Muchas historias extrañas se cuentan acerca de calaveras, huesos y manos y cabezas momificadas que llevan el desastre sobre los que violan el secreto de sus tumbas. R. Thurston Hopkins, estudiante de lo oculto desde hace muchos años, ha conocido y hablado con muchas personas que han estado en contacto con tan espantosas reliquias y en su libro “Rostios Bonos and Demon Skulls” narra las maldiciones y catástrofes, antiguas y modernas, que han acontecido a las personas impías.
POR THURSTON HOPKINS (1957)
- I –
LA VENGANZA DE LOS FARAONES
Se cuentan muchas historias fantásticas sobre calaveras, huesos y manos y cabezas momificadas, siendo la idea general en ellas la de que si cualquier mano impía era lo bastante imprudente para remover, o interferir de cualquier forma tales horrorosas reliquias la muerte y la desgracia caerían inevitablemente sobre algún miembro de la familia. El desenterrar restos humanos, incluso bajo la demanda de la ley o por razones piadosas, era considerada como un grave peligro para aquellos que tomaban parte en tales actos. Se pensaba que el espíritu yacía sobre la tumba y tomaba severa venganza de aquellos que la violaban.
Está escrito que cuando Jaime I se propuso trasladar el cuerpo de María, reina de los escoceses, desde Fotheringay, fue insistentemente advertido de que no lo hiciese. Le dijeron que la desgracia caía siempre sobre una familia si eran tocados sus muertos. El no quiso escuchar aquel consejo y poco después de desenterrar el cuerpo de la reina, su hijo, el príncipe Enrique moría a causa de una misteriosa enfermedad.
Incluso hoy día, hay personas que están completamente convencidas de que la temprana muerte de Lord Carnarvon en 1923 fue resultado directo de haber abierto la tumba de Tutankamón. De los egiptólogos, periodistas y científicos que estuvieron presentes cuando fue abierta la tumba en febrero de 1923, quince de ellos murieron en un corto espacio de tiempo.
Exactamente seis semanas más tarde, como para cumplir la profecía, Lord Carnarvon moría en un hospital de El Cairo el 5 de abril.
En este punto es interesante considerar una historia curiosa que no fue hecha pública hasta diez años después que la tumba de Tutankamón, durante mucho tiempo perdida, fuese abierta, La persona a que se refiere este incidente es el actor Tom Terriss, hijo de un famoso actor, William Terriss y hermano de Ellaine Terriss, que se casó con Seymour Hicks.
Cerca de la entrada de la tumba Lord Carnarvon encontró una taza oriental de alabastro. En el fondo de la taza había una inscripción que decía “La muerte espera a quien profane la tumba de un faraón”. En el interior de la taza había un depósito de arena del cual, según dijo Carnarvon a Terriss, emanaba una especie de curioso perfume.
Lord Carnarvon estrujó la arena con sus dedos y de repente ahogó una exclamación. En uno de sus dedos tenía un pinchazo del cual brotó un poco de sangre. Se limpió el dedo en su pañuelo, pareció un poco preocupado, pero no dijo nada más sobre ello, Terriss examinó después la taza y encontró debajo de la arena un depósito con puntas tan afiladas como agujas. Después de aquel algo macabro incidente, Terriss experimentó un sentimiento de incertidumbre sobre las razones médicas —pulmonía séptima seguida de erisipela (una inflamación de la piel)— que se dieron en la muerte de Lord Carnarvon.
Los egiptólogos dudaron de que tal inscripción fuese encontrada en el interior de la tumba. Consideraron el caso improbable, pero ello, naturalmente, dio un tinte de interés a la historia de la “Maldición de la Muerte”.
Otras tres muertes en 1923
Un mes después de la muerte de Lord Carnarvon, Jay Goud, un magnate americano de ferrocarriles, también moría de pulmonía que siguió a un resfriado que cogió cuando visitó la tumba. Después en julio, el príncipe Ali Fahmy Bey, que había ido a ver los hallazgos de Luxor, encontró una muerte violenta. En una visita a Inglaterra, fue muerto de un disparo por su mujer en su habitación del hotel Savoy de Londres. Antes de finales del año 1923 hubo otra, también considerada víctima de la Maldición, Audrey Herbert, hermanastro de Lord Carnarvon, que había estado en la tumba, se suicidó. Se dijo que había manifestado justo antes de morir: —Siento que algo espantoso va a suceder en nuestra familia.
