Han transcurrido 123 años desde el día glorioso e inolvidable en que fue izada la bandera que proclamaba ante el mundo la libertad de Cuba. Fue el martes 20 de mayo de 1902 en la ciudad de La Habana en la que se congregaron incontables cubanos, entre ellos las venerables figuras de históricos patriotas que lucharon a fuerza de sacrificios para lograr la conquista de la independencia. Al frente, por supuesto, nuestro primer presidente Don Tomás Estrada Palma acompañado por el vicepresidente Don Luis Estévez y Romero, esposo de la gran benefactora Marta Abreu.
Es interesante el hecho de que nuestro primer presidente fuera electo estando ausente de Cuba, pues terminada la intervención norteamericana y al efectuarse las primeras elecciones de nuestra historia el 31 de diciembre de 1901 Estrada Palma se hallaba en Estados Unidos en funciones diplomáticas. El 20 de mayo recibió el poder de manos del general Wood en el salón de actos del viejo palacio de los capitanes generales. Ascendió nuestra bandera al pináculo de las astas por primera vez como símbolo de la Isla de Cuba recién iniciada como República libre e independiente en el ámbito de las naciones libres del mundo.
La recepción oficial del glorioso presidente cubano fue celebrada en el Ayuntamiento. En la mesa presidencial se dieron cita los más destacados oficiales de la República y personajes de la extensa e intensa guerra libertadora. Alfredo Zayas, senador, saludó a todos los presentes al ofrecerle a Estrada Palma la más cálida bienvenida. El insigne general Máximo Gómez hizo un comentario que alcanzó nivel histórico: ¡al fin hemos llegado!, y hubo un momento de silencio para honrar la Memoria de Ignacio Agramonte pues en ese mismo día se cumplía un triste aniversario de su muerte. Casualmente en ese mismo día, en el año 1506 murió en Valladolid, España, el descubridor Cristóbal Colón.
Probablemente para muchos cubanos de hoy es totalmente desconocida la historia de Tomás Estrada Palma, pues de él generalmente se mencionan los incidentes relacionados con su aspiración a la reelección presidencial y se calla un luminoso historial que nos sirve de ejemplo para todos. En Cuba su nombre ha sido borrado de la historia y solamente se le menciona de forma abusivamente crítica, aduciéndose que fue “impuesto como presidente por el imperialismo norteamericano”. El consagrado patriota Bartolomé Masó que aspiró como su oponente recibió un fuerte abrazo del insigne mandatario Estrada Palma, que restauró oficial y permanentemente una creativa amistad entre ambos ilustres cubanos.
Cualquier apreciación negativa de Tomás Estrada Palma es fundamentalmente injusta. Fue partícipe en las batallas de los soldados y peleadores que luchaban contra el férreo sistema impuesto por los españoles, los que a pesar de que las demás naciones de América habían logrado su libertad se aferraron a la absurda decisión de mantener esclavizada a Cuba. Fue designado presidente de Cuba en Armas, distinción que irrespetaron sus enemigos, quienes en calidad de “recluso peligroso” lo condujeron preso al Castillo de Figueras, en Barcelona, bajo adversas condiciones, hasta que fue liberado por acuerdos que se tomaron en el Pacto del Zanjón, a finales de la guerra de los Diez Años, De allí fue obligado a irse a España, desde donde se trasladó a París y posteriormente a Estados Unidos, siempre como un inalterable y elocuente proclamador del reclamo de Cuba a la conquista de su libertad.
De Estados Unidos se dirigió Don Tomás, como le llamaban sus más cercanos aliados, a Honduras, donde ejerció altas posiciones gubernamentales y se le recuerda actualmente con su efigie grabada en uno de los salones de las instalaciones de Correos de la ciudad de Tegucigalpa, donde posteriormente contrajo matrimonio con la dama Genoveva Guardiola, hija del presidente de la República, Santos Guardiola.
