MACEO VISTO POR MARTÍ

Written by Libre Online

10 de junio de 2025

Citas de José Martí y Pérez

Por: Luis Rolando Cabrera (1952)

“… TODO LO QUE DE ESPERANZA Y FE EN USTED, Y CARIÑO POR USTED HAY EN ESTE CORAZÓN QUE ES SUYO Y DEL QUE NO NECESITA USTED FLOREOS NI LISONJA”.

(de Martí a Maceo, enero 8/1894)

La recia y heroica figura del vencedor de Peralejo ha sido estudiada por muchos cubanos de las varias generaciones, empeñados en presentar un Maceo considerado desde todos los puntos de vista, para que se le conociera en todo su incalculable valor como soldado, como general, como hombre y ciudadano.

Pero los que tal cosa han hecho han tenido que valerse de referencias, documentos y, a lo más, del testimonio de algún que otro actor de la epopeya libertadora, para dicha nuestra aún entre nosotros. No es difícil comprender que las mejores noticias sobre cómo era en realidad Antonio Maceo tienen que proporcionárnoslas aquellos que le conocieron, los que tuvieron la suerte de convivir con el hijo primogénito de Marcos y Mariana, los que pelearon a sus órdenes, los que los sintieron vivir a plenitud, lo mismo en la guerra que en la emigración o en las treguas entre uno y otro combatir.

Y de esos testigos de excepción ¿puede pensarse que haya alguno mejor que aquel gran conocedor de hombres, aquel zahorí de corazones que fue nuestro José Martí? ¿Qué pensó el Apóstol de Antonio Maceo? ¿Cómo le consideró, qué lazos le unieron, qué concepto tuvo de sus condiciones guerreras y de las virtudes cívicas de Maceo? Las preguntas son en sumo grado interesantes, tanto que encontrar respuestas es el objeto de este trabajo que hoy traemos a nuestras páginas como nuestro tributo de veneración al Titán caído en San Pedro y como un reconocimiento más a aquel de cuyo nacimiento conmemoramos 180 años.

Martí era ocho años menor que Maceo. Por ello, cuando este andaba ya por los montes orientales, ascendiendo meteóricamente en su carrera militar el joven Martí era aún estudiante en las aulas de Mendive. Durante aquellos diez años de recio luchar por la independencia de la patria, no supo Martí de Maceo más que las referencias que llegaban a las ciudades y al extranjero de la figura casi legendaria del campesino que llevaba con dignidad las estrellas de general.

Fue solo en 1882 cuando Martí envía una carta, la primera relación entre ambos, en que le consulta sobre las posibilidades de una nueva guerra y le habla de la “cuestión social”. Dos años después se conocieron personalmente en Nueva York pero Martí, disgustado con Gómez, determinó separarse de la naciente conspiración.

Después, en 1893, ya fundado el Partido Revolucionario Cubano, Martí visitó a Maceo que estaba en Costa Rica ganándose honrosamente el pan del destierro. Y después que le vio, después de apreciarle de cerca las raíces mismas del alma en una reunión en que aquellos dos hombres supieron comprenderse y amarse se sintió Martí de tal modo atraído por el cubano que mantenía “en la tierra amiga el platanal mejor” que escribió en “Patria” una semblanza en que Maceo queda retratado de cuerpo entero tanto cuando anda por San José “de levita cruzada, pantalón claro y sombrero hongo” como cuando hablando de la patria, “la alegría le ilumina los ojos y se le anuda en la garganta el regocijo”.

Poco más tarde en una carta, le confiesa sinceramente: “He vivido, desde que nos vimos en una entrevista continua con usted. De la visita que le hice me traje una de las más puras emociones de mi vida”.

Esta noble emoción se acrecentó en el transcurso de los años. Las cartas de Martí están llenas de expresiones halagadoras y justicieras para el cubano batallador y heroico que era Antonio Maceo. Revisar esas expresiones es comprender cuán hondo estuvo el sentimiento martiano la devoción al hijo de la anciana que le había acariciado y mirado como un hijo.

“Con usted hablo como conmigo mismo”, le escribe una vez, hermanándole con el cariño inmenso que ambos sentían por la tierra común. Y él, que era artífice de la palabra no encontraba expresión adecuada a sus sentires y escribía a Maceo: “no puedo ponerle en palabras con esta ansia del espíritu, ni esperanza de batallar cerca de usted por la patria justa y entera que amamos”.

El ansia se hizo realidad años después, cuando desembarcados ambos en la que llamaba con respeto “tierra mayor” se encontraron Martí y Gómez con Maceo. Ya el hijo de Leonor se había sentido alzar en los brazos de José, el soldado de leyenda que estuviera solo por los caminos y los montes, en una odisea casi increíble. Y si en “La Mejorana” hubo sus diferencias de criterio no dejaron ellas huellas de amargor ni distanciamiento entre dos hombres que miraban más allá de lo personal y lo propio para ocuparse solo de los general y patrio.

Martí no podía tener del general Antonio el menor asomo de recelo. Ya hablando de la causa, aquel había escrito a éste: “¿Qué de usted pudiera venirle el menor contratiempo? ¿De usted y Cuba en guerra? ¡No me entrará ese veneno en el corazón!

Para Martí era Maceo: “el cubano que no tuvo rival en defender con el brazo y el respeto la ley de su república”. De él dice que “le son naturales el vigor y la grandeza” y expresa que “jamás parece que aquel hombre pueda, con su serena pujanza afligir u ofender”.

Así, a grandes trazos, Martí dibuja la figura del soldado de Las Guásimas, La Indiana y El Naranjo. Le estimó, le admiró y le quiso. “No me pida palabras –le escribió en 1884– sino el corazón con que lo quiero”.

Con esa nueva cita martiana terminamos nuestra labor. Creemos haberla cumplida, admirándonos en ese corazón martiano –enorme para el cariño– y haber encontrado en él pruebas fehacientes de cómo consideró y quiso aquel hombre excepcional y noble que fue Antonio Maceo y Grajales.

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