Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE
Miguel Gerónimo Gutiérrez-Hurtado de Mendoza, nació el 15 de junio de 1822 en Santa Clara, Las Villas.
Como casi todos los intelectuales cubanos de su época, se crio dentro de una familia bien acomodada de la sociedad criolla.
Su padre Miguel Gerónimo Gutiérrez, su madre María Nicolasa Hurtado de Mendoza.
Estudió en el colegio de los Padres de San Francisco de Asís, donde se destacó como alumno aventajado y con facilidades para las letras por lo que desde los 17 años colaboraba con el periódico El Eco de Villaclara, reconocido públicamente a través de la prensa de la época.
Como poeta dejó una producción bastante amplia de sus poesías. Sus artículos aparecieron en diferentes publicaciones como La Alborada (fundado en 1856), La Guirnalda Literaria (1856), El Central (1860), El Alba (1862) y La Época. Este último, fundado por Eduardo Machado Gómez hasta que fue clausurado por las autoridades españolas por la posición reformista que manifestaba.
Miguel Gerónimo estudió la carrera de Agrimensura en La Habana, su título aparece registrado en acta del Cabildo de Santa Clara.
Gutiérrez se desempeñó como agrimensor cuya clientela era numerosa y de alto poder económico.
Contrajo matrimonio el 3 de junio de 1849 con Ángela Quirós Blanco, hija del Licenciado en Farmacia, Manuel F. y de Manuela G.
El matrimonio residió en la calle Candelaria #22, donde nació la numerosa prole compuesta por 9 hijos: Daniel, Filomena, Manuel, Luis, Benjamín, Rafael, Teresa, Ángela y Juan Bautista Gutiérrez Quirós.
La familia poseía varias propiedades, además de la casa señalada como residencia, poseían otra en la calle Colón # 15 e/ Candelaria y San Cristóbal (ahora señalizada con una tarja) dos potreros nombrados “Mingrelia” y Río Santo de Pérez, en Báez. También el ingenio La Margarita en Maleza con una dotación de 16 chinos y 3 negros esclavos, en sociedad con Francisco Martínez Pupo.
Además de su actividad intelectual como colaborador en la prensa local, era invitado con frecuencia a pronunciar discursos en diferentes actos de homenaje en memoria de personalidades como: los maestros Nicolasa Pedraza y Eligio Eulogio Capiró.
Participó de otras actividades socioculturales como las tertulias en su casa y en la Farmacia La Salud de Juan Nicolás del Cristo, a pesar de ser una persona callada, hablaba solamente cuando era necesario y lo hacía de forma pausada, según opiniones de aquellos que lo conocieron personalmente.
También ocupó la presidencia de la Directiva del Liceo.
Desde muy temprana edad comenzó a vincularse a las actividades conspirativas para la independencia desde una perspectiva tanto política como cultural.
Aunque su profesión era agrimensor, fue periodista y poeta. A diferencia de otros contemporáneos, no solo escribió, también actuó.
El Comité Revolucionario de Bayamo envió a la región de Santa Clara a Luis Fernández de Castro. En esa ciudad había enemigos de España que se nucleaban en conciliábulos hostiles a la colonia en la farmacia de Juan Nicolás del Cristo, frente a la parroquial mayor. Estos eran abogados, ingenieros y médicos, como Miguel Gerónimo Gutiérrez, Eduardo Machado y Antonio Lorda. Pero, al parecer, sus trabajos todavía estaban tan sumergidos que Fernández de Castro no pudo encontrar su pista y su gestión fue infructuosa. Por cierto, no solo era en Santa Clara donde a esas alturas se conspiraba, también, en otros puntos de la región villareña.
No fue un militar de campo, pero sí una figura clave en la legitimación política del movimiento independentista. Su rol como legislador e intelectual le dio voz a muchos que luchaban sin tener representación formal. También se destacó como escritor en prensa clandestina, donde denunciaba los abusos coloniales y defendía la idea de una Cuba Libre y Moderna.
Cuando estalló la guerra el 10 de octubre de 1868 en La Demajagua, presidió la Junta de Las Villas que, hastiados de esperar, presionados por órdenes de arrestos libradas contra sus dirigentes, acudieron al campo del honor y al fin, se sublevaron el 6 de febrero de 1869 en San Gil, un lomerío cerca de Manicaragua.
La decisión para el alzamiento fue tomada al conocerse, a través del telegrafista Federico Marrero, que el 30 de enero de 1869, el gobernador militar de Villa Clara, Coronel Francisco Montaos, había enviado un mensaje al capitán general Domingo Dulce, en el cual le consultaba si procedía a la inmediata detención de los miembros de la Junta y de otros patriotas.
Aquel día la junta revolucionaria se pronunció por la independencia y una partida de rebeldes chocó en las cercanías de este poblado con una columna volante española.