Pero solamente una muerte extraña puede ser registrada en la familia después de aquella. Elizabeth Lady Carnarvon, madrastra de Lord Cariarvon, murió en 1929 a causa de una venenosa picadura de mosquito.
Frederik Raleigh, famoso experto en rayos X, fue enviado desde Londres a descubrir antes de que el sarcófago fuese abierto sí el cuerpo del joven rey estaba en el interior.
Poco después de entrar en la cámara y ponerse a trabajar, empezó a perder la vista. Aturdido, y en un estado de histerismo, fue conducido al exterior. Perdió el conocimiento y nunca volvió en sí. Al poco rato moría sin haberse movido ni pronunciado palabra alguna. “Muerte por causas desconocidas”.
Howard Cárter, que fue compañero de Lord Carnarvon en la aventura, fue el hombre que primero forzó una entrada en la cámara sagrada. Regresó a Inglaterra poco después, pero nunca fue el mismo hombre de nuevo, ya que tenía el espíritu y la salud destrozados. El hijo de Lord Westbury, el honorable Richard Bechell, era el secretario de Howard Cárter. Fue encontrado muerto en un sillón en el club Bath, en 1929. Su muerte fue un completo misterio y el veredicto del forense fue “muerte por causas desconocidas”.
El padre de Bechell poseía una mano embalsamada que su hijo había encontrado durante las excavaciones en el Valle de los Reyes. Sus familias trataron de persuadirle de que la quemase para librarse de la Maldición de los Faraones, pero él dijo que no estaba dispuesto a ser intimidado por tonterías y supersticiones.
Cuando poco después de la muerte de su hijo, Lord Westbury se tiró desde una ventana de setenta pies de altura, mucha gente estuvo presta a buscar la causa en la Maldición. La muerte de un muchacho de ocho años ocurrida accidentalmente en el traslado del féretro de Lord Westbury fue asimismo atribuida a ella.
Arthur Weigall, que predijo la muerte de Lord Carnarvon, fue uno de los pocos egiptólogos que creía en la Maldición. La pobreza le persiguió años más tarde y murió en 1934 a la edad de cincuenta y tres años. Los periódicos le señalaron como “la víctima número 21”. Su muerte fue descrita con poca precisión, pero con un característico aire de misterio, como resultado de “una fiebre desconocida”.
¿Cuáles fueron las armas secretas de la venganza de los Faraones? Cualesquiera que fueren, la ola de muerte que persiguió a los invasores de la tumba de un Faraón permanecerá siendo un enigma indescifrable, que parece unir lo espiritual y lo fantástico en un verosímil alcance de los sentidos medio vacilantes.
-II-
LA CALAVERA DE
PERDICIÓN
Una “calavera de perdición” de 3,500 años de antigüedad guardada en una urna de cristal, será destruida cuando su actual propietario, un explorador muera. El explorador, Mr. Mitchell-Hedges, encontró la calavera cuando estaba explorando una “ciudad perdida” en las Honduras inglesas hace treinta años. De acuerdo con la leyenda, cualquiera que la mire durante un rato morirá en el plazo de una semana.
¿Pruebas de la leyenda?: —Llevé la calavera a África del Sur en 1949 a una exposición —dice Mr. Mitchell-Hedges. —En el país de los zulus la mostré a un hechicero. Antes de una hora la Casa Real de los zulus fue destruida por un rayo y murieron dos personas. No la mostré de nuevo. Ha habido otros extraños incidentes. Una muchacha que la vio se rio de la leyenda. Murió una semana después sin apreciársele enfermedad alguna. Sus últimas palabras fueron: —¡Es la Calavera de Perdición!
Ahora Mr. Mitchell-Hedges ha dado orden de que la calavera debe ser destruida cuando muera. Inapreciable como es, este objeto endemoniado debe morir conmigo— dijo.
