Capítulo III
Por J. A. Albertini, especial para LIBRE
La expectativa de futuro develada por Candelario Candela, prendió en la masa. La individualidad fue anulada y se sometió a un yo de verbo categórico y alcance microfónico.
Fortunata Fortuna, desconcertada, miró al marido. Romerico Romero, frente a la evidencia, reconoció.
—Menos Rosalía, juzgamos muy a la ligera el comportamiento y los actos de Candelario. Haber crecido junto a otra persona puede crear una percepción falsa; empañada por un sentido subjetivo de lealtad grupal.
—Hay que detenerlo ahora, antes que proponga cometer alguna locura -insistió Rosalía Rosado.
—¡Imposible!, a estas alturas -exclamó Florencio Flores.
***
Sentados a la mesa del comedor parroquial Casto Castor escuchó los temores del monaguillo.
—Pensé que tu fe era más robusta -Palomino Palomo criticó al joven. Casto Castor, de inmediato, no habló. Con la cabeza inclinada reflexionó sobre lo escuchado-. Propongo abrir las puertas de la Iglesia y si Candelario viene, cosa que no creo suceda hoy, lo recibiremos, a los pies de la Inmaculada; crucifijo en mano y los brazos abiertos. La fe y el perdón son sentimientos fuertes -imbuido de fervor anticipó Palomino.
El viejo cura, levantó la mirada. Sus ojos fueron del rostro del cura piadoso al del monaguillo.
El mutismo reflexivo del anciano se prolongó. Palomino Palomo, ansioso por conocer la conclusión del superior, interpeló
—Padre, ¿cuál es su parecer…?
El anciano se pasó la mano por el rostro arrugado. Suspiró hondo y habló despacio; calibrando cada palabra.
—Creo que los temores de Carmelo no son infundados.
—Padre, ¿qué hay del perdón; del arrepentimiento; de poner la otra mejilla si es necesario…?
—Son basamentos de la iglesia pero, como todo, tiene momentos de eficacia sanadora y momentos en los que la soberbia, siempre pasajera, nubla el razonamiento humano. Candelario Candela aún no se ha desprendido de la soberbia. Su postura, de conquistador, lo demuestra. Dejemos que el tiempo sofoque la exaltación que ha traído a Santa Clara.
***
…Comencemos castigando a los culpables cercanos. Limpiemos con la verdad absoluta los reductos del atraso… El ayuntamiento, el periódico El Eco y la emisora radial CMHW ya son parte de esta cruzada justiciera e imparable… Ha llegado el momento de escoger la voz guía; la persona que regirá el destino luminoso, camino al porvenir, que nos reclama y aguarda para someterlo a nuestros designios. Elijamos ya, por votación directa y democrática, a cara descubierta, alzando las manos quien nos representará, resueltamente, en el viaje que estamos iniciando…
—Salgamos de aquí. Esto se ha ido de control. No quiero ser cómplice del caos que se nos viene encima. ¿Espero que ustedes tampoco…? -Rosalía Rosado conminó.
—Las dos parejas intercambian miradas de sobresalto.
—Vamos; pero cuidado con los ajenos -Florencio Flores, por primera vez, impensado bautizó, a la milicia armada que acaudillaba Candelario Candela, con el mote que los lugareños terminaron por adoptar-. Ellos están vigilando quien o quienes se apartan del gentío.
—Lo que está pasando es peor que un mal sueño. Se me eriza la piel -se lamentó Fortunata Fortuna.
Sigilosos e inseguros retrocedieron hasta lograr escabullase por el Callejón de Lorda.
—Creo que no notaron nada -dijo Romerico Romero.
Rosalía Rosado, alertó.
—Lo mejor es separarnos. Cada cual a su casa. Debemos permanecer encerrados y cuidar de la familia.
—Te acompaño -dispuso Florencio Flores.
—No es prudente -respondió la joven.
—Esto apenas comienza -predijo Romerico Romero.
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