Epílogo
Los asistentes al sepelio, en grupos pequeños, comienzan a retirarse. El sol de la tarde trepa al horizonte y deja en el camposanto una mancha de luz pálida.
-Espera un poco -Felipito le pide a Aquilino-. Dentro de una jardinera del panteón de la familia Vidal Caro, hace unos días, guardé una botella con un poco de aguardiente.
-Eso es una buena noticia, porque mi ron se acabó -dice y el rostro se le anima.
Se encaminan rumbo a la parte más antigua del cementerio. Un viento lento, precursor de la noche, suena en los árboles y seca el sudor de Felipito. La bicicleta, Susana Patricia, divide el manubrio entre las manos amigas y rueda en medio de ambos.
Felipito abre la verja del panteón y hunde la diestra en la primera jardinera con que topa.
-Deja ver si fue aquí… no, no hay nada.
Aquilino reclina la bicicleta contra un Jesús de yeso y toma asiento encima del mármol de un panteón cercano.
-Tampoco en ésta… Es que fue la misma mañana en que Generoso se puso grave y ahora no me acuerdo bien -justifica el olvido.
-Creo que estás engañándome -Aquilino bromea.
-A ver… -la búsqueda sigue -¡Ya!, ¡ya la encontré! -y exhibe la botella.
-¡Está casi llena! -Aquilino se regocija.
-En eso de esconder bebida y no olvidar el lugar Generoso era un bestia. Mi cabeza nunca ha sido tan buena.
-El era muy pícaro -Aquilino señala-. Por eso no entiendo lo rápido que perdió la memoria y se puso chocho.
Felipito retira el corcho con los dientes. Se empina el recipiente y después advierte.
-No hay vasos. Tiene que ser a pico de botella.
-Así sabe mejor -Aquilino responde. Aferra la botella e imita al amigo.
-No fue tan rápido que perdió la memoria -Felipito retoma el tema- Todos, sin darnos cuenta, nos hemos puesto viejos. El tiempo tiene que haber pasado, pero luego de la muerte de Inmaculada, por lo menos para mí, se detuvo o dejó de importar. Además, no puedo fijar la fecha. Lo único que no olvido es que fue la última vez que un circo estuvo en el pueblo.
-Desde la pérdida de Susanita y Patricia, me sucede algo parecido -Aquilino declara-. No siento el tiempo, pero sé que estoy viejo porque el espejo me lo dice. Además, veo a los demás… A ti, Felipito.
-Por eso te digo -Felipito recalca -que la chochera de Generoso no fue de un día para otro. Tiene que haber llevado años. Y creo que el coco empezó a patinarle cuando Inmaculada faltó. La quería con la vida. Siempre criticó mi trabajo, pero la chochera lo puso peor. Me hizo la vida insoportable. Al final, yo no le hacía caso porque sabía que en cualquier momento se moría y no quería ofenderlo. El fue mi segundo padre.
Alternativamente beben. Una lagartija cruza cerca y Aquilino la atrapa.
-¿No has vuelto a matarlas?
-¡Dios me libre! Desde que vi lo que sucedió con el chipojo que le regalé a Inmaculada comprendí muchas cosas.
Felipito suspira. Toma un trago de aguardiente y razona.
-Inmaculada nos cambió tanto que no hemos vuelto a ser los de antes.
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