Estalla la crisis (I)
El presidente, cuya autorización personal era requerida para cada vuelo de U-2, aprobó una misión sobre la región occidental de Cuba cuyo propósito primario era obtener información de la operación actual de los SAMs soviéticos. Se seleccionó esa región porque se consideraba que los SAMs en el área -que habían sido detectados en agosto 29- pudieran ser ya operacionales. Un segundo objetivo era revisar el crecimiento militar en ese sector.
Fue el siguiente día -octubre 10- cuando el Senador Keating expuso, por primera vez, la presencia de bases de cohetes ofensivos en Cuba. Pero el vuelo autorizado en octubre 9 no se realizó hasta el día 14; por tanto, las declaraciones de Keating precedieron al vuelo de reconocimiento de octubre 14.
El lunes, octubre 15, en la tarde, los analistas al estudiar las fotos tomadas detectaron el comienzo de la construcción de una base cohetes soviéticos de medio alcance en el área de San Cristóbal. Pero no se llamó al Presidente para informarle. ¿Por qué no?. Esta fue la respuesta de Bundy cuando se le hizo esa pregunta: “El Presidente estaba cansado de un agotador fin de semana de campaña política… Una tarde tranquila y una noche de buen sueño era lo mejor”. Siempre lo electoral imponiéndose a la seguridad nacional.
En la mañana del martes octubre 16 Bundy informó al Presidente. Kennedy “tomó la noticia calmadamente, pero con una expresión de sorpresa. Él no había esperado que los soviéticos intentaran tan irresponsable y riesgosamente una acción en un lugar como Cuba, y había aceptado -tal vez muy prontamente dispuesto- la opinión de los expertos de que el emplazamiento de armas nucleares sería inconsistente con la política soviética”. El ingenuo “visionario” se enfrentaba a la realidad.
Había comenzado para Kennedy, la Crisis de los Cohetes. Durante tres largos meses, julio, agosto y septiembre, se había negado -este supuesto visionario- a admitir las claras evidencias. Ahora andará un zigzagueante camino.
Tiene el Presidente que tragar una amarga pildora. Había aceptado, sin objeción, las seguridades ofrecidas por Kruschev de que Rusia no enviaría a Cuba armamentos que pudieran ser utilizados para atacar a los Estados Unidos. Daniel y Hubbell van más allá. Implícitamente responsabilizan a la Administración de Kennedy con ocultar información sobre la crisis de los cohetes para no admitir su error sobre la amplitud del armamento militar ruso en Cuba.
QUÉ NO HACER. UN PASO AL FRENTE. DOS PASOS ATRÁS
Las 48 horas siguientes a la innegable confirmación de proyectiles balísticos en Cuba reflejan la indecisión de este joven Presidente. Era, en cierta medida, comprensible.
Kennedy y su Administración habían ignorado o disminuido la importancia de la información que se recibía antes de octubre 14. Peor, la Administración denunciaba como irresponsables a los críticos y se negaba a admitir las evidencias que los Republicanos le ofrecían. Indudablemente, la Administración debió haber reconocido, antes, la importancia del informe de septiembre 21 sobre nuevos cohetes mucho mayores que los SAM.
Róger Hilsman, Director de la Oficina de Inteligencia e Investigación del Departamento de Estado ha señalado otras sólidas evidencias descartadas porque no correspondían a las precon-cepciones de la Administración en aquel momento: Dos barcos soviéticos que transportaban armas a Cuba ese verano eran los cargueros Omsk y Poltaba, ambos de excepcionalmente anchas bodegas. Los aviones de reconocimiento norteamericanos no dejaron de observar que ambos barcos navegaban con ligereza lo que demostraba que no llevaban carga pesada.
No fue hasta el descubrimiento de los cohetes de 60 pies en San Cristóbal que comprendieron el significado del Omsk y el Poltaba navegando ligeramente en el agua con sus extra-anchas bodegas selladas. Sólo entonces Washington reconoció que esos barcos así navegaban porque sus bodegas cubrían cargas de mucho volumen pero poco peso como el MRBM, como admitió luego McNamara.
El lunes 15 transcurre sin que el Presidente conozca la crítica situación. A las ocho de la mañana del martes 16 Bundy informa a Kennedy sobre la evidencia que ahora poseía de que los rusos tenían proyectiles ofensivos en Cuba. De inmediato se llamó a una reunión extraordinaria esa misma mañana. En Moscú, ese día, Kruschev había llamado al Embajador Americano Foy Kohler expresándole sus mejores sentimientos hacia los Estados Unidos y comprendiendo que las declaraciones de Fidel Castro de septiembre 25, anunciando el establecimiento de un puerto en Cuba para la flota pesquera de la Unión Soviética en el Atlántico, le había causado al Presidente problemas políticos en los Estados Unidos. El Premier lamentaba que ese anuncio se hubiera hecho público, pero expresaba que él no lo había podido evitar por encontrarse fuera de Moscú en ese momento. El propósito de la Unión Soviética en Cuba era, afirmaba Kruschev, sólo defensivo. Desconocía Kruschev que en ese momento ya Washington tenía clara evidencia de la existencia de esos proyectiles en San Cristóbal. Igual seguridad le había ofrecido Dobrynin a Robert Kennedy y a Chester Bowles en octubre 13.
Los soviéticos conocían la política de moderación del Presidente Kennedy cuando estaba sometido a una crisis. Esta conclusión la hacían descansar en tres momentos anteriores en los que J.F.K. mostró notable debilidad: Primero, en abril de 1961 cuando, al momento de producirse la invasión, el presidente Kennedy canceló los ataques aéreos aprobados. Luego, en junio de 1961, cuando en la Reunión de Viena con el Primer Ministro Kruschev, a la que ya nos hemos referido, Kennedy aceptó la neutralización de Laos que representó la entrega dehese país al comunismo. Tercero, en agosto de 1961 cuando Kennedy objetó «estruendosamente» a la construcción del Muro de Berlín, pero no tomó acción alguna.
Tales antecedentes, de acuerdo a Crane, convencieron a los soviéticos que los Estados Unidos no responderían con fuerza militar a la creación de una base soviética ofensiva en Cuba.
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