Tenemos el señalado caso de la calavera de Borley, Suffolk, investigado y relatado por el Reverendo G. S. Smith en 1929. Este sacerdote protestante con su esposa, estableció su residencia en la Rectoría de Borley, la casa más concurrida de Inglaterra en 1928. Una mañana apareció una calavera en el armario de la biblioteca. El armario era empleado para guardar unas cuantas botellas de vino y algunos vasos. Diariamente la señora Smith iba al armario para coger una botella de vino para la comida y los contenidos de los estantes le eran siempre familiares. Pero un día apareció allí la calavera entre los vasos de vino. Era una calavera pequeña, en perfecto estado con todos los dientes en su lugar.
Un doctor de la localidad me dijo que era “de una delgadez poco corriente y sin embargo tenía una terrible elasticidad… uno podía hacerla botar como una pelota sin que se rompiese”. El doctor pensó que había pertenecido a una mujer joven muy elegante y obstinada. De donde procedía la calavera era un completo misterio.
Nadie supo nunca cómo fue a parar al armario y quién había sido el propietario original de aquella singular calavera…
Las dos calaveras
A corta distancia de Turton Tower —una de las más interesantes estructuras en la vecindad de Bollón, Lancashire, hay una granja que se la designa en la localidad como Timberbotton, o la Casa de la Calavera, así llamada a causa de la circunstancia de que son guardadas allí dos calaveras, una de las cuales está muy gastada, mientras la otra está hendida a causa de un golpe dado con algún instrumento cortante.
La granja fue una vez el hogar de un salvaje e intemperado granjero que estaba torturado por su mujer que sentía unos celos justificados y un día en un arranque de ira él le hundió una daga en el corazón, matándola. Por alguna razón desconocida la calavera de la mujer asesinada y la de su esposo fueron conservadas y colocadas sobre una Biblia en una habitación de la granja, como todavía permanecen hoy día.
Enterradas muchas veces
Estas calaveras, según se ha dicho, han sido enterradas muchas veces en el patio de la Capilla Bradshaw, pero han tenido siempre que ser exhumadas y colocadas de nuevo en la granja. En una ocasión fueron lanzadas al río cercano, pero sin ningún resultado, ya que tuvieron que ser pescadas y restauradas a su antiguo lugar antes de que los espíritus de sus propietarios pudiesen una vez más descansar en paz.
Las dos calaveras han estado en posesión de la familia Hardcastle durante muchas generaciones. La tradición continúa y dice que mientras se conserven habrá paz y prosperidad, pero infeliz de aquél que rompa o intente destruir una de ellas, porque seguramente será perseguido por los espíritus de los propietarios originales de las calaveras.
El actual propietario de las calaveras, el coronel Henry Hardcastle, cuenta cómo en 1930 la calavera de la mujer, montada sobre plata, fue derribada y estropeada por un gato. El coronel la llevó a un platero de Manchester, para que la reparasen y a la noche siguiente el espíritu que pertenecía a la calavera se paseó arriba y abajo de las escaleras oyéndose por toda la casa, cerrando puertas y ventanas y creando una gran confusión.
“¡Nunca te librarás de nosotros!”
Una historia romántica y trágica a la vez se cuenta de dos calaveras que estuvieron durante largo tiempo en una vieja casa cerca de Ambleside, Westmorland. Parece ser que una pequeña porción de terreno conocido como Caltrath, pertenecía a un humilde granjero llamado Kráster Cook y a su esposa Dorothy. Su pequeña propiedad era ambicionada por el rico magistrado Myles Phillipson, quien, incapaz de convencerles de que se la vendiesen, juró “que tendría aquel terreno tanto si estuviesen vivos o muertos”. Con el tiempo, sin embargo, pareció volverse más amable y razonable con Kraster y Dorothy y cierto día les invitó a un gran banquete de Navidad que ofreció a los vecinos, fue un caro festejo para ellos, ya que Myles Phillipson les acusó de haber robado una taza de plata y efectivamente fue encontrada en casa de Kraster —una “suplantación” naturalmente. Tal ofensa era entonces capital y como Phillipson era el magistrado, Kraster y Dorothy fueron sentenciados a muerte. Cuando Dorothy fue retirada de la sala del tribunal, exclamó:
– ¡Guárdate Myles Phillipson! Aunque has sabido prepararte las cosas, tendrás tu merecido. Ese pedazo de tierra es el más caro que nunca un Phillipson haya comprado o robado, ya que tú nunca prosperarás ni nadie te ayudará… Cualquier plan que traces fracasará; el lado que tú tomes siempre perderá; llegará un tiempo en que ningún Phillipson tendrá una pulgada de terreno; y mientras estén en pie las paredes de Calgarth, nosotros estaremos allí noche y día; ¡nunca te librarás de nosotros!
