Cuentan que hace mucho, existieron dos pueblos hermanados. Estaban situados al pie del río Paraná. Los caciques de ambas tribus se llamaban Pirayú y Mandió. El primero estaba encantado con esta paz entre ambos pueblos. Se ayudaban e intercambiaban cosas constantemente. Pero Mandió pensó que ambos debían unirse y ser un solo pueblo.
Pirayú tenía una hermosa hija de la que Mandió se encaprichó. Le propuso a su amigo casarse con ella para unir ambos pueblos, pero Pirayú le contestó:
– Es imposible, amigo, mi hija Carandaí está prometida al dios Sol desde hace mucho. Solo vive para él. No deja de admirarle y contemplarle y los días nublados entristece hasta el punto de que ha llegado a enfermar en algunas ocasiones…
Mandió se enfadó mucho y decidió tramar un plan para hacerse con la mano de Carandaí. La chica se temía lo peor, y así fue. Un día, la tribu de Mandió se acercó por el río en canoas y comenzó a prender fuego a las viviendas. Ella fue hasta allí para intentar detener aquella locura y el cacique echó sobre ella una trampa que la inmovilizó.
– ¡Ya te tengo!- dijo orgulloso.
El momento en el que nació la leyenda del girasol
Pero entonces, Carandaí clamó al cielo:
– Oh, dios Sol, no permitas esto, no dejes que me lleven con él.
En ese momento, Kuarahí, el dios Sol, se lanzó sobre todos con fuerza y rodeó con un intenso rayo de luz y calor a la joven. Todos huyeron despavoridos y Carandaí de pronto se transformó en una hermosa flor de tallo largo y grueso y una majestuosa corona amarilla con pétalos brillantes como el sol.
Desde entonces, ella busca constantemente al sol durante el día, como siempre, y deja caer su corona por las noches. Y así es como nació el girasol.
Reflexiones sobre la leyenda del girasol
Este precioso relato, la leyenda del girasol, tiene cientos de años y en él ya se habla de deseo, codicia y fidelidad.
• La codicia y el deseo de Mandió: En la leyenda del girasol, los dos pueblos habían llegado a un acuerdo, y consiguieron alcanzar la paz, pero un sentimiento, una emoción en uno de los dos jefes desequilibró la balanza e hizo que Mandió llevara al pueblo a la desgracia. El deseo se tornó en codicia y ésta a su vez en ira al no tolerar el cacique su frustración.
• Las consecuencias de la falta de autocontrol de las emociones: Cuando deseamos algo que no podemos conseguir, podemos hacer dos cosas: asumirlo a pesar del dolor o buscar a la fuerza conquistar ese deseo. Esta segunda opción tiene consecuencias muy negativas. Todo lo que se intenta conseguir sin consentimiento del otro, hace daño, a uno o al otro. El control de las emociones es esencial para la convivencia.
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