Por José “Chamby” Campos
El deporte siempre ha sido considerado una actividad sana y necesaria para una larga vida y saludable. El lema original de los juegos olímpicos “Citius, Altius, Fortius” y el cual se traduce al idioma español como “Mas rápido, más alto y más fuerte” reseña lo que en realidad debería de ser la competencia atlética.
Desafortunadamente con el pasar del tiempo han surgido grandes obstáculos que se le han presentado en diferentes niveles. La trampa o la forma de engañar fue la primera y se le justificó como algo necesario puesto que todo era válido para obtener el premio final. El bloque soviético y los países comunistas son los grandes ejemplos con sus sobornos a árbitros, jueces y comisiones atléticas para ganar medallas.
Después se aparecieron los fármacos que mejoran las condiciones del cuerpo humano y también se han justificado como “avance de la ciencia médica”. Como prueba más reciente el béisbol fue testigo de una epidemia de esteroide, la cual creo todavía existe, que manchó el deporte y acabó carreras. Ahí están los casos de Barry Bonds, Rafael Palmeiro, José Canseco y Alex Rodríguez por mencionar los más notables. Grandes peloteros con carreras ilustres, pero desgraciadamente han sido marcados para la eternidad.
Durante todo este proceso existió un elemento que, como águila lista para acechar su presa, merodeó todo lo que era una competencia. Inteligentemente siempre supo que su lugar era en las sombras, no le importaba porque era muy lucrativo y no quería crear problemas. Sin embargo, su primer error ocurrió en la Serie Mundial de 1919 donde compraron a varios integrantes de Los Medias Blancas de Chicago y causaron el gran escándalo que le costó una suspensión de por vida a ocho de los participantes a pesar de que fueron encontrados inocentes en las cortes judiciales.
Tal fue el daño que causaron que Las Grandes Ligas eligieron por primera vez un comisionado, en este caso el juez federal Kenesaw Mountain Landis, para que se encargara de limpiar la imagen del deporte y restaurara la integridad del juego.
¿Cuál era ese enemigo secreto? El mundo de las apuestas, el juego ilícito.
A pesar de que las apuestas en los deportes continuaron, siempre fue ilegal y como tal ninguna liga se asoció a la actividad y a su vez todo miembro de un equipo deportivo estaba prohibido que apostara.
Los inmortales Willie Mays (1979) y Mickey Mantle (1983) fueron suspendidos de toda actividad que estuviera relacionada con el béisbol, por ambos haber firmado contratos con casinos en Atlantic City, a pesar de que en ningún momento fueron acusados de apostar. Solo el hecho de que sus rostros aparecieran promoviendo el establecimiento fue causa de suspensión.
Con el tiempo la industria del juego y los casinos continuaron avanzando en su intención de legitimar las apuestas en los deportes y finalmente en el 2018, la Corte Suprema de la nación aprobó un mandato dándole a los estados la potestad de decidir la legalización de las apuestas deportivas.
Esa decisión causó que la industria de los casinos y las casas de apuestas invirtieran millones de dólares en promesas de creaciones de trabajo y billones de dólares en ganancias. Las ligas seguidas por los dueños de equipos y estadios rápidamente se dieron a la tarea de promover aquel “lobo vestido de oveja”.
Desde ese instante las falsas promesas han hecho un daño irreparable al deporte. Si a lo largo de los años se ha cuestionado la honestidad de los árbitros, referees y umpires; ahora esa duda es válida por la existencia de la plata. Pero no solo son ellos los debatidos, los atletas son los que más escrutinio requieren porque el dinero corrompe.
Esta pasada semana hemos visto como Terry Rozier miembro de Los Miami Heat, el exjugador también de la franquicia local Damon Jones y el director técnico de Los Portland Trailblazer Chauncey Billups fueron arrestados juntos a 31 otras personas acusadas de ser parte de un conglomerado que controlaban apuestas y mesas de póker.
No solo el baloncesto ha sido víctima, en el béisbol los lanzadores dominicanos Enmanuel Clase y Luis Ortiz han sido suspendidos indefinidamente mientras se investiga si tuvieron participación en unas apuestas que se hicieron en sus contras y las cuales generaron una cantidad substancial para los apostadores.
Atrás quedó aquel amante del deporte que vivía la pasión de su equipo, de sus jugadores. Ahora el nuevo fanático está más preocupado por el resultado final, aunque su team pierda o porque su jugador predilecto haga o no la jugada crucial; por la simple razón que el amor por el deporte ha sido reemplazado por una ganancia financiera.








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