Posteriormente el ilustre patriota, sin olvidar su compromiso con la libertad de Cuba y manteniendo su liderazgo, ya continental, se dirigió a Central Valley, una pequeña ciudad en Estados Unidos donde ejerció una exitosa carrera docente. Allí se dedicó a la tarea de dar a conocer por medio de las diferentes oportunidades que se le ofrecían como conocido escritor a publicar sesudos y patrióticos artículos sobre la Isla inolvidable en la que se estaba gestando la que sería la guerra final y triunfal en contra del agresivo dominio español. El incansable y máximo gestor de nuestra libertad, el eximio y polifacético Apóstol de nuestras conquistas, José Martí, fue a reunirse con él para pedirle que se incorporara oficialmente a la Guerra de Independencia. Precisamente, después de la trágica e inesperada muerte de José Martí, fue designado Representante en el exterior de la República de Cuba en Armas, cargo desde el cual le prestó extraordinarios servicios a los patriotas de “la guerra del 95” que contribuyeron a difundir los hechos heroicos de la guerra que concluyó con la libertad patria.
Para Tomás Estrada Palma no fueron fáciles sus cuatro años como presidente de la República. Los campos devastados habían dañado radicalmente los recursos agrícolas, los miles de veteranos de la guerra emancipadora que merecían sus pagos de jubilación no tenían acceso a los mismos por la ausencia de fondos oficiales, la llamada enmienda Platt (1901-1934) limitaba las decisiones presidenciales y los anexionistas propulsaban su oposición al gobierno independiente. El presidente tuvo que acudir a un empréstito que resultó insuficiente para restaurar de manera total el sistema educativo del país y en los aspectos de la salud pública las necesidades superaban la posibilidad de satisfacerlas.
Terminó el período presidencial y Don Tomás se retiró a la vida privada sin jamás ausentarse de sus deberes como servidor de la patria.
A los 57 años de Cuba como República democrática fue destruido su sistema de gobierno, establecido en fundamentos de libertad y progreso global, debido a la despótica invasión comunista que desde la Sierra Maestra alentó el despótico tirano Fidel Castro. Sobre este sombrío tema se han mencionado los robos, los fusilamientos, los éxodos masivos, los multitudinarios encarcelamientos, la imposición de la miseria y el despotismo del sistema comunista injertado a traición en un país. Una de las más perversas imposiciones en nuestra añorada Isla por parte de la tiranía marxista ha sido la de clavar sus ponzoñas destructivas en nuestra historia. La celebración del 20 de mayo en Cuba es fecha usada para vomitar veneno sobre nuestras más destacadas figuras históricas, de aquí que nosotros, en el exilio, tengamos la firme obligación de mantener y exaltar un pasado que no podemos permitir que siga siendo brutalmente extinguido.
Sabemos que a pesar del tiempo transcurrido todavía nos preguntamos si después del asolamiento comunista tendrá regreso la Patria de Martí. Va a ser difícil la reconstrucción de Cuba, ultrajada y atropellada; pero mientras más tiempo dure la infamia, más se nos cerca la hora bendita de la redención. Recordar a Cuba es una bella experiencia, pero luchar por rescatarla es una esperanza que no debemos desechar. En estas seis dolorosas décadas hemos visto transcurrir tras generaciones. Los primeros exiliados, con el fusil al hombro, la protesta en la palabra y la lealtad inalterable en nuestras convicciones hicieron su aporte batallador para deshacerse del martirio cubano. Los tiempos cambian y también las personas. La mayoría de los cubanos de hoy, en efecto, difieren de las trampas comunistas, se declaran opuestos a la fosilizada tiranía y se apresuran en ratificar su lealtad a la patria necesitada de apoyo y rebeldía; pero el sacrifico les va quedando lejos.
Esta celebración gloriosa del próximo martes 20 de mayo será, ciertamente, día de recuerdos felices, ocasión para pasearnos con nuestra historia y evocación patriótica de héroes que han sacrificado sus vidas en nuestros campos y en nuestros paisajes del exilio. Pensar en los que han muerto en la lucha por la reconquista de nuestras libertades es un justo homenaje patriótico; pero al mismo tiempo un ineludible compromiso de respaldar con la nuestra, la valentía con las que se enfrentaron al régimen enemigo.
Es famosa la frase del Generalísimo Máximo Gómez dicha al General José Miguel Gómez cuando ambos observaban la multitud de cubanos que alborozados le ofrecían la bienvenida a la Cuba naciente; pero a nosotros nos queda inerte el deber de ver de nuevo a nuestra Cuba, feliz, sonriente y próspera. Recordemos hoy, con unción, las señeras palabras de nuestro Apóstol José Martí: “Mi patria está en tanta fosa abierta, en tanta gloria acabada, en tanto honor perdido y vendido. Ya yo no tengo patria hasta que la conquiste”.
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