María M.Mur
Montevideo, 1 mar (EFE).- Uruguay, un pequeño país de 3,4 millones de habitantes y ubicado entre los gigantes de Argentina y Brasil, volvió a dar este sábado una lección de convivencia política durante la investidura del presidente Yamandú Orsi, en un momento de extrema polarización global.
Mientras el mundo aún estaba digiriendo el demoledor desencuentro del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, con su homólogo estadounidense, Donald Trump, en el extremo sur de América, el progresista Orsi juraba con un discurso conciliador, en el que resaltaba la importancia del diálogo en la historia reciente de Uruguay y agradecía la labor de todos los expresidentes.
«Gracias democracia, gracias República, gracias partidos políticos por hacer de este Uruguay una amalgama plural de convivencia que aún despierta asombro en el mundo», declaró Orsi, quien minutos después recibía la banda presidencial con un fuerte abrazo por parte de su antecesor, el centroderechista Luis Lacalle Pou.
En frente, sentado junto a los expresidentes conservadores Julio María Sanguinetti (1985-1990 y 1995-2000) y Luis Alberto Lacalle Herrera (1990-1995), el padrino político de Orsi, el exgobernante José Mujica, insistía en la misma idea y decía que la convivencia política en Uruguay «es una excepcionalidad».
«Yo he andado por muchos países y el hecho que nos respetemos, nos saludemos con la oposición y conservemos no existe casi en el mundo (…) No nos damos cuenta del valor que tiene», aseguró Mujica (2010-2015) en un video en las redes de su partido, el Frente Amplio.
«Referente institucional»
Desde el retorno a la democracia, hace hoy justo 40 años, Uruguay ha vivido traspasos pacíficos de poder entre los principales partidos (Partido Colorado, Partido Nacional y FA) y se ha mantenido alejado de las recetas extremistas, los insultos y los discursos de odio que proliferan en la actualidad.
«En América Latina, donde la estabilidad democrática ha enfrentado múltiples desafíos, Uruguay se ha consolidado como un referente de institucionalidad y respeto por el Estado de derecho. Es la democracia de mejor calidad de la región», afirmó a EFE el politólogo Daniel Zovatto, Global Fellow del Programa Latinoamericano del Wilson Center.
Uruguay se ubicó recientemente en el puesto 15 del ránking mundial sobre democracias plenas elaborado por The Economist y fue uno de los pocos en obtener un puntaje perfecto en las categorías de proceso electoral y pluralismo.
«Tenemos un sistema democrático muy sano y ese es el primer requisito para una convivencia adecuada. Una democracia donde todos son escuchados y no hay minorías que se sientan sin espacio», declaró a EFE Mariana Pomies, directora de la consultora CIFRA.
Los partidos uruguayos gozan además de buena aceptación ciudadana, a diferencia del desgaste que sufre la clase política en el mundo, una fortaleza que es «crucial» para entender su tradición negociadora, según Antonio Cardarello, de la Universidad de la República.
«En el momento de la historia en que nos olvidamos de negociar, sobrevinieron los 12 años de dictadura (1973-1985). El compromiso del sistema político cuando se recuperó la democracia fue restablecer todos los canales de comunicación», subrayó a EFE.
Adversarios pero no enemigos
Muestras de armonía política como las vividas este sábado en la investidura se cuentan a puñados en la historia reciente de Uruguay.
Para el recuerdo queda aquel 21 de octubre de 2020 cuando Sanguinetti y Mujica renunciaron a sus bancadas en el Senado por los riesgos para su salud que implicaba ejercer el cargo a su edad.
Decidieron hacerlo en una ceremonia conjunta, llena de momentos emotivos y elogios mutuos, que incluyó un abrazo entre los históricos rivales.
También fue muy aplaudido cuando Vázquez convocó hace cinco años a Mujica, Batlle, Lacalle y Sanguinetti para analizar la posible exploración de petróleo y gas en una inédita cumbre.
«Como dijo hoy el presidente Orsi, ser adversarios no implica ser enemigos», subrayó Cardarello.
Pomies cree que el entendimiento forma parte del ADN uruguayo desde su fundación en 1825, cuando «nació como un ‘Estado tapón’ para evitar conflictos entre Argentina y Brasil».
«Esa conciencia de estar entre dos gigantes nos convenció de que nos teníamos que arreglar solos y dejar que se pelearan los grandes», apuntó.
El diálogo permanente entre la clase política ha permitido, según Zavatto, impulsar en las últimas décadas «reformas estructurales con amplios consensos» y lograr «avances significativos en desarrollo social, educación y modernización del Estado».
Orsi liderará hasta 2030 un país que siempre ha estado a la vanguardia en reformas sociales, con el segundo PIB per capita más alto de Latinoamérica (por detrás de Panamá) y bajos niveles de desigualdad y pobreza.
«Que nuestro país -concluyó Orsi en su discurso- siga siendo un faro de convivencia, de respeto y de desarrollo».
Uruguay, «faro de convivencia política» en tiempos de polarización extrema
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