El 7, en La Moza, entre Manicaragua y el Hoyo, la junta revolucionaria, bajo la conducción de Miguel Gerónimo Gutiérrez, redactó y firmó el acta de independencia y, desde entonces, consideraron ese como el día de la insurrección.
Unificó a los villareños sublevados, siendo nombrado Mayor General del Ejercito Libertador.
Poco después, los pronunciados tomaron Cumanayagua. También, el 6, Federico Fernández Cavada, antiguo teniente coronel del Ejército de la Unión durante la Guerra de Secesión de Estados Unidos, se pronunció en La Macagua, en las estribaciones de la Sierra de Guamuhaya. Otros levantamientos se produjeron en Cienfuegos, Sancti Spíritus, Remedios y Trinidad.
En cuanto a la esclavitud, se acordó que se emanciparía a los esclavos que se incorporaran a las filas insurrectas.
En Santa Isabel de las Lajas, ya se había producido un encuentro entre voluntarios movilizados e insurrectos y el 20 de febrero de 1869 combatió en Malezas, en las cercanías de Santa Clara, donde una partida de insurrectos asaltó una tienda y se robaron las armas que el dueño tenía para su defensa. También interrumpieron el telégrafo con la capital.
En Sagua la Grande el tren de Sancti Spíritus recibió disparos.
El 8 de febrero el ataque a Fomento alertaba que la zona de guerra se extendía por momentos. Ya el 12 el comandante militar de Remedios daría órdenes al jefe de unas fuerzas del batallón Tarragona y otras tropas dislocadas en Camajuaní, de marchar rumbo al paradero de Juan Andrés y a Santa Fe a batir las partidas que estaban en estos lugares.
En los días sucesivos se produjeron encuentros en Güinía de Miranda, el cafetal González, las inmediaciones de Jagüey Grande, en Monte Guayabal, cerca de Trinidad, y el ingenio Cuevas y serían atacados Santo Domingo y Chambas.
El 17 los voluntarios de Mayajigua se rindieron a las fuerzas mambisas.
Como se puede observar, la insurrección en Las Villas no era resultado de una acción aislada sino de una concertación y toda la provincia aparecía moteada de alzamientos que de conjunto sumaban miles de insurrectos.
Lo único, que la inmensa mayoría estaba mal armada o prácticamente desarmada.
Entre los dirigentes, se producían dudas. A pesar de que finalmente se pronunciaron contra la invitación a claudicar a cambio de una promesa de conceder la autonomía hecha por el coronel Francisco Montaos, algunos todavía se inclinaban a conformarse con la conquista de reformas.
El capitán general Dulce, al informar de la situación a Madrid, el día 8, apreció que el alzamiento era un Plan combinado para toda la Isla y que, según sus noticias, no solo se levantarían las jurisdicciones de Villaclara, sino también Vuelta Abajo.
En efecto, cuatro días después (12 de febrero) Montaos informó a Dulce que la columna de artillería había tenido un encuentro con 2,000 alzados en Manicaragua.
El 12 de marzo el general Carlos Roloff, de origen polaco, sufrió una dura derrota en las inmediaciones de San José de Potrerillo propinada por el teniente Federico Capdevila.
Esa misma noche comenzó un debate sobre las dos estrategias a seguir, una: “avanzar hacia Occidente a sublevar las dotaciones”.
Otra: “seguir la recomendación de José Morales Lemus de no avanzar rumbo a Occidente”. Contra la segunda tesis se levantaron Eduardo Machado y Carlos Roloff, quienes propusieron la marcha al poniente.
Pero triunfó las tesis de evitarlo, de Miguel Gerónimo Gutiérrez, como no habían recibido las armas prometidas, concluyeron que debían llevar fuerzas desarmadas, capitaneadas por Roloff, en dirección a la zona oriental, con el objetivo de conseguirlas de Céspedes y luego regresar.
El 10 de abril de 1869, en el pueblo libre de Guáimaro, tomado por los mambises en noviembre del año anterior, se reunió la asamblea constituyente. Allí estuvieron presentes Miguel Gerónimo Gutiérrez, Eduardo Machado, Antonio Lorda, Tranquilino Valdés y Arcadio García, como representantes de Villaclara, y Honorato del Castillo, por Sancti Spíritus. Comenzaba a dársele forma de Estado a la nación forjada en medio de la guerra y Las Villas era parte de la República en armas.
Electo representante de Las Villas en la Asamblea de Guáimaro. En dicha asamblea fue elegido vicepresidente de la Cámara de Representantes. Defendió con firmeza la anexión de Cuba a Estados Unidos, sin embargo, posteriormente rectificó su actitud.
Presidió la sesión durante la cual fue depuesto Manuel de Quesada del cargo de General en Jefe del Ejército Libertador el 17 de diciembre de 1869.
