Juan Gualberto Gómez

Written by Libre Online

8 de julio de 2025

Hoy dedicamos nuestra portada al periodista y patriota cubano Juan Gualberto Gómez, y en él se asociaban cualidades extraordinarias. Era el suyo un cerebro privilegiado, que producía acorde con el ritmo de un generoso corazón.

Matanzas puede sentirse orgullosa de haber dado a Cuba un hijo de temple insuperable. Íntegro en su patriótica firmeza, nadie le aventajó en respeto a los principios, y fue hasta su muerte un enamorado fervoroso de la dignidad civil.

Su vida noble y laboriosa puede servir de ejemplo. Muchacho humilde e ignorado, nacido entre prejuicios e injusticias, se propuso levantarse y hacerse digno de alto aprecio. Y en el estudio—que alternaba con el trabajo, pues carecía de medios económicos, puso sus energías intelectuales, junto con sus ilusiones y su fe.

Entre las afectivas pasiones de Juan Gualberto Gómez, predominaba su amor a Cuba. Hijo y padre amantísimo e inmejorable amigo, sobresalía en todos sus actos la pasión patriótica. Una pasión que se hubiera creído eje y norte de su vida.

Hombre de talento vigoroso y amplia cultura, que se apegaba a los libros para deleitarse e instruirse cada día más, lo ponían en condiciones de gigantesco propagandista una pluma de acero toledano y una palabra dominadora.

Juan Gualberto Gómez era un exquisito literato y un ameno disertante: pero era, singularmente, con propias e inconfundibles condiciones, un gran periodista y un gran tribuno.

Por ser gran periodista y tribuno, lo que hacía más útil y fecundo su fervoroso patriotismo, vieron en él la figura necesaria—en distintas, aunque igualmente graves circunstancias—Tomás Estrada Palma y José Martí.

Como conspirador, como abolicionista, como político y parlamentario, el incansable matancero era un elemento de primera categoría; pero en el periódico y la tribuna alcanzaba relieve excepcional.

Si eminentes fueron los servicios prestados a Cuba por Juan Gualberto Gómez en días de la colonia, acaso más efectivos fueron los que le prestara durante los años de existencia republicana.

Joven, muy joven, ya militaba entre los paladines de la recia campaña abolicionista. Con Rafael María de Labra, Nicolás Azcárate, Miguel Figueroa, Rafael Montoro y otros de equivalente prestigio, hizo esfuerzos continuados para que el hombre de color fuera en Cuba hombre libre.

Las generosidades antiesclavistas de Carlos Manuel de Céspedes, consagradas solemnemente en “La Demajagua”, debían verse convertidas en hechos y Juan Gualberto Gómez se propuso mantenerlas como un estandarte de justicia, para que no se redujesen a letra muerta en las incumplidas bases del Pacto del Zanjón.

Pero el abolicionista perseverante no lo era por espíritu de raza, sino por anhelos de cubano y hombre justo. Quería deberes y derechos igualitarios para todos. Quería más: aspiraba a que Cuba fuese una tierra de condiciones especiales, en la que nativos y extranjeros—sin enojosas diferencias—pudiesen entregarse confiados al trabajo y vivir felices, esclavos unos y otros de un único señorío: el de la ley.

Acercarse a Juan Gualberto Gómez era como ponerse en contacto con algo imantado. Rica su mente y cautivadora su palabra, tenorio de contertulio podía estimarse una verdadera dicha. A semejanza del inolvidable José Antonio González Lanuza, ponía en su acento dulces suavidades; pero bajo el ropaje de la dulzura atenuaba frecuentemente la aspereza de conceptos u opiniones mantenidas con inflexible rectitud.

En el periodismo cubano, Juan Gualberto Gómez representaba una bandera. Más que una bandera, un glorioso blasón. Porque su talento y su pluma formidable polemista siempre estuvieron al servicio de nobles causas.

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