamiento aparece con el grado de Comandante, con fecha 4 de febrero de 1899, estando acampado el General Máximo Gómez en Remedios lo recomienda al grado de Teniente Coronel de Caballería. Los motivos que existieron, para que Torres Marín no se licenciara en dicho grado, que le correspondía, es ignorado, pero he podido conocer por amigos suyos, que todavía viven, que su excesiva modestia, fue la causa de que al terminar la Guerra sólo ostentara el grado de Comandante.
Muchos son los relatos que pueden contarse de aquel valiente espirituano pero sólo quiero destacar algunos en que tuvo su participación directa, con la que ganó el reconocimiento de sus jefes y sus ascensos, todos logrados con el filo de su machete.
En La Reforma, siendo Capitán, recibe órdenes de atacar al enemigo. Acompañado solo por un pequeño grupo de mambises, realiza tan fuerte ataque que penetra hasta la retaguardia enemiga, causando muchas bajas y desconcertando a los soldados españoles. De regreso al campamento, ya ha sido informado el General Gómez por uno de sus ayudantes de tal hazaña. El General Gómez, no pregunta quien ha sido el oficial que realizara el brillante servicio, ya que dirigiéndose a su ayudante le dice, “Dígale a Torres Marín, que después que se quite la pólvora del cuerpo, se presente a informar”.
La toma del Fuerte del Heliógrafo en Arroyo Blanco, fue la acción que le hizo que se le ascendiera al grado de Capitán. En esta batalla, Torres Marín, puso una vez más su valor y capacidad de manifiesto.
En la paz, ingresa en el Ejército de la naciente República, donde ostenta el grado de Teniente de la Guardia Rural y luego el de capitán Cuartel Maestre del Regimiento número dos de donde es retirado por Decreto número 659, dictado por el Honorable señor Presidente de la República de 23 de agosto de 1918. (Léase Diario Valdés Domínguez).
Cuando el movimiento del año 1917, participa en él, al lado de las fuerzas rebeldes que comandara el Coronel Roberto Méndez Péñate, según se puede leer en su biografía publicada en esa revista el 28 de marzo de 1954.
Al fracasar dicha revolución es conducido preso a la Cabaña, donde se le juzga y condena por la Orden General número 121 de fecha 26 de agosto de 1917, a la pena de “dos años, cuatro meses de reclusión” expulsión deshonrosa del Ejército y pérdida total de haberes y asignaciones, incluso la pensión de retiro.
De regreso a la ciudad de Santa Clara, después de aquellos turbulentos días, el Comandante Torres Marín, comienza a trabajar de escribiente en la Notaría del doctor de la Torre, donde permanece hasta que su avanzada edad no se lo permite, quedándose en su humilde hogar donde le sorprende la muerte.
En el año 1936 Torres Marín le escribe al entonces Coronel del Ejército Fulgencio Batista Zaldívar, pidiéndole la revisión de la causa en donde fuera juzgado. Le contesta el entonces Coronel Auxiliar J. Velazco, informándole que su escrito ha sido trasladado para el Presidente del Tribunal Superior de Guerra y Marina.
Han transcurrido muchos años, pero todavía nada se conoce de aquella gestión. Como en la Amnistía promulgada en días pasados se hablaba de que los delitos de los militares, desde el año 1917 se encontraban comprendido, sus familiares, muy particularmente su anciana viuda, espera se le haga justicia, y se le conceda el retiro de Cap. del Ejército de la República que perdió por dicha Revolución.
Entre los recuerdos que amorosamente guardan sus familiares se encuentra un sable de un oficial del Ejército Español, su machete mambí, una condecoración de la Cruz de Oro de la Cruz Roja Nacional, por el salvamento de varias personas que corrieron el riesgo de morir ahogadas por una fuerte crecida. Numerosos son los papeles y documentos, donde aparece la firma de los Generales Máximo Gómez, José Miguel Gómez y otros, todo entregado, al modesto Museo que existe en el Gobierno Provincial de esta provincia.
Según las manifestaciones de sus numerosos amigos y compañeros de la guerra, el Comandante Torres Marín, el impulsivo, el valiente en los campos por la libertad de Cuba, al volver a la vida civil, solo le complace el ver a la bandera flotar en los edificios públicos, por lo que llevó una modesta vida, a pesar de ser de toda amistad y confianza de hombres como el que fuera presidente de la República General José Miguel Gómez, del Coronel Roberto Méndez Pénate quien fuera Gobernador de las inquietas Villas.
La amistad con un hijo de Torres Marín, ha sido quien me ha impulsado a redactar estas pobres cuartillas, como hechas por un humilde ciudadano de esta bella sufrida tierra, pero amante del recuerdo de nuestros fundadores.
En la ciudad de Marta Abreu, precisamente en la noche misma del ataque alevoso del imperio japonés a los Estados Unidos, en aquel aciago 7 de diciembre de 1941, pasó a mejor vida Arcadio Torres Marín. Todavía se le recuerda entre sus amigos, el Presidente del Centro de Veteranos capitán Ismael Avalos Marrero, el doctor Alberto de la Torre, su fiel amigo con quien trabajó hasta la hora de su muerte, el doctor Antero Álvarez y otros muchos más que le evocan tal y como fue glorioso y modesto, heroico y sencillo.







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