José Joaquín Tejada y Revilla

Written by Libre Online

30 de septiembre de 2025

JORGE QUINTANA (1957)

No se sirve solamente a Cuba con la vocinglería infecunda. Los grandes escandalosos de todas las épocas no han logrado jamás hacer la historia. A la patria se le sirve con la obra realizada, la devoción demostrada en sus luchas, el espíritu limpio, el alma siempre en vilo, atenta al palpitar de la nación. A la patria se le sirve con el machete en la mano, cuando es sonada la hora del machete y se le sirve también con la obra ejemplar del sabio o el genio del artista. De estos últimos fue José Joaquín Tejada, aquel a quien José Martí llamara “Pintor de Cuba”.

El 6 de septiembre de 1867 nació José Joaquín Tejada y Revilla en la ciudad de Santiago de Cuba. Tres años antes había nacido su hermano Félix, que como él habría de ganar renombre como artista. Su padre era el licenciado Félix Tejada y Giró, un distinguido patriota santiaguero que conspiró activamente por la libertad de Cuba.

 Su tío, Luis Tejada y Giró, murió en los campos de Cuba Libre, al iniciarse la Guerra de los Diez Años. Perseguido el licenciado Tejada por sus actividades abandonó la ciudad donde residía para dirigirse a Jamaica donde instaló un ingenio en Shenton. Allí recibió a Francisco Vicente Aguilera, Manuel de Quesada, Julio Sanguily y a su sobrino Enrique Collazo.

El 29 de enero de 1869, cuando apenas el niño José Joaquín tiene dos años de edad, su familia se conmueve toda ante el martirio de su primo Félix Tejada y Texidor, que a pesar de tener solamente veinte años de edad fue fusilado junto a las tapias del Cementerio de Santa Ana, recordándose que marchó al suplicio cantando orgullosamente la Marsellesa.

De la cuna habría de venirles a los hermanos Tejada el interés por el arte pictórico. Su abuelo el licenciado dominicano Juan de Mata Tejada había sido uno de los grandes promotores del estudio del dibujo y la pintura en Santiago de Cuba. 

Profesor de Dibujo y Geometría del Seminario de San Basilio el Magno, el licenciado Tejada instaló el primer taller biográfico de Cuba, trayendo de Alemania todo lo necesario para ello. Este taller, fundado en los primeros años del siglo XVIII, fue no sólo el primero instalado en Cuba, sino tal vez el primero instalado en todo el territorio de la monarquía española, porque en más de una ocasión la colonia de Cuba se anticipó a la metrópoli en esto de progresar.

Muy joven aun José Joaquín Tejada se interesó por el arte pictórico. Sus trabajos llamaron muy pronto la atención. En 1888 el Ayuntamiento de Santiago de Cuba le concedía una beca de estudios en Europa. Por esa misma época la Diputación Provincial concedía otra beca similar a su hermano Félix. Ambos hermanos partieron para España. En Barcelona José Joaquín tuvo por maestros a M. Aquliú y al gran pintor catalán Martí Alsina. Después viajó por Europa. En Italia visitó, con ojos ansiosos de estudiante inteligente, los grandes Museos de Milán, Florencia y Roma. Visitó Francia y Alemania.

Por todas partes fue indagando, analizando, estudiando para darle contenido a su gran vocación artística. Expuso por primera vez en Barcelona su célebre cuadro “La Lista de Lotería” o “La Confrontación” —que de las dos maneras han dado en llamarle— obteniendo el segundo premio con medalla de oro. La crítica española le colmó de elogios. “Este joven empieza por donde terminan los viejos”, escribió “La Esquela de Torracha”.

En noviembre de 1894 arribó a Nueva York. Inmediatamente conoció a José Martí que admiró su cuadro premiado en Barcelona. Tejada, fiel al patriotismo de su familia, le ofreció su concurso, Martí le respondió:

—Recuerde Tejada, que habrá luego en Cuba un panteón que decorar…

En las páginas de “Patria” dejó Martí constancia del entusiasmo con que acogía la obra de aquel a quien llamaba, con justa razón “Pintor de Cuba”. En la edición de su periódico correspondiente al 8 de diciembre de 1894 Martí escribe:

“Por el aire fresco y libre, por el color ameno y natural, por la soltura y propósito de los detalles, con ser todos de mérito saliente, es menos notable el vasto cuadro que por la piedad y sentido de las figuras, en que el artista adivino pone la historia toda, agitada o sumisa, y el carácter típico de cada variedad social, y por la gracia y levedad de la obra entera y la elegancia con que, sobre una esquina cubierta de elocuentes carteles, agrupa a personajes vulgares. 

El grupo curioso ve los billetes en la lista en la pared. El mozo de cordel, con las cuerdas por los muslos, nervudos y caídos del trabajo, y el chaleco alón, y la barretina por la espalda, tiene el dedo rígido sobre su número feliz; a la modista se le ve la lozanía por las ropas dóciles, y la salud del cabello, enroscado a la nuca; el estudiante es lampiño y de cepa catalana, que desea y arriba; el empleado pálido empina el triste hongo; a la cadera del blusón tiene la mano el aprendiz reverente; conversan las arrugas hondas del viejo de la blusa azul; cuelga el cesante de capa y chistera; al mocetón de espaldas se le adivina la mano viril que rebusca por el bolsillo el billete; la bondad del trabajo rebosa, y el alma madraza de la española pobre, en la cuarentona de pañuelo y cesta que oye al viejo parlanchín; un porfiado valenciano, de alpargata y montera, se lleva indiferente a la otra parte del cuadro su carro de lechero. 

