El maravilloso legado de Nancy Pérez Crespo

Written by Luis De La Paz

15 de abril de 2025

POR LUIS DE LA PAZ

Especial para LIBRE

Hay ocasiones en las que en medio del desamparo y también por la tragedia de perder un país en el que de pronto se deja de estar, y hasta de una lengua común, de repente aparece un ángel reivindicador y salvador que ayuda, guía, estimula y arropa. Para los artistas del Mariel, eso lo fue Nancy Pérez Crespo, que desde el espacio de su librería SIBI, junto a su inseparable esposo Juan Manuel, hicieron visible a los “marielitos” en el marco cultural de Miami.

Corría el verano de 1980 y el éxodo del Mariel con sus 125,000 cubanos desesperados, hastiados del horror castrista, hambrientos y esperanzados, que arribábamos a las costas de Cayo Hueso, teniendo en la mira a Miami como la tierra prometida para el exiliado cubano, sin saber que, como todo lugar, es también un marco de dolor.

Frente al caos y de la manipulación por parte del régimen de los Castro que vació cárceles y manicomios para demostrar que los refugiados del Mariel no éramos otra cosa que la “escoria” de la sociedad cubana (en última instancia no seríamos más que lo que el régimen nos había convertido, como parte de su “hombre nuevo”), fueron apareciendo historias sorprendentes, y lo que en un inicio resultó un hecho político y social, fue adquiriendo otra tonalidad, se tornó en un inesperado acontecimiento cultural sin precedentes en el destierro cubano. 

Entre los miles que llegábamos a Cayo Hueso estaba un Reinaldo Arenas que logró salir de la Isla alterando su Carnet de Identidad, al cambiar la “e” de Arenas por una “i”, para pasar por Arina. Están también las desoladoras imágenes de la película En sus propias palabras de Jorge Ulla, donde se registró el momento en que el pintor Eduardo Michaelsen desembarcaba en la marina de Cayo Hueso donde fuimos recibidos con los brazos abiertos, como nos quiso acoger el presidente Jimmy Carter.  

Poco a poco, a lo largo de los meses, fueron llegando escritores, periodistas, artistas plásticos, músicos, actores, gente valiosísima que lentamente nos fuimos incorporando a la vida social para subsistir, y a la cultural, para alimentar el alma, en ocasiones dañada por la censura y la politización: “dentro de la revolución todo… contra la revolución nada” y todos los horrores añadidos. 

Por el Mariel llegaron, entre otros, Roberto Valero, Ángel Zayón, Carlos Victoria, María Montoya, Evelio Taillacq, Mirta Ojito, Miguel Correa, Reinaldo García Ramos, Alfredo Triff y su hermanos Soren, Gilberto Ruíz, los hermanos Juan y Nicolás Abreu, Miguel Ordoqui, Rafael Bordao, Fermín Borges, Juan Boza, los hermanos Currás, Leandro Eduardo Campa, Humberto Castelló, Carlos Díaz Barrios, Rina Lastre, Juanita Baró, Manuel Adrián López, Rosa Berre, Carlos Alfonzo, Rolando Morelli; otros hermanos, Belkis Proenza, ella actriz, y Raúl Proenza, él pintor; Ismael Lorenzo, Danilo Domínguez (Mariloly), Roberto Madrigal, Víctor Gómez, Valentín Álvarez-Campo, Jorge Luis Piloto, Andrés Reynaldo, Juan Roca, Franky de Varona y Roberto Antínoo, algunos de ellos han quedado en el camino de este largo exilio, pero en tierras de libertad, o quizás, menos angustiosas.   

Muchos nombres se incorporaron a un tejido artístico que en Miami tuvo dos centros, que de hecho se integraban uno con el otro: la Librería SIBI, con Nancy al frente y la Galería Meeting Point, con Carlos M. Luis a la cabeza. Esos lugares tenían como asiduos a los que ya estaban exiliados, algunos de ellos por 20 años en aquel entonces y los recién llegados en 1980, que despertábamos a la libertad. 

