La Habana, (EFE).- En La Habana Vieja solo se pueden ver las luces de los celulares, de los faros de los pocos vehículos y motos que circulan por sus estrechas calles o de los restaurantes privados con turistas con rostros desencajados.
Lo que en cualquier otro punto del mundo podría ser una situación extraordinaria o una experiencia única en la vida, en Cuba se ha convertido en la nueva normalidad.
Al menos así lo cree Juan Carlos, un carretillero (vendedor ambulante de frutas y verduras) de 60 años. Su tono, al hablar, es una buena muestra de lo que se ve en las oscuras callejuelas: una peculiar combinación entre resiliencia, resignación y una pizca de humor negro.
“Si coges lucha y te aferras, te mueres de infarto. No puedes hacer nada. ¿Qué podemos hacer? Nada. Hablar no te resuelve nada. Hay que esperar (a que vuelva la corriente)”, dice al lado de su carreta.
José, de 62 años, ayuda a Juan Carlos a vender y lo complementa recogiendo basura en las calles. La caída del sistema eléctrico, asegura, le ha afectado “mucho” porque vive al día y sin luz no puede hacer mucho como para ganarse la vida.
“Ahora mismo yo tengo un hambre que estoy volado”, cuenta mientras ríe.
Las horas sin luz también significan que la comida que han acumulado en sus congeladores durante meses como reserva para enfrentar la escasez de alimentos se echa a perder.
De acuerdo con el llamado director general de Electricidad del Ministerio de Energía y Minas (Minem), Lázaro Guerra, a lo largo de todo el país se han creado “microsistemas”, pequeñas áreas con energía en torno a sitios claves como hospitales y plantas de bombeo de agua, que se prevé ir consolidando, ampliando e interconectando con el paso de las horas.
Grave crisis energética
La crisis energética que arrastra Cuba desde hace varios años se ha agravado considerablemente en los últimos doce meses, lo que se refleja en prolongados apagones diarios con una duración promedio que durante este julio y agosto fue de entre 15 y 16 horas, según la UNE.
Las centrales térmicas cubanas están en su mayoría obsoletas, tras décadas de explotación y un déficit crónico de inversión y mantenimiento; mientras que decenas de motores de generación están a diario fuera de servicio por la falta de divisas del país para importar suficiente combustible.
Expertos independientes señalan que la crisis energética responde a una infrafinanciación crónica de este sector, completamente en manos de la tiranía cubana desde 1959.
Diversos cálculos independientes coinciden en estimar que la dictadura cubana necesitaría entre 8.000 y 10.000 millones de dólares para reflotar el sistema eléctrico, una cantidad de la que La Habana no dispone.
Los cortes de electricidad son un grave lastre para la economía nacional, que se contrajo un 1,1 % en 2024 y suma en los últimos cinco ejercicios una caída acumulada del 11 %. La CEPAL también prevé que su Producto Interno Bruto sea negativo este año.
Además, atizan el descontento social en Cuba y han estado vinculados a las principales protestas que se han registrado en el país en los últimos años, como las de julio de 2021.







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