Cuentan que existió un joven príncipe al que le gustaba mucho el tiro con arco. Todos los días practicaba con un arco que le había regalado su padre y todos sus cortesanos, en un intento de caer bien al príncipe y de ganarse su amistad, mentían para que el príncipe pensara que era el mejor arquero del reino.
– ¡Increíble, qué fortaleza, qué destreza! ¡Qué facilidad para tensar el arco!- decían todos.
Y para que el príncipe pensara que realmente tenía un don, ellos se limitaban a tensar sus arcos solo hasta la mitad, para quedar siempre por debajo del príncipe. Así, la vanidad del príncipe fue aumentando, gracias a las mentiras de sus súbditos. De hecho, se pasó toda su vida pensando que era capaz de tensar un arco de 30 kilos cuando en realidad el suyo sólo pesaba 12. Y por supuesto, no dudó en presumir de ello frente al resto de príncipes y arqueros de todo el mundo.
Moraleja: ‘Las mentiras de otros pueden hacer engordar tu vanidad. Pero solo vivirás una farsa’
Reflexiones sobre la fábula El príncipe y el arco
¿Conoces este dicho?: ‘por el interés te quiero, Andrés’. Es una frase que se usa para referirse a todas esas personas que son capaces de mentir y adular de forma poco sincera a otra persona con cierto poder o riquezas porque buscan un interés concreto:
• No te creas todo lo que otros te digan: Muchos de los que te rodean serán sinceros contigo. Esos, tus amigos, son los que dirán lo que piensan y no tendrán reparos en hacerte ver la verdad. Sin embargo, habrá otras personas que busquen algún interés y sean capaces de mentir con tal de ganarse tu amistad. Estos ‘interesados’, que buscan una recompensa, harán todo lo posible por adularte aunque con ello tengan que mentir. Es lo que le pasó al príncipe en esta fábula del príncipe y el arco. Sus súbditos eran incapaces de decirle la verdad para no ‘molestarle’.
• Las mentiras que acrecientan la vanidad: Las mentiras de todas estas personas que rodeaban al príncipe solo consiguieron mantenerle engañado y hacerle pensar que era el mejor con el arco, cuando la realidad era bien distinta. Ninguno se atrevía a explicarle que el arco que tensaba era mucho más pequeño de lo que él creía y esto lo único que hizo fue acrecentar su vanidad.
‘El robo de la campana’
Cuentan que, cuando una familia muy popular en una zona de China, la familia Fan, cayó en decadencia, un hombre se enteró de que guardaban una enorme campana en el trastero. Decidió entonces robarla para sacar algo de dinero de ella. Sin embargo, al verla, se dio cuenta de que era demasiado grande para llevarla a hombros.
Vio un martillo y decidió partirla. Pero al golpear con fuerza la campana, ésta sonó tanto, que fue escuchada en todo el pueblo.
La gente salió de sus casas para ver qué sucedía, pues sabían que el sonido procedía de la casa de los Fan. Mientras se dirigían hacia allí, el ladrón, se tapó los oídos. Pensó que si él no podía oír el sonido, el resto tampoco lo escucharía.
Moraleja: “Nunca podrás ocultar las consecuencias de tus actos”.
Reflexiones
Existe un proverbio africano que dice: ‘No puedes esconder el humo si encendiste el fuego’. Podría ser una buena moraleja para esta fábula china de ‘El robo de la campana’.
• No puedes ocultar lo que hiciste: ¿Y sabes por qué no puedes hacerlo? Porque todos nuestros actos y todas nuestras decisiones tienen consecuencias, y éstas afectan al resto de personas que nos rodean. Por más que intentes ocultar lo que hiciste, siempre habrá alguien que se de cuenta de las consecuencias de tus actos.
• La ingenuidad del ladrón: Resulta que el ladrón del Robo de la campana pensó que si él no escuchaba el estrepitoso sonido de la campana, el resto de personas tampoco lo oirían. Efectivamente, la solución para evitar que nadie se diera cuenta de lo que estaba haciendo era que nadie pudiera oír la campana, pero la solución no era taparse uno mismo los oídos, ya que el resto sí podía escuchar el sonido. A veces la solución no está en hacer ‘oídos sordos’ o en taparse los ojos. La realidad sigue ahí aunque no la veas o no la escuches. La solución no es otra que asumir las consecuencias de nuestros actos.
• La honestidad hubiera evitado todo: El ladrón solo pensaba en ocultar sus ‘fechorías’ cuando en realidad la única opción para evitar ese sonido hubiera sido no intentar robar la campana. Pero para ello tendría que haber puesto en marcha ciertos valores esenciales que se ve que el ladrón no poseía. Entre ellos, la honestidad. Intentar robar a una persona en decadencia que lo estaba perdiendo todo es bastante contrario a este valor esencial, ¿no crees?
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