Por María C. Rodriguez
El 26 de septiembre de 1960, en los estudios de la CBS en Chicago y con una audiencia de más del 60% de la población adulta de Estados Unidos, se realizó el primer debate político televisado de la historia. En él se presentaban dos candidatos jóvenes y con un fuerte carisma: John Fitzgerald Kennedy por los demócratas y Richard Nixon por el Partido Republicano. Ambos acordaron realizar tres debates televisados.
Nixon apareció pálido. Vestía un traje gris (que en una televisión en blanco y negro le hacía pasar desapercibido), y además se negó a que lo maquillaran. A esto hay que sumar que el vicepresidente Nixon había estado recientemente hospitalizado por una operación en la rodilla, lo que le hacía sudar al andar y le daba un aspecto más cansado.
Kennedy, en cambio, conquistó a la cámara al lucir un elegante traje negro y una piel bronceada y maquillada. El candidato demócrata se mostró seguro de sí mismo en todo momento, sonrió y supo manejar su lenguaje corporal. Tuvo la habilidad de mirar a la cámara cuando respondía a las preguntas que le formulaban los periodistas, queriendo comunicar su mensaje directamente a los espectadores.
Al terminar el debate gran parte de la audiencia dio a Kennedy como ganador. Sin embargo, quienes lo escuchaban por la radio dieron a Nixon el triunfo.
El 8 de noviembre, Kennedy venció a Nixon en una de las elecciones presidenciales más reñidas del siglo XX.
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