En la librería de Nancy y Juan Manuel, se realizaba casi semanalmente una tertulia a la que acudían algunos de los escritores que nos habían precedido en el exilio que en muchos casos no habíamos podido leer, y que solo conocíamos de nombre, Lydia Cabrera, Carlos Montenegro, Enrique Labrador Ruiz, Humberto Piñera, Guillermo Martínez Márquez, Uva de Aragón, Pura del Prado, Guillermo de Zéndegui, Rafael Estenger y Eugenio Florit, desde luego, entre otros muchos más.  

Allí, tanteando el ambiente, los artistas del Mariel recibimos el respaldo de Nancy Pérez Crespo, que nos invitaba a su librería, a su peña cultural. Ella con visión de futuro y sensibilidad, supo identificar el valor de los escritores del Mariel, y la importancia de la creciente literatura en español en los Estados Unidos. Además, entendió que debía servir de puente entre los exiliados cubanos de distintas generaciones, y eso lo consiguió con creces. Ellos, Nancy y Juan Manuel, abrieron las puertas de su librería… de sus librerías, pues añadió a la que tenía en la 40 del SW y la 94 Avenida, otra en Hialeah, en Palm Avenue y la 9 Calle del West para vender libros en español.  Parecería absurdo que en una de las ciudades más latinas de todo el país, incluso más cubana, no hubiera una librería para vender libros en español hasta ese momento. 

El centro SIBI de Hialeah fue también una galería de arte: Galería Ponce, en honor al pintor cubano Fidelio Ponce. En ese espacio Juan Abreu, del grupo de pintores recién llegados por el Mariel, expuso sus cuadros por primera vez, en una exhibición junto a otro cubano recién llegado, éste de España donde residía, Arturo Rodríguez. Hasta Lydia Cabrera mostró en varias vitrinas las piedras pintadas por ella. Recuerdo a la entrada de la librería/galería una foto donde Enrique Labrador Ruiz estaba sentado en un sofá antiguo junto a su esposa Cheché, y detrás, apenas asomando la cabeza y con una mirada penetrante, Fidelio Ponce.  

Los artistas del Mariel tuvimos varios mecenas, a Florencio García Cisneros que en Nueva York puso a disposición de los nuevos exiliados su revista Noticias de Arte. A Carlos M. Luis que convirtió su galería en Coral Gables, donde hoy está la librería Books and Books, en un punto de encuentro para los pintores. A Olga Connor, a Norma Niurka, y en un sitial muy alto a Nancy Pérez Crespo.    

La diferencia de otros que acogieron a los del Mariel, fue el hecho de tener un lugar ya establecido, la librería, y eso sirvió para apoyarnos más. Allí se logró que armonizáramos con otros escritores que eran ya figuras con una obra. Escuchar a Labrador fue para mí un privilegio, un gran conversador, con mucha vida vivida. A Lydia, pequeña y frágil, pero con una voz dulce y una sonrisa permanente. Ver a Carlos Montenegro con su gran mota de pelo blanco, hombre de pocas palabras, pero mirada siempre al asecho, Eugenio Florit, de poca estatura, bigote discreto y hablar pausado, leía y yo lo disfrutaba, como me entusiasmé con Pura del Prado, tempestuosa, todo un derroche de energía y desbordamiento. Esas experiencias las tuve en la SIBI de Nancy y Juan Manuel.

Allí se hablaba mucho de Cuba, se respiraba un amor apasionado por Cuba, añoranza por la patria perdida. Una noche, al salir con Carlos Victoria de la SIBI de Palm Avenue fuimos conversando del contraste tan grande, del abismo que nos separaba de ese grupo, no por diferencias generacionales, sino porque nosotros nos sentíamos liberados de un horror, y el no estar ya en Cuba no infundía en nosotros otra cosa que no fuera  alivio, una sensación de salvación. Ese mismo sentimiento, 45 años después del éxodo, lo sigo experimentando. Cuba es un lugar geográfico, importante para mí, esencial en mi literatura, que no despierta la más mínima nostalgia, puedo vivir perfectamente de su memoria, no de su presencia.  