Desde entonces, los Phillipson tuvieron como invitados dos calaveras. Fueron halladas por Navidad al pie de una escalera. Fueron enterradas en una región distante, pero volvieron a la vieja casa de nuevo.
Una y otra vez fueron las dos calaveras; fueron convertidas es polvo y lanzadas al viento y durante varios años fueron arrojadas al lago, pero los Phillipson no pudieron nunca librarse de ellas. Mientras tanto, la maldición de Dorothy fue convirtiéndose en realidad, hasta que la familia cayó en pobreza y finalmente desapareció por completo.
Como una explicación más razonable del asunto, se dice por algunos historiadores de la localidad, “que vivió antiguamente en la casa una famosa doctora, que tenía dos esqueletos para los trabajos corrientes de su profesión y aquellas calaveras encontrando casualmente mejor conversación que el resto de los huesos, fueron accidentalmente honradas con aquella singular tradición”.
-III-
LORD GRAY Y LA CALAVERA FLOTANTE
Wardley Hall, en Lancashire, tiene su calavera, que se supone que es el testigo de alguna tragedia cometida en el pasado y que perteneció a Toger Downes, el último representante masculino de su familia que era uno de los más abandonados cortesanos de Carlos II. Roby, en una de sus “Tradicionales” titulada “La Casa de la Calavera” lo ha descrito avanzando “cegado por la desesperación” empuñando su espada y jurando que mataría al primer hombre que encontrase. Tan terrible como parece, aquel feroz juramento fue realizado y su víctima fue un pobre sastre a quien atravesó con su espada dejándolo muerto donde lo encontró. Fue detenido por el crimen, pero su influencia en la corte le procuró un rápido perdón y pronto continuó su vida desordenada.
Una tarde mientras su hermana y su prima. Eleanor estaban charlando en Wardley, el recadero de Manchester les entregó una caja de madera. Sospechando que había algún misterio relacionado con aquel paquete, ya que la dirección era “una rara y áspera mano” ella lo abrió a solas y ante su asombro y horror, este escrito atrajo su atención: “¡Tu hermano ha pagado al fin el pecado de sus crímenes. El castigo del pecado es la muerte! Su cabeza está ante ti. El ciclo ha vengado la sangre inocente que él ha vertido. Anoche, en el apogeo de su libertinaje atacó a los vigilantes con su espada, pero uno de ellos le cercenó la cabeza de un golpe. El cuerpo fue arrojado al río. La cabeza permaneció en el suelo y un testigo, aunque no un amigo, te la ha enviado”.
Trató de ocultarlo
Su hermana trató al principio de mantener en secreto la historia de la muerte de su hermano y escondió aquel trágico recuerdo rápidamente al conocimiento del mundo.
Era su deseo ocultar aquella mancha en el nombre de la familia, pero “la tumba devuelve sus muertos”. La horrible cabeza escapó de su frío tabernáculo y salió al exterior.
Ningún poder humano pudo ocultarla. “Fue hecha pedazos, quemada, y destruida de todas las formas, pero siempre volvió a aparecer en su lugar.”
La Calavera flotante
Una curiosa historia de una calavera “flotante” vista por dos personas en la misma casa, aunque no simultáneamente, quienes además desconocían totalmente lo que el otro había experimentado, se relata como sigue:
Una noche en el Londres de luz de gas, y envuelto en niebla de 1830 el segundo Conde Gray estaba sentado a hora avanzada en su residencia de Hanover Equare en una mesa colocada junto a una ventana cuyas cortinas estaban corridas.
