De Girón a la Crisis de los Cohetes: La segunda derrota

Written by Libre Online

22 de julio de 2025

Las primeras versiones:  El cuento de Hadas de Kennedy (II)

Para todos los que escribieron en la década del 60 los soviéticos se habían rendido. Para todos aquéllos que ignoraban la verdad, Kruschev sencillamente había dado un paso atrás. Aunque fueron los Kennedy, el presidente y el fiscal general, los que habían acordado negociar, el estigma de negociador, de convenir un nuevo “Pacto de Munich”, recayó sobre Adlai Stevenson. Sin embargo, lo que Stevenson propuso: el intercambio de los cohetes americanos en Turquía por los cohetes soviéticos en Cuba, y la garantía de no invadir a Cuba, fue lo que ambos Kennedys plantearon y llevaron a la práctica. Stevenson quedó con el estigma. John F. Kennedy y Robert Kennedy se quedaron con la gloria de una victoria no comprometida.

La euforia y los elogios con que celebró la prensa la “hábil solución de la crisis por parte del presidente Kennedy”, iban acompañadas de una mordaz crítica a los militares que habían abogado por una acción drástica. Sentimiento artificialmente creado y que fue resumido por Robert Kennedy con estas palabras: “esta experiencia nos señala a todos la importancia de la dirección y control civil en estos temas”.

LA VERDAD SE ABRE PASO

Todo era falso. La negociación secreta -a espaldas del Comité Ejecutivo- de Bobby Kennedy con el Embajador Dobrynin había sido aún más elaborada. Más pérfida. La mencionamos en páginas anteriores. El presidente había llamado a solas a su Secretario de Estado y urdido con Rusk otro ardid. Lo confesará el propio Dean Rusk años después.

En marzo de 1987 se celebró en Hawk’s Clay, Florida, la primera de varias conferencias sobre la Crisis de los Cohetes en las que han intervenido norteamericanos, soviéticos y cubanos que activamente participaron en esta crisis. A la reunión de Hawk’s Clay, por el lado norteamericano, concurrieron entre otros, Robert McNamara, McGeorge Bundy y Ted Sorensen. Por encontrarse enfermo, Dean Rusk no pudo asistir, pero envió una muy esclarecedora carta para ser leída en la conferencia. 

En su carta dice el antiguo secretario de Estado:

“Hay una postdata que sólo yo puedo ofrecer. Era claro para mí que el Presidente Kennedy no hubiera permitido que los cohetes en Turquía se convirtieran en un obstáculo de la remoción de los emplazamientos de cohetes en Cuba y que los cohetes Júpiter en Turquía iban a ser retirados de todos modos” …Continúa Dean Rusk afirmando que “el Presidente me instruyó a dictar una declaración que haría el Secretario General de las Naciones Unidas U Thant, proponiendo retirar tanto los cohetes norteamericanos en Turquía como los cohetes soviéticos en Cuba”.

La carta de Rusk revela que si la Unión Soviética hubiese rechazado el convenio planteado a Dobrynin, vagamente redactado, Kennedy le hubiera pedido al Secretario General de las Naciones Unidad U Thant que propusiera la retirada simultánea de los cohetes norteamericanos en Turquía y los cohetes soviéticos en Cuba. Era la admisión de una total claudicación.

Demostrativo de la forma sinuosa y encubierta con que procedía la Administración de Kennedy para protegerse del juicio crítico de la historia, Dean Rusk revela que:

“Esa declaración se pondría en las manos de U Thant después que le diéramos nosotros la señal. No fue necesario dar ese paso y las declaraciones que yo había dejado en manos de Andrew Cordier nunca han visto la luz del día. En lo que yo conozco, sólo el Presidente Kennedy, Andrew Cordier y yo somos los únicos que conocemos de este paso particular”.

Y este es el presidente que han querido presentar como enérgico, valeroso, resoluto.

Como se puede apreciar, los peligros de una guerra nuclear durante la crisis fueron mucho menores que los que distintos analistas creyeron. La disposición de Kennedy de entregar los cohetes norteamericanos en Turquía muestra, según palabras de McGeorge Bundy, el Asesor Especial de Kennedy, que el presidente “estaba preparado para ir una milla extra para evitar un conflicto, y decidido a absorber cualquier costo político que esto hubiera producido”.

Fue la intencionada falsa información sobre cómo y a qué precio se resolvió la crisis de octubre lo que contribuyó a creer la imagen de un joven presidente decidido, enérgico, temerario. Imagen que, por años, fue protegida por los protagonistas con una sólida muralla de silencio. El “omerta” de los sicilianos aplicado por los irlandeses de Boston.

Pero, con los archivos que el paso de los años ha abierto, la muralla comenzó a agrietarse. A conocer la verdadera historia mucho ha contribuido la participación en debates y conferencias de varios de los que intervinieron en aquellas negociaciones y acuerdos.

George Will, el conocido columnista de Washington Post, ha afirmado que la mayor parte de “los norteamericanos consideran que la Crisis de los Cohetes en Cuba fue una victoria lograda por un presidente preparado para llevar el mundo al borde de una confrontación. Realmente no se llegó a ese borde ni hubo un triunfo para ser celebrado”.

La Unión Soviética no iba a ir a una guerra, afirman Will y otros escritores, cuando los Estados Unidos tenían una ventaja de 16 a 1 en cohetes con cabezas nucleares. Will considera que “el Kremlin debe haber quedado atónito cuando Kennedy sólo solicitó la retirada de los cohetes en Cuba. De esta forma autorizó todos los demás usos soviéticos en Cuba”. Así, en 1968, se introdujeron en Cuba los MIG-21.

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