Nancy, que además de la librería tenía una editorial, Ediciones SIBI, iniciales de Spanish International Books, Inc., publicó los primeros libros de al menos dos de los escritores del Mariel. De Miguel Correa, Al norte del infierno y de Carlos Díaz Barrios, La balada gregoriana. Recordemos que de todos los escritores del Mariel, que con el paso del tiempo fuimos más de 30, solo habían publicado en Cuba Reinaldo García Ramos el poemario Acta, con las Ediciones El Puente de José Mario, y Reinaldo Arenas, la emblemática novela Celestino antes del alba, merecedora de una mención del premio UNEAC. Los demás escritores (así es el arte y la literatura de sorprendentes) hasta el año 2022, o sea a 42 años del éxodo del Mariel, habíamos aportado hasta esa fecha 260 títulos al canon de la literatura cubana, obviamente, casi todos publicados en el exilio, lo que marca la fuerza de lo que se escribe en el destierro. Esa cifra, ha crecido en los años subsiguientes. De hecho, hay desde el siglo XIX una marcada tendencia a la extraterritorialidad de la literatura cubana. No olvidemos que una de las novelas fundamentales cubanas, Cecilia Valdés, la escribió y publicó Cirilo Villaverde en Nueva York.  

No quiero extenderme en este homenaje póstumo a nuestra querida Nancy Pérez Crespo (Cueto, Holguín, 12 de diciembre de 1940 – Miami, 6 de junio del 2024), sin dejar de mencionar las reuniones en su casa. No hablo de fiestas, aunque lo eran, pero se trataba de celebraciones culturales. En el patio de la casa de Nancy, Juan Manuel y su entonces pequeño hijo Fabián, que creció rodeado de libros, arte y creatividad, se dieron momentos memorables, uno de ellos cuando Miguel Correa, que hablaba ruso asumió el papel de un jerarca censor y Reinaldo Arenas, protagonizaron una escena improvisada, que fue un gran divertimento. Creo que existe un video de ese evento, al igual que de la lectura del cuento Traidor de Reinaldo Arenas, que fue leído ante un público ávido de escuchar a Reinaldo. En el blog de Nancy Pérez Crespo existe una foto de esa jornada.  

Aunque me he centrado en exponer recuerdos personales y expresar mi gratitud, no he olvidado toda la labor desempeñada por Nancy apoyando a los periodistas independientes y perseguidos en Cuba. Ella fundó Nueva Prensa Cubana (NPC), que algunos asociaban las iniciales como Nancy Pérez Crespo; también creó Cuba Press, resaltando los despachos que salían de la Isla. Desde Radio Martí, le llevó a los cubanos la voz de la libertad, denunciando la falta de derechos individuales, en particular la de expresión, y en general ciudadana, y las violaciones constantes a los Derechos Humanos. 

Para cerrar, quiero referirme a dos hechos muy puntuales, Nancy fue fundamental en la realización del Festival de las Artes del Mariel que se llevó a cabo en el Tamiami Park en 1983, ocasión en la que se presentaron muchos eventos relacionados con los aun recién llegados. Pedro Pablo Peña ofreció una función de ballet, Herberto Dumé, el gran Dumé, dirigió una obra de Virgilio Piñera, se leyeron poemas, cuentos y se presentó una revista alegórica al encuentro, con trabajos de los artistas del Mariel.  

Lo otro que no quiero pasar por alto, es agradecerle a Nancy el haberme dado trabajo, a mí y a Nicolás Abreu, como libreros. Allí laboramos por un tiempo, dedicándonos más que nada a leer y llevarnos más libros de los que vendíamos. Nancy Pérez Crespo era impetuosa, decidida, amable, rigurosa y una gran mujer que amó a Cuba y al arte, y canalizó desde el periodismo y el apoyo a los talentos incipientes su total amor a lo cubano. Gracias, querida Nancy. 

Palabras pronunciadas por el autor durante el primer Encuentro Insularis, coordinado por el escritor Joaquín Gálvez y celebrado el 4 de abril del 2025, en el Miami Hispanic Cultural Arts Center. Durante el evento, se homenajearon a cinco figuras destacadas del exilio cubano fallecidas recientemente, Juan Manuel Salvat. Reinaldo García Ramos, Armando de Armas, Orlando Rossardi y Nancy Pérez Crespo.

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