De repente, oyendo un ligero ruido, levantó la vista y vio la cabeza de un hombre que le miraba entre las cortinas a una altura donde ningún cuerpo podía alcanzar. Pensando que había estado trabajando demasiado y que era alguna alucinación como resultado de un cerebro demasiado cansado Lord Grey apartó sus escritos y decidió irse a dormir.
La cabeza siguió a Lord Grey
Subiendo la escalera, tenía que pasar ante un armario con una vidriera y ante su asombro en el cristal de la puerta, estaba mirándole la misma cabeza que había visto abajo. El rostro parecía una calavera, pero no lo era por completo: todavía tenía los ojos y algo de carne, pero la piel parecía arrancada. Mechones de cabello; le caían sobre la frente como un fleco. El rostro miró a Lord Grey y éste le devolvió la mirada. Cerró los ojos y los abrió de nuevo. El rostro no se había movido y brillaba con malevolencia.
El conde abrió la puerta, pero nada parecido a una cabeza o calavera se veía en el interior.
Aquella misma noche su hija Lady Elizabeth estaba durmiendo en una habitación que daba a una de las de sus hermanas. Las cortinas estaban corridas alrededor de su cama, cuando, despertándose por la noche vio aquel rostro parecido a una calavera que la miraba por entre los pliegues de las cortinas.
Aterrada, saltó de la cama y corrió a la habitación de su hermana, cerrando la puerta de comunicación tras ella y allí pasó el resto de la noche. Lo que le asombró fue que la cabeza que había visto estaba tan alta que no podía corresponder a ningún cuerpo que no estuviese suspendido en el aire.
Asimismo, a la mañana siguiente estaba tan avergonzada de sus temores que no dijo nada y cuando su doncella entró la envió a que mirase si la puerta exterior de la habitación donde había ocurrido la aparición estaba cerrada. La doncella la encontró cerrada por dentro de manera que nadie pudo haber entrado en la habitación desde el exterior.
Se repite la representación
Aquella misma mañana Lady Elizabeth le dijo a su madre lo que había ocurrido. Lady Grey aconsejó a su hija que se guardase el asunto para sí misma. —Tú estás convencida —le dijo— de lo que has visto, pero no podrás convencer a nadie más, así que prométeme que no lo contarás a nadie —ni siquiera a tu padre. ¡Pensaría que eres una tonta!
Quince días después, Lady Elizabeth y su hermana estaban sentadas a hora avanzada con su madre, cuando Lord Grey entró en la habitación y dijo bruscamente:
—Acabo de ver de nuevo la cosa más extraordinaria. Cuando pasaba por el comedor vi que algo se movía y al volver la vista vi una cabeza, sin cuerpo, flotando hacia mí. Era un rostro pálido que al momento parecía tener el aspecto de una calavera y después se cambiaba en un rostro cadavérico con una expresión de malicia y siniestros propósitos.
Lady Elizabeth pintó más tarde de memoria un pequeño cuadro de la calavera que habían visto ella y su padre. Era la de un hombre de cabello oscuro y de aspecto más bien sonrosado que pálido pero el rostro algo cadavérico y con una siniestra expresión. Al mostrar el cuadro a Lord Grey, este reconoció enseguida al rostro flotante que se le había aparecido y dijo que el retrato era exacto.
-IV-
EL CASO DE LA CALAVERA QUE GRITABA
Mi libro de notas contiene una docena de ejemplos de calaveras que chillaban, las cuales todavía se conservan cuidadosamente en viejas granjas, cabañas y apartados albergues. En tiempos en que estaba escribiendo un libro referente a las narraciones de Kipling, tuve largas, conversaciones con Rudyard Kipling en Sussex y fue por su mediación que obtuve algunos detalles sobre un par de calaveras que habían realizado algunas extraordinarias travesuras en una granja de Sussex que había sido construida en las ruinas de Warbleton Prior cerca de Tushlake Green.
Kipling recogió sus hechos del propietario de una posada de Waldeny en una época en que había planeado escribir una fantástica narración sobre la historia de dos calaveras. Los siguientes son los detalles principales recogidos por Kipling sobre las calaveras.
