POR: J. A. ALBERTINI

Ha muerto  en España  —con Cuba y su adorada provincia de Matanzas en el pensamiento, sin olvidar al nativo pueblo de Ceiba Mocha  —Roberto Cazorla. La fructífera vida de Roberto Cazorla está indisolublemente ligada al mundo periodístico, poético y artístico de Cuba.

Partió al exilio asfixiado por la dictadura castro comunista en los tempranos años de la década de 1960. Se radicó en la madre patria y desde allí, siempre con la Isla amada, pero cautiva en su pensamiento, prosiguió, exitosamente, desarrollando sus habilidades creativas.

Le conocí en Miami, años atrás. El PEN CLUB de Escritores Cubanos en el Exilio le había invitado para que fuese la figura central de uno de nuestros eventos. Me lo presentó el poeta Ángel Cuadra† que por entonces se desempeñaba como presidente  de nuestra organización. No le traté mucho, pero en los breves días en que compartimos encontré, en él,  a un ser de amplia y cosmopolita cultura, al cual la cubanía, a pesar de todo, se le desbordaba al ritmo de la respiración.

Cazorla era intenso. Sus opiniones, así como su carisma afectuoso, eran sinceras y directas. Me percaté que la amistad para él era una especie de culto religioso.  A Demetrio Pérez Jr.† y Armando Pérez Roura† les tenía la consideración y el afecto que se siente por un familiar muy allegado.

Al tratarlo me di cuenta que le dolía, permanentemente, la separación abrupta y no deseada que, como planta trasplantada por fuerza,  había ocasionado su condición de desterrado.

De Roberto Cazorla nos queda, entre otros atributos creativos y humanos, sus estupendos poemas y las nostálgicas y veraces crónicas que, para nuestro querido semanario LIBRE, escribió,  por años, en tanto tuvo fuerzas.

Hoy ha partido. Sus restos reposarán en tierra acogedora pero no propia. 

Pienso, es más creo firmemente, que el hoy liberado espíritu de Roberto Cazorla ha vuelto a Cuba. Recorre Pueblo Mocho, Matanzas, La Habana y escribiendo poemas se moja en el azul de nuestro mar Caribe. 

No obstante, como persona, sueño con el día, de amanecer luminoso, en el que, como nación liberada, podamos retornar a la patria las osamentas de los queridos hermanos que, con nuestra Cuba en su pensamiento exhalaron, en otras latitudes, el último suspiro. Todos deben volver.

Y Roberto Cazorla, andariego por fuerza, debe retornar, en restos, a Ceiba Mocha. Lecho que aguarda por el hijo ausente. Que en paz descanse.