¡Viva Cuba Libre!

Written by Libre Online

13 de mayo de 2025

Por Guillermo de Sanz (1917)

Un día de gloria es el de hoy (20 de Mayo) para todos los cubanos. Las campanas, en repique triunfal, nos anunciarán el décimo quinto aniversario de la histórica instauración de nuestra República; y las banderas, desplegadas al viento, nos hablarán —con la elocuencia muda de sus colores— de las esperanzas cristalizadas de nuestros viejos próceres y de los sueños realizados de los poetas mártires que, al ofrendarse en holocausto por sus ideales, se desposaron con la muerte con la misma abnegación con la que se abraza a una novia quinceañera.

Y habrá, en estas horas en que el recuerdo sirve de llama en el tabernáculo de todos los pechos, un sol magnífico y un cielo sereno; una brisa leve que, al besar las bocas en flor de nuestras mujeres, nos parecerá gloriosa, viniendo desde lo más azul de la inmensidad hasta morir en los labios. Y a la inmaculada blancura de las almas, nos traerá la visión de la oriflama, que ayer tremolaba en las batallas como símbolo de redención, y que hoy, en la paz, es venerada como enseña inmortal: corolario de nuestros más hermosos sacrificios y nuestras más altas aspiraciones.

No todos los pueblos de la tierra han sabido, en el ejercicio de su soberanía, hacerse dignos de la independencia que han disfrutado, merced al denuedo de sus guerreros.

Pero a Cuba, como a ningún otro, cabe el honor de haber logrado surgir de entre sus ruinas, redimida de todo atavismo. El campesino que, en las horas aciagas del combate, esgrimió el machete, hoy rompe la tierra con la reja del arado, y con mano santificada por el desinterés, riega la semilla que mañana será fruto y progreso para la patria. Incluso la mujer, que en su momento se transformó en heroína y bordó la bandera para la lucha, ahora, en los días de tregua, al calor del hogar, da ejemplo de austeridad a los hijos que no tardarán en convertirse en ciudadanos útiles a la sociedad.

En la gran colmena de la nación todos trabajan, y dado que hay en los pechos anhelos de grandes sacrificios, es lógico que, en un día como este que conmemoramos, las pasiones tengan su tregua y los rencores se borren como por encanto de nuestras almas. La gran madre —la patria que nos alienta y nos inspira— al evocarnos el pasado, nos anuncia la realización de su primer acto de soberanía internacional. Con la conciencia de un pueblo árbitro de sus destinos, el nuestro se ha unido al grupo de naciones que luchan por la supremacía del derecho y la democracia en todo el universo.

Mostrándose digna de su tradición y de su gloria, Cuba ha seguido la senda que el deber y la gratitud le trazaban. Y allí, al lado de la Francia inmortal de los Derechos del Hombre, de la Inglaterra liberal de todos los siglos y de la poderosa Unión Norteamericana, está en espíritu; mientras que aquí, con el arma al brazo, aguarda la oportunidad de entrar en batalla, con la pequeñez de un David y los bríos todos del Leviatán todopoderoso del filósofo.

Nunca ha tenido la República un aniversario tan solemne y de mayor trascendencia histórica que el actual. En guerra con los poderes centrales, nuestro porvenir se juega a una sola carta. Y si los países aliados resultaran derrotados en esta conflagración, nuestro altruismo no tardaría en convertirse en un sangriento calvario. Tal vez, al fulgor de los incendios, nuestros pueblos serían entonces entregados al pillaje, mientras todos los hombres aptos para el servicio, como leones, se batirían al abrigo de las selvas contra las fuerzas del invasor.

Pero afortunadamente, tal hipótesis dista mucho de la realidad, ya que la victoria parece asegurada, y el gesto generoso que nos impulsó a ponernos del lado de los oprimidos tendrá su recompensa. No esa recompensa egoísta de las grandes potencias, sino otra, más romántica, que entraña la satisfacción del deber cumplido —la más grata de las compensaciones para las pequeñas nacionalidades.

Libres de todo prejuicio, con los ojos puestos en el cielo y la mano sobre el corazón, hemos entrado en la lid sin la vana pretensión de rehuir responsabilidades. Todos los cubanos iremos adonde el honor nos llame, orgullosos de convertirnos en soldados de la patria y paladines de la democracia. Las frases inolvidables de nuestro glorioso Agramonte vibrarán en nuestros oídos como toque de clarín victorioso, y con el héroe de Jimaguayú repetiremos:

“Hoy, que la libertad nos necesita, la guerra es grandeza. Mañana, cuando la paz nos reclame, será crimen…”

Cumplamos, pues, como buenos ciudadanos, y en este 20 de Mayo, cuando las campanas repiquen y las banderas, desplegadas al viento, nos hablen de las glorias de nuestra tradición, gritemos con toda la fuerza de nuestros pulmones: ¡Viva Cuba Libre!

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