Cuando fue demolida una enorme y gruesa pared de la vieja granja fueron encontrados al parecer dos calaveras entre los escombros. La primera calavera apareció cuando un obrero clavó su pico en un rincón de la casa y al levantar una piedra plana, apareció una cabeza humana. El obrero declaró que un enorme sapo saltó del agujero al abrirlo.
El aspecto de la cabeza era como si el hombre hubiese estado solamente dormido. El color de la cara era saludable y la carne estaba rellena con horrible vitalidad. Se dice que un médico efectuó una pequeña incisión en el cuello y encontró la carne completamente firme y en su estado original. Dijo que casi había esperado ver brotar sangre de la incisión.
Algunos campesinos creyeron firmemente que el sapo había alimentado de algún modo la carne de la cabeza, y que incluso había conservado en ello, una facultad al sentimiento.
Reapareció en la puerta
La cabeza fue enterrada cerca de la tumba de un abad, pero a la mañana siguiente había escapado de su encierro y estaba “acurrucada” en la puerta trasera de una granja cercana. El granjero cogió la cabeza y poniéndola en un cesto la colocó en el horno de su casa. Parece ser que las ratas y los búhos tuvieron poco respeto por la reliquia y pronto dejaron los huesos solos. El granjero después colocó la calavera sobre una biblia en su habitación y allí reinó ininterrumpidamente durante cerca de cincuenta años. Pasaron varios inquilinos por la granja Warbleton Priory, pero la calavera siempre permaneció allí.
Un granjero se trasladó desde la granja a Glazier’s Forge, llevando la calavera consigo. Entonces empezó la confusión. Gritos de terror procedentes de la calavera las puertas y ventanas de la casa golpeaban continuamente, los caballos se asustaban, relinchaban y se enfurecían en los establos. En poco tiempo, no hubo paz en Glazier’s Forge hasta que la calavera fue devuelta a la granja Priory.
El propietario de la posada Walden dijo que su predecesor desafió el poder de la calavera y se la llevó a su posada pensando que sería una atracción para los clientes. Fue una equivocación, ya que gradualmente todos sus asiduos clientes se alejaron porque encontraron que la cerveza tenía un sabor mohoso.
La segunda calavera de Warbleton Priory perteneció a un hombre que asesinó al propietario de la casa.
Parte de su historia ha sido recogida en el Sussex Archaclogical Collections XIII, y en apoyo de los algo vagos detalles del asesinato hay una mancha de sangre que marca el rostro de un hombre arrastrado por el suelo, en la habitación superior de la granja.
Una ráfaga de viento siguió al entierro
Cuando visité la granja en 1905, las calaveras habían desaparecido pero algunos años más tarde localicé la segunda calavera (la del asesino) en una granja solitaria entre robles en Dallington. Era muy negra y sólida y tenía una esquela que señalaba su edad y peregrinaje No recuerdo cómo había entrado el granjero en posesión de ella, pero dijo que había sido muy fastidiosa y una vez cuando trató de enterrarla en su jardín, una súbita y fuerte ráfaga de aire le azotó tan salvajemente que decidió que nada le induciría nunca más a interferir en la libertad de la calavera.
Eventualmente el granjero debe haber intentado librarse de aquella pieza de mortalidad, ya que unos quince años más tarde la vi en venta en una tienda de Brighton. Alguien, supongo, pagó unos chelines por ella y se la llevó a casa como un souvenir.
La calavera debe haber viajado de un lado a otro durante veinte años y por singular concurrencia de acontecimientos ha ido a parar una vez más a Bringhton.
Hace sólo unos días estaba yo mirando en una antigua tienda de The Lanes y vi la calavera de la granja Priory mirándome malévolamente. La reconocí inmediatamente. Era negra y sólida y estaba salpicada de cera roja.
Desde que la calavera había vuelto a The Lanes no había causado grandes trastornos, pero el actual propietario me dice que ha oído unos ruidos peculiares que provenían de la habitación en la cual la guarda. ¡Quizás, haya oído al último espíritu endemoniado que patea huraño a modo de despedida!
0 comentarios