MEDITACIONES SOBRE LOS LLAMADOS ACUERDOS DE PAZ

Written by Libre Online

18 de marzo de 2025

Cuando el 24 de febrero del 2022 el dictador Vladimir Putin, en su arrogancia y desmedidas ambiciones de expansión territorial ordenó la injustificada invasión a Ucrania, no era fácil imaginarse que, tres años más tarde, todavía Putin persistiría en su empeño, ignorando los miles de víctimas que hasta el momento la macabra intervención militar ha ocasionado. De acuerdo al Ministerio de Defensa ucraniano y otras fuentes adecuadamente informadas, las cifras, hasta fecha reciente, se calculaban en unos 635,880 rusos muertos o heridos en combate, mientras las bajas del bando agredido ascendían a unos 480,000 militares. Una suma aterradora, por lo inútil del sacrificio humano, verdaderamente angustiante, lo que no deja duda alguna de que, en su alto índice de criminalidad, Vladimir Putin es sólo comparable con el exterminador nazi Adolfo Hitler y con su antecesor, esclavista y verdugo implacable  de Rusia, Joseph Stalin.                                                                                                                                                                                                                          

En realidad, es triste, muy triste lo que está ocurriendo, no sólo en el incalculable daño en pérdidas humanas, sino también en el derroche económico que, lamentablemente, esta guerra ha traído a ambos países, y a un mismo tiempo a múltiples naciones de Europa y a los propios Estados Unidos de América, que han invertido miles de millones de dólares en defensa de Ucrania.

Hasta fecha reciente todo marchaba por los intrincados caminos de la desilusión. El alba de cada nuevo día era de aniquilamiento físico y desesperanza. Sólo un cambio de rumbo, una oportuna rectificación de conciencia, que fuera capaz de convencer a Vladimir Putin de que era inevitablemente indispensable hallar una solución de paz, sin intimidación. Retomar los caminos que conducen al progreso, a la convivencia armónica; conciliar las voluntades de una forma aceptable para ambas partes en conflictos, era entonces, y continúa siéndolo, una urgencia prioritaria. Se me antoja pensar que tal vez fuera esa la intención de aquellos que, de una u otra forma, aunque infructuosamente, intentaron de buena fe aportar una fórmula mágica que determinara el fin del conflicto. Sin embargo, hasta el momento el ensayo pacificador no ha sido fructífero, entre otras razones porque no ofrece a Ucrania seguridad confiable de inviolabilidad de sus fronteras, sencillamente, porque no hay respeto alguno a su integridad territorial. De acuerdo a lo que ha trascendido públicamente, para alcanzar la paz, el presidente Volodimir Zelenski, en representación del pueblo que lo eligió democráticamente, debía aceptar que el arrogante Vladimir Putin mantuviera el control (por lo tanto, la anexión) no sólo de la región de Crimea, el territorio que por la fuerza Rusia arrebató a la nación ucraniana mediante su invasión del año 2014 sino, además, las zonas ocupadas durante esta agresión actual.

Desde mi punto de vista, esta ocupación forzosa no sólo es inhumana, sino también lo es inmoral. Un acto de hostilidad absolutamente despreciable. Aceptar las condiciones en conformidad con el sometimiento impuesto por el nauseabundo Vladimir Putin, sería conciliarse con una actitud humillante, y no creo que eso es a lo que el pueblo de Ucrania aspira luego de más de 3 años de resistencia heroica. Tampoco encuentro como una fórmula viable que siendo Ucrania una de las dos partes involucradas directamente en el conflicto, se intente buscar una solución sin manchas ni trampas, sin que para discutir los “acuerdos de paz” (¡vaya nombre atractivo!), sea excluida de las conversaciones la participación directa del país agredido, en este caso, como todos sabemos, la desafortunada Ucrania.  

En realidad, no sabemos hasta cuándo se extenderá este conflicto bélico que, independientemente de una probable solución, tal vez a no muy largo plazo, dejará imborrables cicatrices en el pueblo ucraniano, víctima de esa agresión armada perpetrada por un dictador maléfico, huérfano de vergüenza y de escrúpulos, bajo el chantaje implícito que significa la amenaza de una abundante cifra de cohetes nucleares a la disposición de su poder dictatorial, apuntando diabólicamente hacia el progreso, el amor y la libertad.

Porque ningún mal es eterno, sabemos que llegará, por voluntad de Dios, el día cuando cese el consentimiento al sanguinario ex director de la KGB y la amenaza insólita de su poderío alucinante deje de intimidar al mundo civilizado. 

Ernesto Díaz Rodríguez

Secretario General de Alpha 66

Miami, Fl.

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