En los carteles de la pared, a medio desgarrar, como para que no recarguen el cuadro que completan, está la vida entera barcelonesa: la junta electoral, la cita del orfeón, la asamblea de obreros, la denuncia de los crímenes sociales; la calle silenciosa dobla, envuelta ligera por el fondo. Y dice el lienzo todo que el trabajo da salud, que la mujer es hermosa y consuela, que la humanidad codicia y hierve.

Por el dibujo pudo errar el primer cuadro de quien como Tejada, sabía poco de colores hace aun tres años, y no sólo es todo él fino y juicioso en “La Lista de la Lotería”, sino que tiene el mérito sumo, que es el de enseñar, por la sagaz percepción del laboreo de las almas en la carne, la vida interior, burda o graciosa, del personaje a quien el suelto contorno deja pleno carácter y movimiento. 

En la tentación del color pudo caer, que es siempre excesivo, en letras y pintura, durante la juventud; pero él tiene ya la suave tristeza de hombre pensador, que ve a la vida sus velos y nubes, y a la ciudad ese vaho turbio que atenúa el escándalo de los matices vivos. 

En lo que debió pecar Tejada, por su sinceridad misma, fue en el abandono que los artistas incompletos confunden con el vigor y el albedrío y goza hoy de fama grande y perecedera, que pudo tentar por el aplauso unánime, y por ser la forma de expresión de los pintores de la realidad, a quien viene el arte con el respeto y amor de ella y el don de ver la belleza en los desdichados y en los mansos; el pintor nuevo de Cuba mostró su mérito sobresaliente en la difícil moderación con que realzó por el trabajo acabado, sus figuras intencionadas y verdaderas, y dio a una obra urbana y de asunto común el interés triunfante de la gracia.

 Sacar de si el mensaje natural es la obra del artista, y ver con sus propios ojos, que fuerza a que aun los hombres de sumo valer suelen llegar tarde en la vida, por lo falso y ajeno de la educación artificial con que los vendan, y a que Joaquín Tejada ha llegado temprano. Y de otro peligro se salvó Tejada ya, y es el de la inmodestia, compañera segura del mérito inferior, que en él no aparece, porque es como quien peca con vivir y tiene a la vez la fe creadora y la saludable duda de cuanto hace. Ámese, puesto que ama al hombre, al artista nuevo de Cuba, al que padece de la pena humana y no tiene pinceles para los vanos y culpables de la tierra, sino para los adoloridos y creadores”.

Se dice que Martí posó para Tejada y que el retrato que éste le hiciera fue subastado, poco tiempo después de la muerte del Apóstol, en México. De ser cierto este hecho tendríamos dos retratos de Martí, para los cuales él posara, el del sueco Norman, que es el que hemos conocido y este otro de Tejada, cuyo destino se desconoce.

Después de una breve estancia en Cuba, a principios de 1895, retornó a Europa nuevamente. Más tarde se trasladó a México donde expuso con singular éxito. Allí cooperó con los cubanos desterrados a la lucha por la libertad. En 1896 fallece su padre el licenciado Félix Tejada y Giró. 

En 1899 regresa a Cuba, dirigiéndose a Santiago de Cuba, su tierra natal por la que sentía tan honda devoción. Su hermano Félix había fundado la Academia de Bellas Artes. El 9 de septiembre de 1903 el Ayuntamiento de Santiago de Cuba tomó el acuerdo de designar a José Joaquín Tejada Director de aquella misma Academia de Bellas Artes que su hermano en otros tiempos dirigiera. Durante veintidós años permaneció en ese cargo, dedicándose modestamente a su obra. 

Fue también Presidente de la Asociación Artística de Oriente, Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Artes y Letras. En 1922 pasó por la pena de ver morir a su hermano Félix. En 1939 preside el Primer Congreso de Arte Cubano celebrado en la ciudad de Santiago de Cuba, en esa ocasión.

Víctima de un ataque de embolia falleció José Joaquín Tejada en la ciudad de Santiago de Cuba, donde naciera sesenta y seis años antes, el 3 de marzo de 1943. Al Museo Bacardí dejó mucha de su obra pictórica, entre ellas su famoso cuadro “La Lista de Lotería” o “La Confronta”. Y dejó también un libro inédito. 

En los postreros días de su vida el inolvidable profesor de Historia del Arte de nuestra Facultad de Filosofía, el Dr. Luis Soto, visitó a la ciudad de Santiago de Cuba y se entusiasmó con la idea de dar a la publicidad esa obra. Pero la muerte del insigne cubano dejó en suspenso tan bello propósito. José María Chacón y Calvo, ha publicado, en su brillante columna del “Diario de la Mariana”, una apelación para que el libro se publique sin mayor dilación. 

Ni el Instituto Nacional de Cultura que dirige nuestro compañero en el periodismo el Dr. Guillermo de Zéndegui, la Universidad de Oriente, ni la Universidad de La Habana, ni nadie, de los que pudieran viabilizar esa noble idea han respondido hasta el presente. El libro sigue inédito. Nuestro buen amigo Carlos E. Forment y otros periodistas orientales continúan insistiendo en que la idea no se pierda. Ojalá que se encuentre al fin una institución responsable o un cubano con el suficiente patriotismo e interés por estas cosas, que haga posible la publicación de una obra en cuya trascendencia no es necesario insistir más.

“Tejada, ha escrito Luis Soto, aunque cultivador de otros géneros, es, esencialmente, un paisajista que tuvo ante la naturaleza la actitud de los pintores de Barbizón, lo cual le incluye dentro de la tendencia romántica, que tiene en él un notable intérprete cubano, incorpora a su temática elementos vernáculos tratados con sentido poético, con un lirismo que escoge el momento en que la “fisonomía” de la naturaleza se muestra a tono con la sensibilidad del artista que la traduce amorosamente envuelta en una peculiar atmósfera de ensueño, de serena y apacible calma.”

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