En 1871, pidió autorización a la Cámara para que se le permitiera marchar a Occidente para visitar los campamentos, acompañado de su hijo Daniel (que estuvo a su lado desde comienzos de la guerra) y con una pequeña escolta, lograron pasar La Trocha de Júcaro a Morón que los españoles habían establecido para evitar que pasara la guerra para el Occidente.
Llegaron a Purgatorio en Monte Oscuro en Sancti Spíritus, a poca distancia del lugar donde había caído Arcadio García. Lo acompañaba el comandante Miguel Velasco, jefe de la escolta que lo custodiaba.
La noche de 19 de abril de 1871, se alojaron en la casa del Gobernador Miguel Cañizares, pero fueron delatados por el cubano-traidor Miguel Castellón (un subordinado del ejército español) y a medianoche, cuando los patriotas vencidos por la fatiga y confiados en lo retirado de la ranchería, dormían, la casa fue asaltada por el enemigo.
Una descarga cerrada envolvió todo el cuadro, los patriotas, sorprendidos, se esforzaron por escapar, cayendo, la mayor parte de ellos, en la emboscada.
Fatalmente, mientras su hijo Daniel se escapaba, Miguel Gerónimo cayó herido y fue hecho prisionero.
Exhausto de fuerzas, debilitado por la sangre que vertía de su herida, fue colocado de bruces sobre un caballo, con su cuerpo atravesado sobre la bestia, con la cabeza colgando, tambaleándose y despedazándose contra los árboles, hasta que un disparo puso fin a su sufrimiento horrible.
Según parece le dieron sepultura en el camino hacia Sancti Spíritus, obedeciendo órdenes del jefe militar brigadier Francisco de Acosta Albear, que estaba emparentado con la familia de Gutiérrez y quiso evitar que se exhibiera el cadáver en Sancti Spíritus. El lugar donde fue enterrado no ha podido determinarse nunca.
Su muerte pasó casi inadvertida fuera del movimiento independentista, pero con el tiempo su figura ha sido rescatada como símbolo del compromiso cívico y político temprano dentro del proceso de emancipación cubana.
La idea de erigirle un monumento estuvo presente desde las primeras décadas del siglo XX.
En octubre de 1915, el Consejo Provincial logró un crédito de $2,000, luego en abril de 1917 otros $1,000 y por último el 26 de septiembre de 1918 otros $1,800.
Para la revisión y análisis de los bocetos designaron al arquitecto Silvio Payrol y a los ingenieros Alfredo Tristá y Manuel R. Pérez.
El acto de colocación de la primera piedra fue realizado el 10 de octubre de 1917. Estuvieron presentes familiares de Miguel Gerónimo Gutiérrez, los miembros de las Comisiones y autoridades locales.
Lanzaron la primera paletada de tierra el Gobernador Provincial y Presidente de la Comisión Gestora y el Alcalde municipal y vicepresidente primero de la Comisión.
Después, el Alcalde colocó la caja de plomo (como era costumbre en aquella época) donde encerraron varios ejemplares de periódicos locales, monedas del país y una copia del acta firmada por todos los miembros de las diferentes Comisiones.
La estatua de Miguel Gerónimo Gutiérrez fue esculpida con mármol blanco de Carrara de primera clase.
Pesa 27,500 kilos (60,627 lb) y mide desde los pies hasta la cabeza 2.35 metros. (7.71 pies).
El Monumento mide 6.25 metros de frente, 5.65 metros de costado y 9.85 de altura total.
Su construcción demoró 18 meses por el escultor italiano Ugo Luisi (1877-1947) que tiene entre sus otras piezas en Cuba el busto de José Martí en el cementerio de Santa Ifigenia de 1913.
El costo total fue de $7,202 de los cuales $3,341 fueron recaudados en colecta pública.
En la base sobre la que descansa la estatua de Miguel Gerónimo está la dedicatoria del monumento. A los lados del fuste dos bajorrelieves: uno que simboliza las glorias coronando al caído y en la otra línea la inmortalidad que aparece en el acto de su heroica muerte, es decir el fervor patrio y el sacrificio de su vida.
En el parque al lado de la Iglesia de La Divina Pastora, en Santa Clara el 20 de mayo de 1919 fue develado el monumento en un gran acto solemne con la presencia de hijos, nietos, bisnietos y otros familiares de Miguel Gerónimo Gutiérrez, que acudieron desde Sagua la Grande y Cárdenas.
También estuvo presente el General Gerardo Machado y Morales, el sacerdote Ángel Tudurí quien bendijo el monumento, funcionarios del gobierno provincial y municipal, intelectuales, la prensa y representantes de Sociedades, así como el pueblo en general.
La señorita María Luisa Rosales le dirigió la palabra al público y por la Comisión Gestora lo hizo el Dr. Pedro Pérez Ruiz.
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